La preparación de cualquier sacramento conlleva mucho trabajo. Me refiero al día D. Tanto si se escogen una ceremonia y una celebración sencillas como algo más complicado, son muchas cosas a tener en cuenta: invitados, comida y bebida, vestimenta, decoración, regalos, detalles... y así un sinfín de elementos para que el día salga redondo.
Con tanta parafernalia es fácil perder el norte de lo realmente importante. De hecho, en las últimas décadas ha primado más lo social y la apariencia, dando más valor a la celebración y no tanto a la ceremonia, cuando la primera no tiene sentido sin la segunda.
Es lógico querer festejar la jornada por todo lo alto pero muchas veces, sobre todo las madres, nos ahogamos entre tanto preparativo, siendo la mayoría de ellos secundarios e irrelevantes.
Un error común: el perfeccionismo
De hecho, uno de los errores más comunes es caer en el perfeccionismo o ese querer que todo salga perfecto. Algo que por cierto es imposible. Con esa actitud uno está rígido y tenso, pendiente de que no se tuerza nada. Y si algo se estropea ya agua toda la fiesta.
Así me encontraba yo hace unos años preparando las primeras comuniones de mis dos hijos mayores, preocupada y agobiada por cosas que no tenían tanta importancia. Al terminar el día me quedaba un regusto de insatisfacción difícil de describir. Eso sin contar con el agotamiento extremo que recorría todo mi cuerpo.
En parte esa sensación venía provocada por mi falta de experiencia, mi escasez de organización y mi manía de querer acaparar con todo sin pedir ayuda a nadie.
¿Cuál ha sido la diferencia esta vez? ¿Por qué esta vez no me he estresado lo más mínimo?
Toma nota de algunas ideas que espero te sirvan de guía para tus próximos eventos sacramentales:
1Saber qué es lo que quieres.
Parece muy obvio pero son los cimientos de lo que construirás después. Desde el minuto que conozcas fecha y hora del acontecimiento, anótalo de alguna manera. Al pasar los días ve dando forma a la idea inicial, desgranando todos esos aspectos que formarán parte de la ceremonia y, después, del convite.
Si no quieres ir dando palos de ciego, vale la pena tener muy clara la estructura del día D.
2Organízate.
Desarrollado el primer punto, se ha de subir un escalón y avanzar en la organización. Ir a fondo. Por ejemplo, si tenemos pensado que el niño de Primera Comunión lleve zapatos nuevos, se ha de escribir todos los datos que tengamos a nuestro alcance para llevar eso a cabo: talla, color, tienda, precio… Y al cabo de unos días ya se puede ejecutar la acción y comprarlos.
3Repasa las anotaciones.
Cada día siente que avanzas. Tacha o pon ticks. Cada jornada acércate más a tu objetivo.
4Genera bolsas grandes.
…y aglutina todo lo que pertenezca a cada categoría.
Cuando te vayas acercando al día D prepara unos bolsones con mucha capacidad en la entrada de casa para ir metiendo las cosas. Todo lo de decoración junto, todo el menaje junto, todo lo del candy bar junto, etc. Te dará una visión de conjunto y te ayudará a ver qué falta.
5Involucra a terceras personas.
Un par de días antes del evento elaboré una lista con distintos encargos a realizar: recoger las paellas, preparar los baldes con el hielo y la bebida, atender al abuelo… y la envié por whatsapp al grupo familiar. Acto seguido mis hermanos y cuñados se fueron apuntando en los distintos encargos. De esta forma, yo respiré y delegué.
Mientras andaba yo inmersa en estos cinco puntos, me vino a la mente ese episodio del Evangelio en el que Jesús visita a sus amigos de Betania: Lázaro, Marta y María. En un momento dado, María está sentada a los pies del Señor escuchando atenta las enseñanzas del Maestro. Sin embargo, su hermana Marta no para de trabajar. Inmediatamente me vi reflejada en ella, agobiada, ahogada entre tanto preparativo. Y ante su queja, el Señor tiene una respuesta: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada”.
Y lo entendí todo. Así mismo nos quiere Jesús en la Comunión de un hijo o en cualquier celebración, que estemos cerca de Él. Que seamos más María y menos Marta. Que no perdamos el norte preocupados por cosas superficiales que nos quitan la paz.
Y como los preparativos también hay que tenerlos en cuenta, y se trata de no andar agobiados, lo mejor es apostar por una buena organización y pedir ayuda, poniendo el foco en la ceremonia y no en la celebración.