Hoy celebramos San José Obrero, patrón de los trabajadores, fecha que coincide con el Día Mundial del Trabajo. El hecho que este año esta fiesta coincidiera en domingo me pedía una reflexión sobre el valor humano y cristiano del trabajo.
«El trabajo es dignidad», dice a menudo el papa Francisco. Este mismo lema ya nos dona la pista para situar el trabajo en el contexto del humanismo cristiano. El grave problema actual es su escasez y la precariedad de las condiciones de trabajo, que afectan a un sector importante de la población en edad de trabajar.
El trabajo es un derecho fundamental, pero a muchas personas se les ha arrebatado. Muchos ciudadanos desesperados que se están en paro llaman a la puerta de las parroquias y lo único que piden es tener un trabajo digno que les permita salir adelante, sobre todo, en el caso de las familias vulnerables. Desde las Cáritas diocesanas y parroquiales se acogen y acompañan a estas personas marcadas por el sufrimiento y la angustia.
A pesar de las incertidumbres que provoca la guerra en Ucrania y de los estragos que ha causado la pandemia en nuestra economía, parece que habría una tendencia de recuperación en las cifras de empleo. Ciertamente, el paro disminuye, pero detrás de los datos hay una realidad que debería preocuparnos: el empobrecimiento constante y la desigualdad laboral. Puede que haya más trabajadores que trabajan, pero son trabajadores más pobres. Tener trabajo digno ya no es un derecho, sino un privilegio para muchas personas. La realidad global de nuestra diócesis es que una de cada tres personas vive en exclusión social, es decir, casi un millón de personas (cf. Informe FOESSA).
El papa Francisco defiende incansablemente la necesidad de articular una economía al servicio de la persona. Insiste en que la persona es el centro de gravedad, el valor esencial de la sociedad y que la economía debe ponerse a su servicio y no al revés. Lamentablemente, en estos momentos, el paradigma neoliberal que rige la economía global y que convierte al mundo en un gran mercado es nocivo para una gran parte de la humanidad. Por eso propone encontrar un nuevo paradigma económico, que en palabras del papa Benedicto XVI, debería estar fundamentado en una ética «amiga de la persona» (Caritas in veritate, 45). Lo que dice el papa Francisco está en plena sintonía con el pensamiento de Benedicto XVI.
Tener acceso a un trabajo digno es la mejor de las políticas sociales. Por eso, es necesario que las administraciones públicas se esfuercen por crear las condiciones idóneas, para que los empresarios y emprendedores inviertan en actividades económicas que generen trabajo. Pedimos de nuevo a nuestros gobernantes, a los empresarios, a los sindicatos y a los diversos agentes sociales un gran pacto para detener el incremento de la pobreza promoviendo un trabajo digno.
Queridos hermanos y hermanas, es necesario que actuemos para construir entre todos una sociedad más humana y fraterna. Que así sea.