Tengo vocación de pastor. Antes soy oveja, luego soy pastor. Sin la experiencia de ser oveja es difícil que pueda ser un buen pastor.
Sin ser hijo no puedo ser padre. Hay algo que se rompe cuando no logro ser filial. Y roto no puedo acoger como un pastor ni buscar al que está perdido.
Una vez que he experimentado la fragilidad y he notado al pastor sacándome de mi abandono, una vez que haya sido salvado podré salvar.
O al menos podré intentar salir a buscar a la oveja perdida. Y trataré de ser más humano al estilo de Jesús. Para mostrar el rostro misericordioso de Dios:
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Pastores como madres
Tengo vocación de pastor. Todos en cierta medida, cada uno en su lugar tiene la misma vocación.
Y no es fácil ser autoridad y poder gestar vida. No es sencillo acompañar, mostrar el camino y al mismo tiempo no dejar nunca de ser humano, de ser hombre.
Decía el papa Francisco en Amoris Laetitia cómo deben ser los pastores de nuestra Iglesia:
Corro el riesgo de poner barreras y que me pase como dice el Papa:
Creo que la Iglesia está llamada a formar pastores que sean capaces de mancharse con el barro del camino.
Ponerse a la altura de los ojos de los hombres. No construir barreras que los protejan. Más bien puentes para llegar al corazón de cada hombre que necesita tocar la misericordia.
Reflejar a Jesús
El pastor está llamado a ser reflejo de ese Jesús pastor que sale al encuentro de la oveja perdida. No se desespera, no se cansa. Tiene que ser como comenta san Pablo hablando de su misión:
El pastor no se cansa, no se busca a sí mismo, no quiere el reconocimiento y el abrazo de los suyos.
Se coloca en sus hombros al caído. Saca del barro al que no encuentra sentido a su existencia.
Me gustan esos pastores con olor a oveja, porque no han permanecido quietos por miedo a perder la vida, a mancharse, a salir heridos.
Enamorado de su misión
El pastor se pone en camino al encuentro del que no lo busca a él, ¡qué fácil quedarse quieto sin hacer nada, esperando!
El pastor es dócil al querer de Dios. Tiene la puerta siempre abierta. No marca distancias.
Se acerca y corre el riesgo de salir herido. El pastor es humilde, no pretende tener siempre la razón.
Sabe ceder y dejar que otros hagan. Está enamorado de su misión. Sabe que Dios lo envía al mundo a llevar esperanza y esa misión tan concreta llena su corazón de alegría.
Autoridad con una sabia humildad
El pastor tiene la sabiduría de la vida. Aprende de los hijos que Dios pone en su camino. Se deja complementar por los demás.
No está seguro de nada y al mismo tiempo tiene creencias sólidas, profundas. El pastor está en camino, no ha llegado a ninguna meta.
No todo lo que dice es correcto. No siempre tiene la palabra adecuada en los labios. Y no logra guardar el silencio que se necesita.
El pastor se va haciendo desde el barro. Quiere ser reflejo de Cristo y asume que su forma de ser Cristo es demasiado limitada.
Se escandaliza de su debilidad, se sorprende con su pecado y reconoce que es Jesús el que debe brillar y no él.
Ha aprendido de los errores y no por ello deja de cometerlos. No fuerza la voluntad de nadie.
Manda poco, escucha mucho. Toma la iniciativa y también espera a que vengan a buscarlo. No quiere ser inoportuno.
Acepta la crítica con la misma alegría que los elogios. Sonríe, porque es más fácil que permanecer serio.
Confía en ese Dios que un día lo llamó para sacarlo de su barca y sus redes, donde se sentía seguro.
Modelos necesarios
Dios sigue llamando hombres a ser pastores de su Iglesia. Pero quiere también que sea pastor todo aquel que tiene a su cargo personas que les han confiado.
Es la actitud de cualquiera que se sabe hijo, niño, y a la vez padre, pastor de otros, modelo.
Porque el mundo de hoy necesita modelos, personas que sean referentes, pastores. No tengo que ser perfecto, cometeré errores.
Pero al mismo tiempo permaneceré fiel en la brecha. Hay una brecha que hay que cubrir, hay un frente difícil en el que hay que estar, hay situaciones difíciles en las que el valor y la fe son fundamentales.
Jesús quiere formarme para que permanezca como estuvo Él, clavado a un madero.
Sujetando el mundo en esa brecha que se abre, en ese precipicio en el que todo se ve confuso.
Hacen falta personas con una mirada profética que vean los que otros no ven, que crean en lo que muchos no creen, que esperen cuando muchos desconfían. Me gusta ese Jesús que me dice:
Esa confianza es la que tengo, es la que deseo no perder nunca. Él me sostiene.