Hay pocas dudas acerca de la responsabilidad del poeta italiano Dante Alighieri, y su obra cumbre, la Divina Comedia, en la popularización del Purgatorio como un estadio intermedio entre el Infierno y el Paraíso.
Un estadio, y un lugar, y como tal representable gráficamente, al igual que los otros dos, que Dante recrea a través de una serie de círculos y topografías de gran complejidad.
Y en cuanto espacio de purificación, lugar también marcado por cierto tipo de tormentos con los que los pecadores que no han incurrido en pecado mortal depuran sus culpas. Y es que, en la visión medieval de la teología, que Dante recoge, las ideas y los estadios más complejos se representan siempre con imágenes reconocibles y, en muchas ocasiones, aterradoras.
Esta idea del Purgatorio como un lugar físico no ha sido siempre admitida por la Iglesia, y aún hoy está sometida a discusión, entre otras cosas porque nada a ciencia cierta podemos saber de la naturaleza de algo que se sitúa más allá de la vida conocida.
Pero el concilio de Lyon de 1274, justamente en tiempo de Dante, que inicia su obra en el año 1304, debatió la naturaleza del Purgatorio y llegó a la conclusión de que no sólo era un estado mental de purificación, sino también un lugar físico.
Un lugar donde las almas imperfectas del Purgatorio sufren sacrificio, pero donde lo sufren gozosamente, porque saben que ese es el camino para su salvación, a diferencia de lo que ocurre en el Infierno, donde la condenación es eterna y las penalidades no se acaban nunca. Esta representación quedará fijada en la cultura europea gracias a la magna obra de Dante, con el apoyo de las innumerables plasmaciones gráficas que ésta ha inspirado incansablemente a lo largo de los últimos 700 años.
Y, sin embargo, el primer lugar en el que se representa gráficamente el Purgatorio fue, casi con toda probabilidad, la catedral de León, tal y como explica el estudioso César García Álvarez, que dedicó su libro ‘El laberinto del alma. Iconografía, geometría y simbolismo en la catedral de León’ (Eolas Ediciones) a este asunto y otros muchos relativos a ese edificio ejemplar.
García Álvarez es uno de los dos comisarios de la exposición ‘La Divina Comedia en el arte’, que ahora puede verse en Valladolid y a partir de junio se moverá por otras provincias de Castilla y León y que se ocupa, sobre todo, de las representaciones pictóricas de la obra, pero sin descuidar aspectos como éste, de las catedrales góticas, o incluso su presencia en la música.
La ‘culpa’ de la innovación leonesa la tiene el obispo de León de la época, Martín Fernández, que asistió al concilio de Lyon y, además, fue el responsable del diseño iconológico de la Catedral que se construía en esos momentos. Esto le permitió incorporar las nuevas ideas teológicas de forma anticipada.
Las representaciones gráficas de la Catedral se incluyen en la zona de las enjutas, el espacio que separa los arcos en la zona de las capillas, que es la más antigua del edificio leonés.
Entre las imágenes que puede verse está justamente la de un hombre desnudo desde la cintura que está siendo mordisqueado en sus brazos por dragones y que, pese a ello, sonríe. “Sufre y sonríe porque sabe que ese sufrimiento es temporal y es el camino para su salvación. Tiene esperanza”, explica García Álvarez.
En otro lugar aparece una imagen que muestra a un alma en el Purgatorio amenazada por un león y un dragón, de un modo acorde con un texto que San Agustín dedicó a su madre, Santa Mónica. Finalmente, la tercera muestra un alma purificada, vestida con una túnica, tras atravesar el río que marca el límite entre el Purgatorio y el Paraíso, donde es recibida por dos ángeles orantes.
“En la propia portada de la Catedral aparece representado el seno de Abraham”, explica el estudioso leonés, “que es otro concepto teológico que se refiere al lugar donde van las almas de los no bautizados y de quienes nacieron antes de Cristo”.
Con todo, si hay una idea inherente al Purgatorio que sí que pervive, y que también es central en la obra de Dante, es la idea de purificación y perfeccionamiento espiritual.
De hecho, toda su Divina Comedia puede leerse en esa clave, como un viaje iniciático que parte de lo más bajo, el Infierno y sus pecados, para llegar a los más alto, el Paraíso. En ese viaje Dante representa a la humanidad entera, a la que el poeta invita a afrontar ese proceso de mejoramiento personal, mediante imágenes dramáticas, pero vocacionalmente aleccionadoras.
Esta idea es también crucial en las catedrales góticas -también en la de León, pero no sólo en ella, en este caso- pues también es frecuente encontrarnos en estos edificios representaciones de los distintos estadios. Ello explica que no falten imágenes de seres deformes y perversas encarnaciones del pecado y la depravación en los principales templos católicos, si bien el punto central lo ocupan en las catedrales góticas las vidrieras, como representación de la Jerusalén celestial.
Las vidrieras expresan de forma inigualable, jugando con la luz y el color, ese estadio de iluminación y pureza que, en todas las representaciones, se atribuye al Paraíso. Es ese estado en el que el hombre percibe directamente la luz de Dios.
“La Divina Comedia es una representación del espíritu de la época, lo que explica que una obra musical, un cuadro, una novela o un edificio puedan tener elementos comunes”, explica Carlos Varela, el otro comisario de la exposición que puede verse en Valladolid.
“La Divina Comedia es fruto del ambiente espiritual escolástico de la Europa de la época, que se plasma en la idea del itinerario de perfeccionamiento espiritual. Y esa idea está también en las catedrales góticas, donde se muestra gráficamente el camino que va de la muerte del alma al Paraíso”, añade Varela.
Esta idea del Purgatorio como estadio de perfeccionamiento espiritual sigue siendo crucial en la teología católica, a diferencia de lo que ocurre en la protestante, que rechaza la existencia de esa posibilidad intermedia.
Según la teología protestante, mucho más dramática y radical, sólo hay salvación o condenación, y éste es uno de los puntos principales de fricción con la visión católica.
Este y otro muy relacionado con el Purgatorio, como eran las indulgencias que los fieles compraban justamente para ayudar a las almas en tránsito en su camino de purificación hacia el cielo.
Todavía hoy la Iglesia reconoce que las oraciones ayudan a quienes se encuentran en ese lugar intermedio que representa una especie de segunda oportunidad para las almas.