Jesús se define muchas veces en el Evangelio. Dice "yo soy" para que entienda quién es y lo que desea que yo sea.
Él es la luz, la puerta, la vid, es la verdad, la vida, el camino. Se define desde lo que es, desde su ser y desde su misión.
Es luz para mí que vivo en la oscuridad. Puerta por la que llego a la vida verdadera dejando de lado otras puertas posibles.
Es el pastor que guía mis pasos y sale a buscarme cuando me pierdo. La verdad que hace que no sean importantes las demás cosas.
Es la vida en abundancia cuando me siento muerto o derrotado y me falta la vida. Y es el camino.
Sí, Jesús es la respuesta a todas mis preguntas y dudas. Es la paz que calma mis miedos. Es el camino que tengo que seguir para ser feliz.
Seguir a Jesús tal y como soy
Jesús me invita a vivir según su imagen y yo deseo vivir a su modo. Quiero amar a su manera.
Y aun así Dios no quiere moldes, no quiere que pierda mi personalidad. No sueña con un ejército de clones, todos iguales, caminando a su encuentro sin personalidad propia.
No me pide una obediencia ciega. Sólo me pide que lo mire a los ojos y siga sus pasos. Su camino es mi camino.
Quiero hacerlo a su manera pero a mi modo, con mi acento, con mi originalidad. Tengo claro que seguir sus pasos no significa renunciar a lo que hay en mí, a lo más mío.
Jesús me ha hecho de una manera muy concreta y me ama como soy. Ha puesto en mi corazón ciertos talentos y pasiones, también algunas debilidades y carencias.
Ha despertado una vida original que brota de mi corazón herido.
¿Sé quién soy?
Sé que conocer mi camino no es tan sencillo. La búsqueda por saber cuál es el sentido de mi vida me acompañará toda la vida.
Pero para eso necesito hacer silencio y buscar en mi corazón la verdad oculta. Hacer esa introspección que tan complicado me parece.
Veo que hay tanta gente perdida que no sabe lo que quiere de su vida y no tiene claro hacia dónde va. ¿Lo tengo claro?
Miro en mi corazón esos anhelos que Dios un día sembró para recordarme que soy su propiedad, su hijo amado.
Estoy hecho a su medida y aun así tengo una forma original de amar, de darme, de vivir.
El Camino
Tengo claro que no podré hacerlo todo igual que Él. Soy torpe, fallo, me confundo. ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Para qué vivo, para qué he nacido?
No es tan sencillo descubrirlo. La vida me va llevando por lugares por los que no quise ir. O tomé decisiones que pensé correctas y resultaron equivocadas.
Creo que tengo ciertas fortalezas y talentos. Pero veo defectos y carencias que me limitan.
Sé que tengo una fuerza interior que me guía por los caminos. Pero no sé bien cómo definirme. ¿Quién soy yo?
Quiero tener claro cuál es mi camino. Pero no quiero imponer a otros las mismas decisiones que yo he tomado. No juzgo sus caminos y tampoco condeno sus decisiones.
Quiero ser libre para caminar según el modo de Jesús pero a mi manera. No soy yo el camino. Cristo sí lo es.
Yo sólo sigo su camino, torpemente, confundiéndome a veces y regresando en otros momentos a la senda en la que Él me sostiene.
No soy sólo señalizador del camino para otros, como decía el padre José Kentenich:
La misión de acompañar
Mi camino, el sentido de mi vida, es acompañar a otros en su propio camino, sostenerlos en sus decisiones, ayudarlos a elegir lo que les hace bien, lo que los construye por dentro.
Quiero levantar la mirada al cielo y confiar. En ocasiones la bruma del momento, la oscuridad, la tormenta pueden hacerme dudar.
Nunca va a ser todo pleno en el camino. Justo se trata de eso, de ir paso a paso, día a día, sin querer estar ya al final de este.
Y saber que de mi actitud depende todo lo que voy recorriendo. La actitud positiva, centrada en Jesús que le da sentido a todo lo que vivo.
Él sabe mejor que yo lo que me conviene. Sabe quién soy y hacia dónde han de ir mis pasos para que sea feliz.
Y cuando me confundo vuelve a buscarme para volver a reconducir mis pasos. No me quedo solo cuando me alejo.
Él me persigue porque quiere que sea fiel a lo que hay en mi interior. Mi vocación, mi ideal personal, esa impronta que ha dejado en mi alma. Su huella más profunda.
No sé lo que les conviene a otros. Sólo puedo aconsejar, mostrar la luz que es Jesús, indicar lo que yo creo que puede ser una respuesta.
Solo Jesús es la respuesta a todo
Pero no siempre sabré si todo va bien. No tendré las respuestas exactas. Ni podré aconsejar a todos lo mejor.
No sé si están equivocados, eso sólo lo sabe cada uno dentro de su alma. Yo no lo sé. No tengo nada más que intuiciones.
Quiero contar que Jesús es el camino. Que Él es la respuesta para los que están perdidos y sin ánimo.
Pero no puedo forzar a nadie a que siga sus pasos. No puedo hacer que hagan lo que yo hago.
No puedo abusar del poder que me regalan para hacerles un bien aunque ellos no me lo pidan.
Respeto con paz sus decisiones. Permanezco cerca, como Jesús al ver alejarse al que se pierde.
Sin exigir, sin condenar, sin juzgar. Sólo esperando con paz a que vuelva y recupere la paz perdida.