Sor Philomena Nduku, carmelita de la estricta observancia de 44 años, que forma parte del convento fundado en Kenia por monjas del Monasterio de la Purísima Concepción de Utrera (España), padece terribles dolores de espalda, que únicamente podrá superar con una operación quirúrgica.
El problema está en que su comunidad nunca podría contar con el dinero suficiente para poder afrontar la operación. Por este motivo, la religiosa ha enviado a Aleteia una carta, que no es un grito de ayuda, sino más bien el humilde testimonio de una bella vocación a la vida contemplativa.
Quien quiera contribuir económicamente para que se pueda operar la hermana Philomena, puede hacerlo a través de la Fundación DeClausura, indicando expresamente esta intención en la casilla dedicada al “Comentario”: https://declausura.org/donativos
Soy la hermana Philomena Nduku. Nací el 3 de junio de 1978, en el distrito de Machakos, en Kenia, en un pequeño pueblo llamado Ulutya, en la división de Masinga. Tengo 44 años. Mis padres son los señores James Muia (que en paz descanse) y Susan Kanini.
Mi vocación
Esta es la historia de mi vocación: Cuando todavía estaba en la escuela, a la edad de 16 años, aspiraba a ser religiosa, ya que seguía creciendo en mi fe cristiana. Durante mi infancia, acudía a las catequesis dirigidas por una religiosa. Un día me preguntó qué me gustaría ser, y recuerdo que le dije que quería unirme a las hermanas que dedican su vida a la oración.
Ese fue mi primer deseo, que nunca perdí hasta terminar mis estudios. Después de terminar mis estudios, este deseo siguió creciendo en mi corazón hasta que, por la gracia de Dios, siete monjas de España, del Monasterio de la Purísima Concepción de Utrera (España), fueron enviadas a comenzar una nueva fundación en Kenia, en la diócesis de Machakos. La fundación comenzó el 1 de octubre de 1999 y para entonces la madre Margarita era la priora vicaria.
El encuentro con las carmelitas
Cuando me enteré de que habían llegado, me llené de alegría, y me puse en contacto con mi director espiritual, el padre Daniel, un sacerdote keniano. Le pedí que me aconsejara, dado que ya le había explicado mi deseo de ser religiosa. Me propuso contactar con las monjas carmelitas que habían llegado a Machakos. Se lo conté a mis padres y ellos me apoyaron y me dieron el visto bueno.
Fui al monasterio y me alegré mucho de conocer a las monjas, y después de hablar con ellas me invitaron a una sesión de visita durante una semana, y después de ver su vida, mi corazón quedó plenamente satisfecho, porque sentí que había encontrado el lugar al que Dios me llamaba, es decir, ser monja contemplativa para abrazar el mundo entero en mi vida de dedicación a la oración.
Entrada al monasterio
De este modo, el 8 de diciembre de 2000, ingresé en las monjas carmelitas, y comencé mi programa de formación, que duró nueve años. Fui admitida a la profesión solemne el 21 de noviembre de 2009, en el Monasterio de Nuestra Señora del Monte Carmelo de Machakos, Kenia.
Después de cinco años de mis votos solemnes, se pidió a nuestro monasterio que hiciera otra nueva fundación en Zimbabue. Después de obtener el permiso de la Santa Sede y del prior general de la Orden Carmelita, el padre Fernando, seis monjas fueron elegidas para ir a esta nueva misión en Zimbabue. El 2 de febrero de 2015, llegamos a ese país para comenzar la nueva fundación en la diócesis de Mutare. En nuestro camino a Zimbabue, me caí en el aeropuerto, y me lesioné la espalda.
La lesión
En 2018, el dolor se hizo intenso y fui a ver a un médico de cabecera, que me mandó hacer fisioterapia. Después de algunos años, el doctor notó que no había mejoría, así que me pidió que me hiciera una resonancia magnética. Cuando la vio, me remitió al doctor Kelvin Nemayire, especialista en neurocirugía.
Fui a ver al doctor Kelvin, y cuando vio los resultados, dijo que los discos se habían salido de la posición correcta: están tocando los nervios, motivo de los fuertes dolores de espalda que sufro al trabajar, al dormir, y al estar sentada durante mucho tiempo.
Ayuda
El neurocirujano dijo que el único remedio es la cirugía. Acepté su sugerencia, porque me aseguró que estaré bien después de la operación, ya que ha tratado a muchas personas con un problema similar al que estoy teniendo.
Por la gracia de Dios espero conseguir ayuda financiera para que, de esta manera, pueda proceder a la operación.
Que Dios les bendiga.