Al igual que los vampiros, muchos jóvenes permanecen despiertos hasta el amanecer, compartiendo publicaciones, chateando, jugando, viendo videos o navegando por las redes sociales. El Vamping te permite participar en una especie de cibercomunidad nocturna, donde puedes encontrarte y tener citas virtuales: en las publicaciones compartidas por la noche, de hecho, los adolescentes usan el hashtag #vamping para hacerse notar o interactuar con aquellos que, como ellos, deciden quedarse despiertos toda la noche.
Esta práctica, muy difundida en particular entre los adolescentes, nació en los EE. UU. pero ahora está muy extendida también en Italia y algunos países europeos. De hecho, según las cifras recogidas por el Observatorio Nacional de la Adolescencia, “6 de cada 10 adolescentes afirman que suelen quedarse despiertos hasta la madrugada charlando, hablando y jugando con los amigos, frente a los 4 de cada 10 preadolescentes” (el 62 % de los adolescentes permanece despierto hasta altas horas de la noche y el 15% se despierta sistemáticamente, incluso después de quedarse dormido, para consultar las notificaciones en las redes sociales).
¿Por qué lo hacen?
Las razones son muchas, pero el mínimo común denominador es siempre el mismo: la búsqueda de otros y su aprobación. Para mantenerse conectados con los demás y comunicarse con ellos, para buscar la aprobación entre pares, para disipar la ansiedad del futuro que les espera, para llenar vacíos y tratar de contrarrestar el malestar que sienten en este momento histórico en esa franja crítica que representa su edad. Por la noche, lejos de las miradas de sus padres, experimentan una dimensión de transgresión y rebeldía contra la autoridad que antes, nosotros adultos, expresábamos fuera del hogar. Pero no solo eso: algunos jóvenes disfrutan de este pasatiempo nocturno, porque ya tienen una agenda llena entre escuela, deportes, repeticiones, deberes, etc., y tienen muy poco tiempo para socializar con sus compañeros.
Los riesgos
Dormir pocas horas por la noche genera un trastorno en los ritmos fisiológicos del organismo, generando numerosos efectos nocivos y perturbadores como:
• irritabilidad y nerviosismo;
• poca atención e interés en el mundo real;
• fatiga física y emocional;
• aumento de los niveles de ansiedad;
• estado de ánimo con tendencia a la depresión;
Este tipo de práctica, por tanto, puede causar daños en el desarrollo psicofísico del adolescente, pudiendo también afectar negativamente el rendimiento académico o las relaciones interpersonales de los sujetos. Además, el fenómeno del vamping, se produce por la noche cuando se liberan las inhibiciones y la mente se nubla por el sueño y el cansancio, esto parece favorecer conductas patológicas como el sexting, el ciberacoso y la difusión de material privado en la red.
¿Qué hacer?
Lo primero sería crear reglas compartidas, especialmente para los más pequeños, y dar pautas precisas sobre el uso de las herramientas digitales. Es necesario establecer cuánto tiempo y cómo nuestro hijo puede permanecer conectado libremente, encontrando compromisos más que imposiciones, para que no transgreda.
La familia y las instituciones educativas juegan un papel fundamental en la formación de los jóvenes en el uso consciente de la tecnología. Las iniciativas de sensibilización sobre el tema en la escuela pueden ser útiles para una adecuada orientación en materia digital y son fundamentales las necesarias precauciones de los padres sobre los hábitos digitales de sus hijos. Deberíamos:
• educar a los niños a la tecnología desde edades tempranas, con reglas precisas que marcan tiempos y modalidades para el consumo de TV, smartphones, videojuegos e Internet;
• conceder a los niños el espacio necesario para una adecuada socialización, es decir, momentos libres para estar con amigos;
• estar presente cualitativamente en la adolescencia de los hijos, en modo de configurarse como puntos de referencia en los que apoyarse en caso de dudas y necesidades.