Pienso que ese Dios al que amo y que me ama es el que conduce mi vida. Esa sensación es la que me calma. La Biblia dice:
Esa confianza es la que me construye y me da la paz que necesito. Lo que desea Jesús es que no viva con miedo y angustia. Hoy me dice:
No se turbe vuestro corazón ni se acobarde
Pero mi corazón se turba muy a menudo. Los plazos se cumplen, la incertidumbre me acompaña todos los días, la sensación de impotencia se apodera de mí.
El Espíritu Santo vendrá
Quisiera vivir confiado en esa mano que me guía y tranquiliza. El Espíritu Santo vendrá sobre mí y calmará todos mis miedos para que no me acobarde ni me turbe.
Para que no tema dar la vida. Para que no me dé miedo amar y vincularme. Porque sólo el que echa raíces tendrá vida.
Necesito raíces profundas en la tierra y ramas largas que lleguen al cielo. Amar duele. Con temor lo digo siempre y recuerdo las palabras de C.S. Lewis:
El que no quiere sufrir que no ame. Pero tampoco vivirá.
El poderoso fuego del amor
Y Jesús me dice que amándole a Él voy a vivir para siempre y el fuego de su amor calmará todos mis temores y me hará capaz de dar la vida y entregarme por entero.
Y me da esa paz que sólo Dios sabe dar, no el hombre que da paz imponiendo la guerra. O consigue la paz sometiendo al que se rebela, una paz impuesta por la fuerza.
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo.
Una paz que se hace fuerte en lo hondo de mi corazón, que me quita los miedos y pacifica mis rabias y rencores.
Una paz que me lleva al encuentro de mi hermano. Esa paz es la que pido.
Y que yo sepa sembrarla a mi alrededor, con palabras, con gestos de amor y con muchos silencios llenos de respeto, nunca de indiferencia.
Ven, Espíritu
Pido en estos últimos días de Pascua que el Espíritu Santo venga sobre mí. Ya sólo quedan dos semanas para caminar por esta Pascua llenos de confianza.
Me da paz esa presencia del Espíritu que me llena de luz y alegría. No tengo miedo y confío. Me enseñará todo lo que no he aprendido. Grabará en mi corazón lo que he olvidado.
Ojalá pudiera tener el Evangelio tatuado en el alma. Vivir de acuerdo con todo lo que Jesús hizo, dijo y calló en la tierra.
No fue sólo un hombre bueno. Ni sólo hizo el bien por sus hermanos. No sólo se entregó en silencio y mansedumbre hasta dar la vida por los suyos.
Su enseñanza es más amplia. Su corazón es un corazón apasionado.
Jesús invita a luchar
Jesús no me enseñó el camino de la comodidad. No me dijo que me resignara.
Me invitó a luchar contra la injusticia y con el mal con todas mis armas, venciera o perdiera en la lucha. Comenta Teddy Roosevelt:
Que no me arrepienta nunca de no haber hecho algo. De no haberlo intentado. El que no se arriesga no gana, no fracasa. El que no lucha y se esfuerza no estará feliz con su vida nunca.
No puedo vivir en la tibieza, en la comodidad, en la seguridad. No es la vida de mi corazón que tiene algo de salvaje, algo apasionado que Dios sembró.
Él me hizo así, conquistador, luchador. No me hizo pusilánime y conservador. Quiso que amara y me esforzara por dar la vida.
No le parecía justo que me dedicara a cuidarme conservando esos talentos que Él había puesto en mis manos.
Prefiere Dios mi pasión a mi dulzura tibia. Prefiere que luche antes que permanezca dormido, protegido. Así es mi Dios.