En el reciente encuentro académico y conmemorativo del XXX aniversario de la reanudación de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y México, “Laicidad abierta y libertad religiosa, una visión contemporánea”, se llevó a cabo la firma de una carta de intención para la difusión del Códice De la Cruz-Badiano.
La carta de intención, signada por el arzobispo de León y responsable de la Comisión de Educación y Cultura de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Alfonso Cortés, y el director de la Facultad de Medicina de la UNAM, Germán Enrique Fajardo, tuvo como testigos al cardenal y secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, y al canciller mexicano, Marcelo Ebrard.
Más que un acto protocolario, la firma de la carta de intención, reviste una enorme importancia. El Códice De la Cruz-Badiano es un invaluable “tratado” de medicina herbolaria practicada por los aztecas. El Códice fue realizado por alumnos del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, institución fundada y dirigida por los misioneros franciscanos apenas concluida la Conquista.
¿Qué son los códices?
“Se les llama códices (del latín codex o libros manuscritos) a los documentos pictóricos o de imágenes realizados como productos culturales de las grandes civilizaciones maya, azteca, mixteca, zapoteca, otomí, purépecha, etcétera, que surgieron y se desarrollaron en Mesoamérica”, según el catálogo de códices prehispánicos y coloniales tempranos de la revista Arqueología Mexicana.
Fueron realizados por los encargados de fijar lenguas y culturas indígenas por medio de su sistema tradicional. Estos encargados, sumamente respetados entre sus contemporáneos, debían reunir una serie de cualidades, principalmente, tenían que ser muy buenos pintores o dibujantes (tlacuilos) y poseer un profundo conocimiento de su propia lengua.
En la época prehispánica, los códices cumplían una importante función social de acuerdo con su temática principal. Podían ser religiosos, jurídicos, calendarios de fiestas, de prácticas rituales, guerreros, de obras públicas o de enseñanzas familiares. En general, representan la visión indígena “plasmada en su sistema de escritura” según la revista Arqueología Mexicana.
Promoción de medicina antigua
El Códice De la Cruz-Badiano es un códice mixto, considerado por los estudiosos como un códice colonial temprano. Se encontraba en custodia del Vaticano hasta que el Papa San Juan Pablo II lo devolvió a México en 1992, cuando se reanudaron las relaciones diplomáticas entre este país y la Santa Sede.
Se trata del “tratado” de medicina herbolaria más antiguo del continente americano, y uno de los más ricos documentos que se conserven de la sabiduría de los pueblos originarios de México. El manuscrito fue elaborado en náhuatl por Martín de la Cruz y traducido al latín por Juan Badiano, ambos pertenecientes al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. Se deduce que los dibujos fueron elaborados por tlacuilos (pintores o dibujantes) del mismo Colegio (inaugurado en 1536).
El nombre original en latín del Códice es “Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis”. No se trata de un códice anterior a la llegada de los españoles, sino que fue realizado en 1552 a solicitud de Francisco de Mendoza, hijo del primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, para el Rey Carlos V en calidad de regalo. También en calidad de regalo regresó a México en 1992.
¿Qué hay en este Códice?
El doctor Fajardo, director de Medicina de la máxima casa de estudios de México, resaltó que el Códice De la Cruz-Badiano “representa una de las fuentes más antiguas de la medicina mesoamericana, contiene ilustraciones y textos originales únicos en su tipo, no sólo para la medicina, sino también para la botánica. Es un documento invaluable para la humanidad”.
Resguardado desde la donación de san Juan Pablo II a México en la Biblioteca Nacional de Antropología, con el apoyo de la UNAM y del Vaticano habrá una nueva edición que, “sin lugar a duda, enriquecerá este valiosísimo texto y ayudará a entender nuestra historia, tradiciones, aportaciones a la medicina y a la ciencia universal”, dijo el doctor Fajardo.
En los trece capítulos de que se compone, se muestra la labor de los indígenas en asuntos médicos, todo basado en la observación y uso de elementos naturales. El documento contiene representaciones pictóricas de las plantas acompañadas de su nombre en latín y la forma en que tenían que ser utilizadas.
Es, pues, la primera “farmacopea de América” y el primer tratado de farmacognosia del continente basado en conocimientos autóctonos.