Algo común en los cinéfilos de todo el mundo es nuestra obsesión por organizar el cine en listas (temáticas, de favoritos, etcétera), el gusto por los libros que compendian cintas según el año o la década o el género, o esas entrevistas donde a un cineasta le piden que cite sus películas preferidas.
Es como si los amantes del cine quisiéramos poner un orden imposible en el caos de filmes de la Historia.
Las 100 de Eduardo T. Gil de Muro
El otro día, deambulando por la sección de Cine de una librería, algo que procuro hacer con frecuencia, di con el volumen “Mis 100 mejores películas del cine religioso”, escrito por Eduardo T. Gil de Muro.
Según la contracubierta, su propuesta se aleja de esas encuestas donde el crítico o el director de cine tienen que responder apresuradamente porque les han lanzado la pregunta en torno a sus largometrajes favoritos y a menudo lo hacen sin pensar, citando lo primero que les viene a la memoria: en este volumen, en cambio, hay una reflexión y una revisión en torno a cada título. Esta especie de guía o de manual incluye fotografías en blanco y negro, es de precio económico y cuenta con poco más de 100 páginas.
Luego observé que el libro fue publicado hace bastantes años. Pero que esté presente en algunas librerías es buena señal: significa que aún sigue consultándose y leyéndose. Y, aparte de los clásicos y de los títulos a los que el tiempo no ha restado popularidad, cita también filmes de culto que quizá las nuevas generaciones no conozcan y que son muy estimables, como “Adiós, muchachos”, “La leyenda del santo bebedor” o “El festín de Babette”.
Y ya en casa investigué un poco sobre su autor: Gil de Muro. Al parecer había fallecido en 2012, en Burgos. Según informó entonces la Revista Ecclesia, Eduardo Teófilo era sacerdote, carmelita descalzo, escritor, crítico cinematográfico y “conferenciante y articulista fecundo y brillante y exdirector en TVE de tres de sus programas religiosos”. Entre su numerosa bibliografía encontramos títulos como “Debajo de los pies: Vida de Santa Teresa de Jesús”, “Aquel hombre llamado Jesús”, “Así era Fray Juan”, “El Jesús del Evangelio” o “Las mujeres de la Biblia de la A a la Z”. Publicó en torno a 60 libros, lo que confirma su vena más que prolífica.
Las 100 de José María Pérez Chaves
Una obra de similares características, aunque con tapa dura, muchas más páginas, más imágenes y textos más amplios, es “100 películas cristianas” (la edición de lujo tiene 630 páginas), que publicó el sacerdote José María Pérez Chaves, entrevistado en Aleteia el año pasado con motivo de dicha obra.
Con este exhaustivo trabajo quiso subrayar la importancia de la religión católica en la Historia del Cine. Entre otras cosas interesantes, rescato esta frase: “He visto mucho –muchísimo– cine, y todo ese visionado me ha ayudado a valorar el cine como un instrumento de formación muy importante”.
Consultando el índice de ambas obras, y aunque coinciden en bastantes títulos, hay otros que sólo aparecen en uno u otro de los libros. En la de Pérez Chaves casi todas las películas son indiscutibles, y el índice es muy apetecible, dado que contiene numerosas obras maestras: “¡Qué verde era mi valle!”, “La ley del silencio”, “Ordet”, “El séptimo sello”, “La Pasión de Cristo” o “El árbol de la vida”. Pero la gran sorpresa es que incluye películas fascinantes que, como en el caso del libro de Muro, son menos conocidas y las nuevas generaciones deberían descubrirlas ya mismo: “El árbol de los zuecos”, “Sacrificio”, “Tierras de penumbra”, “El aceite de la vida” o “Gattaca”.