¿Sabes que en el mundo hay miles de hombres y mujeres que en estos momentos están dedicando su vida para rezar por nosotros, consagrándose a Dios en la oración y el trabajo?
Para agradecer la dedicación de los monjes y monjas contemplativos, que en su gran mayoría son precisamente mujeres, la Iglesia les ha dedicado un día especial, la Jornada Pro Orantibus.
En países de lengua española esta jornada se celebra este domingo, 4 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad.
Más de tres mil monasterios de contemplativas
A nivel mundial, la jornada fue instituida por el Papa Pío XII, en 1953. Antes, tras la segunda guerra mundial, ese Papa había pedido una investigación sobre la situación de los monasterios de clausura en el mundo. El resultado fue preocupante: a menudo estos conventos y monasterios vivían en situaciones de indigencia.
En el mundo, hay 3.180 monasterios o conventos de monjas de clausura.
En España, en particular, esta Jornada tiene una importante tradición, pues en ese país se concentra una tercera parte de la vida contemplativa del mundo, y es el primer país con el mayor número de monasterios en su territorio.
Los obispos de la Conferencia Episcopal Española han enviado con motivo de esta Jornada un mensaje en el que rinden homenaje a los contemplativos.
Generadores de esperanza
En momentos en los que el mundo necesita motivos de esperanza, los obispos españoles resaltan que en el "luminoso horizonte" de la vida contemplativa está, precisamente, «generar esperanza».
Un lema que pone el foco en la esperanza ante una realidad en la que "no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido". También, a una escala más personal, "al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante".
Los obispos lamentan que “esta percepción amarga” parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, “entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios”. A ellos, recuerdan, se dirige con frecuencia el papa Francisco para “instarlos vivamente a la esperanza”.
Los religiosos de clausura, matizan los obispos en su mensaje, al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad.
En cada convento y monasterio "la esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana" al cultivar la oración y la celebración; la fraternidad y la reconciliación; la hospitalidad y la caridad; el trabajo y el descanso.