Su fama y talento son conocidos en todos los continentes por su excelencia y habilidades gastronómicas y culinarias. Es reconocida por su belleza como mujer Nayarita, reconocida por sus talentos dentro y fuera de la cocina; por su sabiduría y experiencia.
Y reconocida además, por el trato humano que da a cada uno de los concursantes y participantes de Master Chef México en cada temporada. Siempre da consejos acertados, con un matiz, una pincelada, una pizca de su fe católica, pues siempre busca trasmitir consejos y mensajes que queden grabados en el corazón de sus alumnos.
Siempre con un trato humano que no humilla, pero si educa, forma y enseña a los participantes a ser excelentes en su trabajo, limpios y ordenados. Su paciencia y sus palabras son maternales cuando se dirige a sus alumnos y participantes del exitoso programa. La Chef Betty defiende los valores familiares y reconoce la formación católica de los Jesuitas que recibió.
Ella abrió las puertas de su corazón y de sus recuerdos a Aleteia en exclusiva. Nos compartió como el amor por la Virgen María la ha guiado por todos sus caminos y emprendimientos de su vida, sintiendo a cada paso que da, el amor maternal de la Madre de Dios. Y de pilón nos contó cómo se escapaba con la Madre Flor de la producción de Master Chef, para irse a misa las dos juntas…
¿Quién es la chef Betty Vázquez?
Nací en Tepic, Nayarit (México) y tuve la oportunidad de estar ahí hasta los 15 años. Por falta de oportunidades, mis papás decidieron que saliéramos a estudiar fuera.
Vengo de una familia muy católica, los primeros seis años de la escuela fue en un colegio católico y eso me dio las bases, la formación y la consciencia, aunque no al pleno. Luego salí a una escuela preparatoria de Jesuitas, que me dio la oportunidad de entender la religión con diferentes aristas. Tuve la oportunidad de vivir con compañeros de otras religiones y eso me ayudó a entender que lo que las religiones buscan son mejores seres humanos.
Después, regresé a mi estado, viví en Europa un tiempo, en Estados Unidos, en la ciudad de Guadalajara y cuando terminé mi carrera regresé al puerto de San Blas a ejercer parte de mi carrera, porque había hecho una licencia de guía de turistas y una carrera de control aéreo, pero no estaba plena. Entonces, entré a la hotelería y, en la hotelería, ya tengo 40 años trabajando en la cocina de un hotel que me ha dado muchas satisfacciones, alegrías, retos, se han llorado muchas cebollas para poder llegar a una serenidad como cocinera, siempre buscando nuevos retos y oportunidades.
Aparte de ser asesor gastronómico del lugar donde trabajo, me dediqué a promover la gastronomía y el turismo a nivel regional, nacional e internacional, y ahí fue en donde me encontró Master Chef para hacer el programa. Pero en sí, es una vida de trabajo, de compromiso, de crecimiento personal y profesional, siempre mirando al mar y ahí, donde el mar y el cielo se juntan, encuentro la serenidad de saber que hay mucho más de lo que no entiendo, pero que debo dejar oír mi corazón. La parte creativa de mi persona son los momentos en los que veo la naturaleza y entiendo que es tan perfecta y contundentemente divina que hay un Creador y me vuelvo a encontrar con la serenidad de la fe.
He viajado mucho y me he emocionado muchas veces con el encuentro de seres humanos en donde también veo la creación de Dios y, en el viaje, me doy cuenta que tengo mucho qué hacer con mi equipo, con mi familia, pues vengo de una familia muy unida.
¿Eres casada?
No, soy soltera. Y eso me ha permitido tener un crecimiento personal y profesional de diferente manera, porque mucha gente piensa que la realización de la mujer es tener hijos y pareja, pero yo desde muy joven vi cómo la gente se casaba y se descasaba y lo veo todavía, y es algo que no me parece.
Mis papás duraron de novios nueve años y casados 54 años. Yo decía: “Si no encuentro una pareja correcta, está bien, me quedo soltera”. Sí se me hacía muy difícil pensar en hijos y no tener una pareja, porque me parece que la creación de un ser humano debe de tener el apapacho de padre y madre, y eso lo tuve muy claro. Cuando la gente me pregunta esto, les digo que me casé con mi cocina, con mi negocio y que tengo muchos hijos porque cada gente que trabaja conmigo son mis niños.
Vivo en una tranquilidad emocional como profesional y mi vida personal se siente plena sin hijos y sin pareja.
¿En alguna vez te enamoraste? ¿Estás abierta al matrimonio?
Enamorada, no, porque entonces ya me hubiera casado. Tuve grandes amigos que quise mucho, pero nunca se dio porque nunca los vi como parejas. Entonces, te puedo decir que tengo grandes amores en amistad y los sigo manteniendo aún a la distancia. Pero no creo que pase a estas alturas de mi vida, porque soy muy independiente, con mis tiempos y a mi manera. Y en una sociedad, todavía machista, tener pareja, con el ritmo de vida que yo tengo, no va durar. Pero no digo “zape hasta que no escape”, porque de repente por ahí viene uno.
Los planes de Dios son perfectos
Son perfectos. A mí me ha dado grandes sorpresas y estoy convencida que al levantarnos debemos agradecer que respiramos y que tenemos a los nuestros bien, especialmente en estos últimos años que han sido complejos, pero la vida nos sorprende. Dios, quien está alrededor de nosotros, siempre nos va maravillar.
¿Tú tienes muy bien definido que el matrimonio es por la Iglesia y para toda la vida?
Tuve un modelo claro con mis papás, sin embargo, mi abuela materna, casada por la iglesia, cuando vio que no tenía respeto de su esposo, dijo “yo no tengo porque quedarme”. También, uno de mis abuelos enviudo y veintitantos años después se volvió a casar. Entonces, he tenido todos los modelos y yo respeto.
¿Cómo ha influido Dios para que tú enfrentes la vida?
Es la formación que desde niños tenemos. Mi mamá y mi abuela nos llevaban a misa, mi papá nos acompañaba, pero nunca practicante al cien. Mi papá es hijo de un masón, un masón que rezaba y estaba convencido de que había un Dios maravilloso, pero él no sabía rezar y mi mamá lo enseñó. Hay una historia muy bonita de cuando ellos se conocieron, mi papá estaba bautizado, pero no tenía ningún otro sacramento, entonces, le dijo a mi mamá que se quería casar y mi mamá le dijo que sí, pero que por todas las de la ley.
Entonces, se acercaron a la Iglesia local en Tepic y un sacerdote agustino le dijo que necesitaba organizarse e ir a sus pláticas si se quería casar con mi mamá. Y mi papa, estando en México, hizo todo lo que tenía que hacer porque quería casarse correctamente con mi mamá. En mi casa hay ejemplo de todo, pero siempre mucho amor, porque en el momento en que mi papá accede a tener todos los sacramentos es por amor a mi madre.
Del lado materno tuve una abuela muy católica y una madre muy practicante. Mis papás se casan y nos educan en la fe al darnos una formación católica desde la educación primaria. En la secundaria estuvimos en una de gobierno, porque mi papá quería que viéramos las dos partes y, aun así, varios de mis maestros eran católicos.
En preparatoria fui a un colegio jesuita, entonces, volví al redil de las actividades, especialmente en pro del prójimo. Los jesuitas te abren el mundo de oración, de libertad, y nos inculcaron el “Sé bueno, no hagas cosas que no te gustaría que te hicieran”, y creo que eso ha regido el camino que vivo, el trabajo, el compromiso con la empresa, el ser parte de una comunidad.
Yo vivo en un pueblito muy chiquito, que siempre ha tenido una comunidad religiosa y siempre hemos visto monjas en acción: llevando la comunión, haciendo servicio social y nos vamos encariñando con ellas. También tenemos la fortuna, en el estado de Nayarit, de tener congregaciones franciscanas y clarisas y hoy por hoy la Congregación Franciscana, es la que cuida a la Virgen de Talpa.
También tenemos la fortuna, por eso te dio que medio te separas y luego Diosito te echa el ancla, de que el obispo de Mazatlán, don Mario, es nayarita y de repente también viene a casa, al igual que nuestro cardenal Carlos Aguiar, quien también es tepiqueño, amigo de casa y nos toca atenderlo. Y cuando dices “hoy Diosito no me habló”, entonces llega alguien y a través de él te dice: “Sí, aquí estoy, no te he olvidado”. Siempre te pasan cosas que te dicen “no estás solo”. Entonces, mi vida siempre dentro de la empresa, de mi casa, con estas sorpresas que te da la vida de gente que es consagrado, que llegan y te enseñan a leer y entender la biblia. Además, tuvimos por unos cuatro o cinco años, a las hermanas servidoras de la palabra que nos enseñaron a entenderla.
¿Eres mariana?
Sí soy mariana y sí entiendo que la intercesión de María Madre con Dios es directa. Yo vivo en el puerto de San Blas, fundado en 1768 por una comunidad española que iba rumbo a toda la alta california y que nos dejó la bendición de tener a la Virgen del Rosario, la marinera, que en España se llama la Galeona.
Por cuestiones del destino, por más de 200 años, desapareció la devoción a la Virgen y a finales de los años 90 llegó un descendiente del primer comandante de la zona naval de San Blas y preguntó por la Virgen y, como nadie sabía, él prometió regresar la imagen que está en bulto y lo hizo en 1998 en una peregrinación hermosísima que hacía el grupo Quetzalt, un grupo de jóvenes españoles y mexicanos.
Cuando la Virgen llegó nos empezamos a empapar de su historia, pero cambiaron el párroco y la Virgen quedó guardada hasta que llegó el siguiente párroco, en el 2005 y, de ahí, hasta el 2010 rezábamos el rosario en comunidad. Había mucha efervescencia y empezamos a ver lo que se puede hacer en una oración comunitaria; empezaron a surgir los milagros.
En casa mi mamá lee, reza todos los días y nosotros en el trayecto del día a día y, cada vez que hemos pedido con devoción, nos ha concedido los milagros. Hablo de milagros de salud, palpables y estamos haciendo una junta de constancias médicas, pues tenemos a varios sanados de cáncer terminal, y los médicos nos dicen “no sé qué están haciendo, pero síganlo haciendo”.
Además, se han solucionado problemas económicos y problemas de cárcel con injusticia, señales que nos hacen creer que es Nuestra Señora del Rosario. Soy muy mariana, muy devota de ella y, junto con un grupo de gente, imprimimos la oración de la marinera y ponemos las estampitas en lugares públicos y, así, se ha ido haciendo una red en la que ya tenemos muchos seguidores en toda la república.
En una forma abierta y a veces más velada, trato que todo lo que salga de mi boca sea constructivo y que pueda tocar alguna cuerda sensible de alguien y, que entienda, que es un mensaje que salió de mi boca, pero que, si te llegó, es porque Dios o María te lo manda.
¿Cómo llegaste a Master Chef?
Fue un milagro de Dios, porque el programa no lo pedí. Yo tenía un dilema, porque un proyecto no había funcionado, estaba enojada y me habló un amigo, que es judío, y me dijo: “¿Cómo te sientes? ¿No se te hizo verdad?” Le dije que no, que no había trabajado lo suficiente y que ahora quería un programa de televisión y a los 45 días me hablaron de Televisión Azteca.
Yo tenía mucho trabajo y les dije que me mandaran un correo y al otro día me marcaron por la noche y me dijeron: “Chef, óiganos, le vamos a cambiar la vida”. Y al día siguiente que me dijeron del proyecto, yo dije: “Jesús, esto es un milagro”. De eso ya pasaron siete años y sigo agradeciendo y bendiciendo este regalo que me dieron en una época de mi vida en donde creía que ya había hecho todo, pero me di cuenta que tengo mucho que hacer y decir y que puedo ser ejemplo para alguien más. Yo siempre me pongo en las manos de Dios y que se haga su voluntad, aunque a veces no la entiendo, pero le pido que me dé luz.
¿Cómo fue tu relación con la madre Flor?
La primera temporada en donde ella concurso yo tenía como regla del programa mantener una lejanía, sin embargo, nos teníamos que levantar muy temprano y ella ya andaba con su libro de oraciones y una vez le dije: “Madre, ya andas leyendo las Laudes”, y me dijo: “¿Por qué tu sabes de las Laudes? Y empezamos a tener afinidad y cuando la veía con su Rosario me la sentaba a un lado.
En la segunda temporada ella fue la nana de los niños y ya pudimos tener cercanía y hermandad y es una persona extraordinaria con la que tengo coincidencias muy bonitas. Imagínate, decidió ser consagrada a los 13 años, tiene una familia muy grande, muchos hermanos, ha vivido en Europa y le dieron permiso para estar en el programa.
La hermana Flor hoy vive en Roma apoyando en la cocina de un seminario muy cerquita del Vaticano y le hablo cada dos semanas, pues seguimos siendo muy amigas y sabemos que, la una por la otra, ora en su día a día. Ella es 10 años más grande que yo y, sin embargo, no baja su ritmo, no baja su alegría, su entusiasmo y es una persona digna de admirar porque está convencida que su labor es lo que está haciendo. Yo muchas veces le pregunté:” ¿Pero cómo sabías que esta era tu labor?”, y ella me decía: “No sé, era muy chica, pero estoy feliz y donde uno está feliz, uno debe estar”. Sus contestaciones eran así de contundentes.
Después de siete años de conocernos seguimos siendo amigas. En la primera temporada la hermana flor era compañera de Gina y Gina es judía ortodoxa, imagínate esta combinación y las dos son divinas y las dos se aman con profundo respeto. Es bonito que entendamos que cada uno nació en un espacio.
El cariño que nos tenemos está basado primero, en el profundo respeto que le tengo como ser humano, una persona asombrosa que decidió entregar su vida a una comunidad. Es súper divertida, súper simpática, abierta a gozar el momento. Y me decía: “El domingo me voy a levantar temprano, hay verás si te levantas y vas a misa conmigo”. Y nos tocó muchos domingos ir a misa juntas.
Muchas platicas sencillas y un misticismo muy profundo de como ella ve la vida y como entregó su vida a la congregación. Tiene una jovialidad impresionante y siempre está rodeada de gente joven. Es una persona feliz y bendecida.
¿Cómo la virgen te ha cuidado de los peligros del mundo?
Ha habido de todo y creo que lo más importante son las bases familiares. Mucho de la desintegración y esta locura de sociedad que estamos viviendo, es la falta de bases morales de compromiso de una familia. Los chicos de los últimos 20 años ya van al matrimonio con la mentalidad “si no me va bien, me divorcio”, y no, debes de ir con el compromiso, porque es un estira y afloja porque yo lo vi en mis papás. La base de una buena sociedad, es la base de una buena familia y eso influye en la educación que le vas a dar a tus hijos.
Yo viajé desde muy chica y mis papás me decían: “Cuídate, tú ya sabes lo que está bien y lo que está mal y nunca olvides lo que has visto en casa”. A los 15 años me dejaron viajar un año a Estados Unidos y viví con una familia mormona y hacía todo lo que la familia hacía en su religión y, respetuosamente, me llevaban todos los domingos a misa a una iglesia católica.
Siempre fue interesante ver que tenía mi angelito de la guarda y que siempre ha estado junto a mí, así como los consejos de mi abuela, de mi madre. Si te portas bien es muy difícil que te vaya mal, si andas buscando problemas vas a encontrar problemas y seguro no la vas a pasar bien.
Para mí, la gente debe de entender que hay un ser divino creador y debe de encontrarlo, es una de las misiones que debemos tener en la vida: encontrar al creador. De repente naces sin religión o te tocó nacer en una familia sin valores, pero en algún momento te lo vas a encontrar y dirás: “Ya me encontró y no me puedo soltar de su mano, o de su manto”. Y le dirás: “No me dejes”.
Hace poco vino una chiquita encantadora, de 4 o 5 años, que tiene un cáncer muy agresivo y tiene que recibir 120 quimios y va en la 78, y cuando llegó le dijo a sus papás: “Llegamos al hotel donde vive la señora que me habla”, y los papás no entendieron.
Entonces, la niña se les salió del cuarto y dentro del hotel está la capilla con la Virgen del Rosario en un cuadro y por un lado a la Virgen de Guadalupe, y la niña se fue a sentar a una banca de la capilla y estaba platicando con “alguien” que le habla. Los papás estaban preocupados, pusieron la alerta en el hotel, las puertas se cerraron y la niña estaba en la capilla. La mamá le preguntó: ¿Por qué viniste aquí? Y la niña dijo: “Porque la señora me hablaba, que quería hablar conmigo y me dijo que vamos a estar bien”.
Eso fue cuando estaba en la quimio 69 y estaba muy desgastada. Sus papás me mandan mensajes y me dicen: “La oración la rezamos diario, Ámbar también reza pensando en que va a estar bien”. La gente lo que necesita es creer para seguir adelante y, a través de una nena de cinco años, encontramos una fe renovada de los papás.
¿Qué significa para ti la Eucaristía?
Es plenitud, es saber que estoy bien, que estoy acompañada y que estoy recibiendo la gota divina para mantenerme viva y mantener viva mi fe; es saber que estoy en gracia y eso me compromete a ser coherente con lo que digo y con lo que hago. Lo más hermoso como seres humanos es estar en paz y la paz más perfecta es cuando estás en gracia, y eso es la Eucaristía, saber que pase lo que pase vas a estar bien.
Yo creo en un Dios misericordioso, bondadoso que ha sabido perdonar. Vi morir a mi abuela, le sostuve la mano hasta el último momento y fue una energía tan particular en su habitación, que te puedo decir que bajó Dios por ella, y la muestra, fue que mi abuela de 95 años quedó como una muchacha de 15. Estoy convencida de que el día que nos toque, como decimos en casa, “colgar los tenis”, lo vamos a hacer con la serenidad y la alegría de que vamos a ir a un encuentro y que, si estás en gracia y en paz, va ser un encuentro muy bonito.
¿Haces oración antes de preparar tus alimentos?
Me levanto y le agradezco a Dios estar viva, le dedico mis esfuerzos y mis cansancios. Y en el camino del día voy haciendo cosas para conectar con mi fe.
En casa todos comemos a deshoras y solo digo: “Bocadito sagrado hazme provechito”. En casa, si nos sentamos a comer, sí agradecemos el alimento y sí agradezco tener este bocado de aire de alimento, de vida y agradezco aprender algo todos los días. Estoy por cumplir 61 años y espero no parar, para poder seguir creciendo y enseñando.
¿Has tenido un momento oscuro o difícil dentro de Master Chef?
Sí. Y me costó mucho tiempo analizar la situación, tres o cuatro temporadas de 10, en donde decía: “en algún momento todo se va poner en su lugar, en algún momento las cosas deben de ser correctas”. A mí no me gustan los gritos ni las faltas de respeto.
Tuve dos compañeros que fueron demasiado agresivos con los concursantes y me parecía que no era lo correcto porque ya tenemos demasiada agresividad en el mundo como para que aparte, en un programa de entretenimiento, provocar este tipo de cosas. Me parece que podemos hacer un gran programa de entretenimiento sin faltar al respeto, a la dignidad de las personas. En su momento tuve que pedir disculpas que no me correspondían, pero que las quería dar.
El tiempo pone todo en su lugar, Dios tiene sus tiempos y hoy tengo compañeros extraordinarios, un ambiente muy sano de trabajo. Problemas siempre habrá, pero soy prudente y observadora para plantear la situación.
Lo único que puedo decir de Master Chef es que le agradezco a la vida porque aun en esos momentos oscuros, hubo un gran aprendizaje, porque Dios tiene sus momentos perfectos y pone todo en su lugar.
¿Qué le dirías al papa Francisco si algún día lo ves?
Yo a Paquito lo quiero mucho. Me parece que es un papa abierto, cercano, reconstructor, de mucha aceptación de cosas que bien o mal se habían hecho en la Iglesia. El que hable nuestro idioma es maravilloso. Nosotros le decimos a don Carlos Aguiar que cada vez que lo vea, que le diga que toda la familia somos fans del humano.
A Paquito le diría que Dios lo siga bendiciendo, que siga bendiciendo su forma tan sencilla y tan humana de hablarnos y que en el momento en que tenga que tomar decisiones, siempre vaya acompañado de oración y de la profunda cercanía de Dios y María. Y que nunca se olvide que los latinos somos la fuerza católica del mundo.
El, junto con monseñor Aguiar, que fueron los formadores de Aparecida, me parece que hicieron una gran labor y que nos dieron a los laicos la fortaleza para entender lo que nos toca hacer.
A raíz de tener a la Virgen del Rosario, hay una formación en mí, porque cuando estaba en un quiebre de fe, Ella llegó para decirme que no estaba sola. Y Dios me ha enseñado con su amor que yo soy un ser vivo, con errores, con valías, en un proceso de buscar santificación o al menos gracia. María siempre está con nosotros y si ella está con nosotros, estamos bien. No sé qué tan buena católica soy, pero sí sé que soy una católica que ora mucho.