Tanto el milagro que llevó a la beatificación en 2003 de María Dominga Mantovani, cofundadora de las Hermanitas de la Sagrada Familia, como el que permitió su canonización el pasado domingo, tuvieron lugar en Bahía Blanca, al sur de la provincia de Buenos Aires. Ambas historias se conectan en la Fe de dos madres de familia.
Aunque en general en los casos de beatos y santos las gracias y milagros se suelen relatar popularmente, son pocos los que logran ser informados e investigados para constatar desde la perspectiva científica que lo ocurrido no era posible, y que hubo efectivamente una respuesta del siervo de Dios invocado tras un explícito pedido de intercesión.
En el caso de María Dominga Mantovani, providencialmente, pese a que nació y falleció en Brenzone, Italia, los dos milagros investigados y aprobados por la Santa Sede que permitieron la beatificación y la canonización ocurrieron en Bahía Blanca, ciudad portuaria del sur de la provincia que acababa de ser fundada cuando falleció la ahora santa.
La recién nacida caída de los brazos de su madre
El primero de ellos ocurrió en 1999, luego de que la niña recién nacida Lara cayese de los brazos de su madre Rosana, quien se había quedado dormida con la bebé en brazos. El traumatismo craneal y las hemorragias producto del golpe ocurrido apenas un día después de nacer auguraron el peor escenario en el Hospital Italiano Regional del Sur que la recibió. Pero ese hospital es uno de los dos en la ciudad que cuentan con el acompañamiento de las hermanas de la Congregación de las Hermanitas de la Sagrada Familia, presentes en Bahía Blanca desde mediados de siglo XX.
Y la hermana Lisa Antonia Pierini empezó a pedir por la intercesión de la Madre María Mantovani, la bautizaron, apoyaron una medalla sobre la niña, y sumaron la intensa oración de los padres.
La niña, luego de una convulsión, mostró inexplicables mejoras y a los 3 días recibió el alta. Al tiempo, familiares y personal asistencial del hospital dieron cuenta de lo ocurrido, el relato y la evidencia llegó al Vaticano, y se convirtió en el milagro por el que la sierva de Dios se convirtió en Beata. Con la presencia de la niña Lara, fue beatificada por Juan Pablo II en 2003. Fue el primer milagro reconocido en la historia de la Iglesia en la Argentina, según relatan desde el Hospital.
Niña en estado de coma
En otro hospital, el Penna, con el que también colaboran las hermanas, se recibió en 2011 a otra niña, de unos 11 años, con problemas de movilidad desde el nacimiento, pero cuyas piernas habían repentinamente ennegrecido, con pronóstico de amputación, crisis respiratorias y convulsivas, y otras presuntas lesiones. El cuadro empeoró, y la niña ingresó en un estado de coma.
Es entonces que la madre de Lara, la niña del milagro de la beatificación, hace llegar a la madre de esta otra niña una estampita con una reliquia de la entonces beata María Mantovani. Luego de rezarle a la Beata, y colocar la reliquia cerca de la niña, tres días después, la niña cuyo nombre es María Candela, como la Congregación comparte, no sólo despertó sino que pudo volver a su casa.
Comunión de los Santos
La canonización de la Madre Mantovani, junto con la de otros nueve beatos, coincidió con el 400 aniversario de la canonización de San Isidro Labrador, cuya devoción trascendió siglos y fronteras, al punto que hay años jubilares tanto en España, como en Costa Rica y la Argentina, naciones que ni siquiera existían en tiempos del santo madrileño.
Uno y otro caso demuestran la permanente vivencia en la Iglesia contemporánea de la comunión de los santos. En ella, todos los cristianos, vivos y muertos, de todos los tiempos, nos unimos espiritualmente para compartir un solo cuerpo místico como Cristo como cabeza. Y en ella, pueden generarse providenciales circunstancias, como la “amistad” de Bahía Blanca con la madre Mantovani.
El Papa Francisco decía en febrero de este año, en una catequesis referida a la comunión de los santos, que “los santos son amigos con los que muy a menudo tejemos relaciones de amistad. Lo que nosotros llamamos devoción es en realidad una forma de expresar el amor a partir precisamente de este vínculo que nos une. Y todos nosotros sabemos que a un amigo podemos dirigirnos siempre, sobre todo cuando estamos en dificultad y necesitamos ayuda”.