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Rosario Vera Peñaloza: Maestra de la patria argentina

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Sandra Ferrer - publicado el 07/06/22
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Está considerada la mayor impulsora de la educación en su Argentina natal

El analfabetismo ha sido y es aún, en algunos rincones del planeta, un duro caballo de batalla. Un reto que muchos intentan superar para hacer del mundo una sociedad más justa.

En Argentina, fue una mujer, Rosario Vera Peñaloza, la que dedicó toda su vida a paliar las deficiencias educativas de sus conciudadanos. Tal fue su labor, su tesón, su empeño, que los suyos la recuerdan como la “Maestra de la Patria”. 

Educación para privilegiados

Rosario Vera Peñaloza nació en el caserío de Atiles, en la provincia argentina de La Rioja, el día de Navidad de 1872. Hija de una rica familia de hacendados, que hundían sus raíces en España, los Vera Peñaloza tuvieron cuatro hijas y un niño que falleció en la infancia. Cuando Rosario tenía apenas diez años, fallecía su padre.

Poco después moría su madre, dejando a las niñas huérfanas. Rosario, la pequeña, estudió en una escuela privada de religiosas, un privilegio reservado a unas pocas niñas. Su tía materna se hizo cargo de ella, tratándola como una hija. 

En aquellos años, la educación estaba muy limitada a unos pocos privilegiados y las niñas no se encontraban entre la mayoría de ellos. Hacía muy poco tiempo que se habían empezado a crear en Argentina las llamadas Escuelas Normales, instituciones que querían impulsar la educación de las mujeres. Rosario tuvo la oportunidad de ingresar en la Escuela Normal de La Rioja donde cursó sus estudios secundarios y se licenció en magisterio. 

En 1892, dispuesta a continuar profundizando en sus conocimientos pedagógicos, se trasladó a Paraná. Allí, a instancias del político Domingo Faustino Sarmiento, se había fundado la primera Escuela Normal de Argentina y había traído a una de las educadoras más influyentes de los Estados Unidos, Sara Eccleston. Rosario aprendió de Sara y consiguió el Título Superior de Enseñanza. 

Fundación de distintas escuelas y jardines de infancia

A partir de entonces, empezaba su larga, su intensa, carrera como maestra y pedagoga. Era una joven de veinte años, dispuesta a poner en práctica todo lo que había aprendido y aportar sus propias ideas. Uno de sus primeros hitos fue, sin duda, la fundación en 1900 del primer jardín de infancia, o de infantes, de Argentina en la Escuela Normal de La Rioja.

Tras este, fundaría muchos otros a lo largo y ancho del país. Rosario Vera Peñaloza ocupó cargos de dirección en distintas Escuelas Normales, fue nombrada inspectora de las escuelas municipales y escribió sobre pedagogía, realizando infinidad de conferencias en todo el país. Participó en la importante Conferencia Nacional sobre Analfabetismo celebrada en Buenos Aires en 1934. 

Sensibilizada con la situación de la mujer en el cambio de siglo, Rosario Vera participó en algunos de los actos principales relacionados con la mujer, como el Primer Congreso Femenino Internacional, celebrado en Buenos Aires en 1910. 

Raíces cristianas

Rosario Vera Peñaloza había nacido en el seno de una familia católica y nunca se olvidó de sus raíces cristianas. Como aseguraría en su testamento muchos años después, “soy Cristiana, pertenezco a la religión Católica Apostólica Romana, en la que me he criado con mis antepasados; creo en los misterios y dogmas que proclama y enseña su Iglesia”. 

Como aseguró Lilian Isabel Belber en representación del Ministerio de Educación y Justicia en un discurso realizado en 1989, “Rosario Peña Vera adquirió perfiles de mujer ejemplar, de temple de acero, la mujer fuerte del Evangelio, la que prodiga sin retaceos, sin mezquindades, sin claudicaciones”. 

“Respetuosa con la Doctrina Cristiana – continuaba Lilian Isabel – tomó como guía los Diez Mandamientos de la Ley de Dios y formuló su Decálogo Patriótico”. En este texto identificaba los principios esenciales en los que se debía fundar la educación, desde un sentido patriótico (“Amar a la Patria más que a sí mismo”). 

En otra de sus obras, Herencia Sagrada, Rosario afirmaba que “herencia sagrada significa, para el maestro, el hecho de llevar en su título el nombre que Jesús llevó en la Tierra”. El texto continuaba describiendo la importancia de la moral, la virtud y la fe: 

“La moral inspira, impulsa, domina y manda la voluntad; es virtud, forja los más elevados sentimientos, es norma de la vida y del carácter.

Pasa del individuo a la sociedad, proporciona los goces espirituales más elevados, despierta la buena fe, impulsa a la lealtad entre las relaciones que unen y no dividen a los individuos, y a los pueblos agregaríamos nosotros, que asegura la paz y que es el pedestal que nos lleva a lo increado, a la fe en Dios, fuente de toda bondad y sabiduría.

La enorme responsabilidad que pesa sobre el maestro, encargado de forjar tal armonía en los espíritus, se comprende fácilmente”. 

Montessori y Fröbel

Las ideas de Rosario recordaban los principios educativos de dos grandes pedagogos, María Montessori y Friedrich Fröbel, de los que realizó un exhaustivo estudio comparativo. Para ella, era importante incorporar el “aprendizaje práctico” a unas clases excesivamente teóricas haciendo que la educación fuera algo ameno: “Es así como trabajamos, aunque parezca que jugamos”. 

En 1931 Rosario Vera fundaba el Primer Museo Argentino para la Escuela Primaria, del que sería su primera directora. El Museo, que aún en la actualidad sigue activo bajo el nombre de Complejo Museológico del Instituto Félix Bernasconi, nació con el objetivo de hacer de los centros educativos “escuelas vivas”. En sus salas, dedicadas a la geología, la zoología, el cuerpo humano, el folclore argentino, se refleja la esencia de sus ideas. 

El 28 de mayo de 1950, Rosario Vera Peñaloza fallecía en su casa. Tenía setenta y siete años y, aunque se había retirado oficialmente de sus cargos, seguía trabajando para mejorar la educación de los niños y niñas argentinos. 

Tal fue su legado, que miles de escuelas de Argentina llevan su nombre y el país decretó la fecha de su muerte como “Día Nacional de los Jardines de Infantes” y “Día de la Maestra Jardinera”. 

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