Gabino Díez Merchán tenía diez años cuando quedó huérfano. La guerra le marcó. Cómo a toda una generación de españoles. Nació y creció en un pequeño pueblo de Toledo. Uno de sus primeros recuerdos los tiene junto a su hermana y sus padres. Lo explica Pedro Miguel Lamet en su libro “Las trincheras de Dios”:
El fusilamiento de sus padres tendría lugar meses después. Estaba todo preparado. Su padre era un pequeño empresario, miembro del Partido Republicano Democrático. Lo arrestaron y se lo llevaron a la cárcel. Su mujer, la madre de Gabino, entendió lo que le pasaba y le dijo a su marido: “Si mueres, yo quiero morir contigo”. “Señora, usted está loca, nadie piensa hacerle nada a su marido”, le respondieron. Ella regresó triste a casa. Al cabo de una hora volvieron por ella.
Tenían claro lo que iba a ocurrir. Paz se encontró a su marido metido en un coche. La subieron con él. La llevaron a un lugar de la carretera entre Mora y Orgaz y los fusilaron.
No vas a querer tú más a tus hijos que Dios
Gabino Díez Mechán era muy pequeño y tardó en enterarse de lo sucedido. Le dijeron que sus padres habían escapado a México. Tardó años en recuperar sus cadáveres. Al acabar la guerra los desenterraron y el cuerpo de su padre tardó en aparecer.
El perdón
Esta anécdota marcaría su vida: “Por mucho que vocifere, a mis padres nadie me los va a devolver, ni tampoco al que ha perdido a sus seres queridos en el otro bando”, explica Monseñor Gabino Díez Merchán: “Y esto o es una cosa que, o lo reconoces en paz o vives toda tu vida amargado. Por otra parte, a medida que la gente tiene más cultura y se le deja pensar, sin querer influir demasiado en su pensamiento, todos nos vamos haciendo nuestro propio juicio. Y no todos tenemos que pensar igual. En la misma Iglesia hay unos que están más a la izquierda, otros más a la derecha, y tiene que ser así, y no pretender, a través del poder del Estado, de los partidos políticos o de los medios de comunicación poderosos, que todo el mundo piense como los que tienen ese poder. Convertir a la población en masa sin pluralidad es la agresión más peligrosa contra la democracia”.