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Actriz mexicana Elena de Tellitu sufrió acoso sexual, pero su fe católica la salvó

ELENA DE TELLITU
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Jesús V. Picón - publicado el 26/06/22
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Miles de dólares le ofrecieron para ir contra sus principios y valores. Gracias a la fe no terminó en redes de trata sexual

Elena de Tellitu durante muchos años ha sido actriz de comerciales y telenovelas. Su rostro angelical y su belleza la han llevado a protagonizar y conducir programas en México y Estados Unidos. Su rostro ha representado a innumerables marcas comerciales.

Pero durante sus más de 28 años de carrera ha sufrido también propuestas donde le ofrecieron miles de dólares por aceptar acciones indecorosas, vulgares, relaciones sexuales y actividades que van en contra de sus principios y valores.

Gracias a su fe católica pudo salvarse de las redes de trata sexual dentro de los medios de comunicación. Gracias a su amor por la castidad evitó desnudarse para ser famosa, porque ella está convencida, que las mujeres tienen un gran poder para llevar a los hombres al infierno o al cielo.

Y para ella es mejor que una mujer busque que se enamoren de su alma y no de su cuerpo. En esta entrevista Elena recomienda y da consejos a las mujeres para que no caigan en la tentación de desnudarse en la calle, en los medios y en las redes sociales.

-Elena, gracias por concedernos esta segunda entrevista para Aleteia. Para quienes aún no te conozcan, ¿puedes resumirnos quién es Elena de Tellitu y su vida profesional?

Mis amigas me dicen que soy como una viejita prematura, porque tengo una larga historia, pero trataré de ser breve: soy Elena de Tellitu, soy de Monterrey, Nuevo León (México), soy madre, actriz, conductora y conferencista católica.

La televisión ha sido fascinante, pero creo yo que los artistas, que somos almas verdaderamente libres, debemos buscar espacios; eso es algo que me enseñó san Juan Pablo II.

Así que tengo 28 años en las comunicaciones, y 12 años ya en que, por iniciativa del Espíritu Santo, nace “Tranquila Corazón”, presente en internet y en las redes sociales.

Mi carrera me llevó a lugares espectaculares. Siempre digo, que si te enfocas en la meta, las cosas suceden; y yo, siendo una niña, tenía un sueño, me enfoqué, creí en mí y Dios creyó en mí. Así que llegué a lugares que nunca me imaginé, y a programas internacionales, ocupando el tercer lugar del ranking en televisoras de cable de Estados Unidos.

Ya estaba ahí, pero me di cuenta de que un programa diario en la televisión no era la felicidad, que es algo increíble pero que también tiene belleza el anonimato.

Está de moda vender packs de fotografías íntimas o venderse en Only Fans. ¿Cuál es tu sentir respecto a que mujeres, niñas y adolescentes con tanta facilidad se exhiben desnudas en las redes sociales o plataformas digitales?

Justamente se da por la necesidad de reconocimiento. Y hay dos conceptos que creo que hay que profundizar en esto que me preguntas, miedo y falta de fe.

Cuando digo miedo, quisiera hacer énfasis en esto que gritaba hermoso san Juan Pablo II: “¡Jóvenes, no tengan miedo!”. En el Evangelio, no he contado cuántas veces, Jesús nos dijo de diferentes maneras: “No teman”, “No tengan miedo”, “Yo estoy con ustedes”.

El fenómeno, que ya estaba ocurriendo, obviamente por la pandemia de covid se ha incrementado, pero en realidad es un asunto de muchos años, y me parece que se llama algo así como “only fans”, en la que tus seguidores te quieren ver desnudo o desnuda, y ahora dices: “¡La situación está muy crítica, no hay trabajo, y si me tengo que desnudar pues me voy a desnudar porque ya no hay nada más que hacer!”.

Y qué es esto? Falta de fe. Esto es todo lo que mis ojos naturales ven: “¡Así está el mundo, y si me tengo que encuerar pues lo voy a hacer porque no hay más!”. Qué triste, porque entonces dónde está tu confianza, dónde está tu esperanza, dónde está el saber que esto va a pasar, como ya lo estamos viendo.

Y, cuando pase, ¿qué va a suceder? Una de dos, o dices “¡Qué bien, qué orgulloso o qué orgullosa me siento, porque era la única opción que yo tenía!”, o te arrepientes. Si te arrepientes te dirás: “¿Qué hice? ¡Qué desesperada estaba! ¡Me vendí, no me importó mostrarme!”.

Suele haber un engaño tremendo con esta farsa del “soy una mujer tan segura de mí misma o soy un hombre tan seguro de mí mismo que no me importa. ¡Yo me amo tanto!”. Pues si te amaras tanto no te mostrarías ante los demás, porque tu cuerpo es íntimo, y es para tu marido o para tu esposa.

Y hay que poner en duda que el que se exhibe tiene una gran autoestima, porque quien se ama a sí mismo no se regala. Peor aún, más que regalándote, te estás vendiendo. Es falta de fe.

El libro “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl, un hombre que vivió el Holocausto, señala que todos pasamos por un pequeño Holocausto en vida. Pero, al mismo tiempo, “La vida es bella”, como es el título de esa película que era una de las favoritas de san Juan Pablo II, y en la que el padre de familia le hace ver a su hijo, que la vida es bella a pesar del Holocausto.

Es decir, aun en medio de la belleza de la vida, vivimos momentos difíciles; pero si te faltaba fe, en medio del Holocausto, lo más fácil era arrojarte a la reja eléctrica, como ahora sería arrojarte al Metro o, en este caso, desnudarte, porque “ya no hay de otra”.

Yo pienso que la falta de felicidad en este mundo es por falta de fe. Y la gente no se detiene a pensar, sino que se va con la corriente. Pero esto es de hace muchos años.

Cuando yo estaba fuerte en la televisión, acababa de pasar por un divorcio civil –porque soy divorciada para el mundo, pero para Dios soy soltera porque nunca me casé por la Iglesia--, y parece que el diablo se la sabe de todas, porque yo era una madre soltera que necesitaba dinero para salir adelante; entonces empezaron a llegar las llamadas telefónicas para que yo saliera en una de esas revistas donde hay que quitarse la ropa, y la cosa es así: entre más enseñes, más dinero te pagan. Y yo respondí: “¡Ni me digan!”. Porque si tu autoestima está sana y si conoces tu valor, nunca te van a llegar al precio.

Y pasó el tiempo y mi hijo me dijo: “Mamá, qué bueno que no lo hiciste”. Y esto les quiero decir a los jóvenes: ¿Creen que va a ser grato que el día de mañana sus hijos les digan: “Mamá, dice mi amigo de la universidad que si por favor le firmas un autógrafo en tu glúteo derecho en esta foto tuya”.

Suena a broma, pero lo que tienen que entender es que nada vale para que hagan eso. Aunque te traten de lavar el cerebro diciéndote: “Al contrario, te vas a sentir muy orgullosa, y vas a decirte “qué guapa estabas de joven’”. Y a lo mejor, al paso del tiempo, se auto-engañarán a sí mismos y dirán, “No me arrepiento”; pero lo dudo.

Durante toda tu carrera de actriz, de modelo y de conductora, ¿te quisieron tentar con propuestas indecorosas? ¿Acoso? ¿Y cómo te ayudó la tu fe a superarlo?

Descubrí que Dios siempre estuvo conmigo, aunque por muchos años yo no lo hacía presente. Y ahora sé que no sólo está conmigo sino que puede estar en mí por la Gracia.

El Señor ha estado presente en mi carrera. Creo que yo siempre tuve una especie de “santa necedad”. La gente decía: “¡Ah, te quieres salir con la tuya!”; pero lo que yo quería era “salirme con la de Dios”.

Y me decían: “Es que te vas a quedar sin comer, Elena”, y mi respuesta era: “No me importa, porque yo no quiero aceptar hacer esto que me proponen”.

Yo me casé por lo civil muy jovencita con el papá de mi hijo, y algunos productores me veían y preguntaban: “¿Tú eres la que está casada y tiene un hijo?”. Era como un “tú no me sirves”.

Aunque por otro lado era muy bueno, porque estaba como apartada, así que yo no era la que anduvo con éste y con aquél, porque estaba casada.

Pero luego vino el divorcio, y yo no sabía lo que era el mundo para una madre soltera. ¿Podía decir que yo era muy segura de mis dones y mis talentos? No. Pero, aun con miedo, decidí pasar de la actuación a la conducción, porque yo le tenía que dar de comer a mi hijo. Así que haces las cosas por amor.

Ahora bien, sí me topé con propuestas indebidas, pero no todo el tiempo; a veces suponían que yo iba a ceder, porque me veían sola, y que necesitas dinero. Pero después, cuando te conocen, ven que se equivocaron.

Ven tu firmeza de carácter, tus valores, y que tú crees en tus dones y talentos aun cuando no estén desarrollados del todo. Llegué a sentirme cansada de que me dijeran: “¿Ya vas a querer andar conmigo?”, y yo les contestaba: “Es que yo no ando con hombres casados”.

Pero con esto se me cerraban puertas. Y algunos amigos me aconsejaban: “Pues juega con ellos diciéndoles que sí, pero no les digas cuándo”, pero yo no podía hacer eso.

Más la vida te va dando otras oportunidades, y yo vi que podía probar en publicidad, o en teatro, o en conducción, y que así podía ser un alma libre, porque los artistas somos almas libres. Y ahí es donde empiezas a oír la voz del Espíritu Santo, que te dice: “Sígueme”.

Entonces, ¿he dejado de ser actriz? No, soy actriz pero libre, siguiendo a Dios a donde me lleve.

Te cuento una anécdota fuerte, determinante, que viví. Un día yo estaba arreglándome para hacer un casting de publicidad, en ese entonces estaba mi imagen fuerte en la televisión, y entonces recibí una llamada del ahora ex marido de una conocida mía; ella por muchos años no había sabido que él “jineteaba” mujeres, es decir, que buscaba mujeres para ofrecerlas a hombres.

Pues me llama y me dice: “Elena, hay un hombre que paga por cenar contigo”. Yo me reí porque parecía broma, y le dije que yo no cobro por cenar con nadie; pero él insistió que era cosa seria; le dije que yo tenía que salir, y el hecho es que me alcanzó a donde yo iba, y de pronto lo tenía enfrente de mí, él con el celular en la mano mientras le decía a su interlocutor: “Aquí la tengo conmigo, le va a encantar a usted”. ¿Yo le iba a encantar a quién?

Me estaba tratando como si yo fuera una mujer fácil, y me ofrecía miles de dólares por cenar con ese hombre.

Sin embargo, yo me preguntaba hasta dónde iba aquello, porque parecía que por ir simplemente a un restaurante me iban a pagar, así que pregunté ingenuamente dónde había que cenar con él, y la respuesta fue, que en su casa. Y estaba la promesa de que me iban a tratar como reina, y que me iban a atender sus chefs y su gente.

Entonces empezó en mí la alerta de lo que yo llamaba “vocecita interior”, pero que ahora sé que es el Espíritu Santo, haciendo que me diera cuenta de que estaba en peligro mi integridad, que aquel hombre podía ser lo mismo un loco, que un narcotraficante, o que me podía golpear o violar.

Y el “jineteador” me dijo: “Si le haces todo el numerito completo, te pagará hasta miles de dólares mensuales si le gustas”.

Finalmente respondí: “Mira, soy madre, y si mi hijo no tuviera que comer, probablemente, sólo probablemente, sería capaz de robar, más ése no es mi caso, así que no le voy a entrar”.

Y me miró asombrado porque estaba acostumbrado a que le dijeran que sí. En ese momento sonó su teléfono celular, y él cambió el tono de su voz porque le hablaba su esposa, y me hizo una seña poniéndose un dedo en los labios para indicarme que no hablara, porque él sabía que ella y yo nos conocíamos; y entonces le dijo: “Hola, mi amor, ¿cómo estás? Ya voy por el niño a la escuela, luego hablamos”. Qué triste, su mujer no sabía de dónde comían, no sabía que su marido vende mujeres.

Y claro que me hubiera gustado tener todo ese dinero; y es precisamente por lo que muchas chicas caen en la trampa. En el norte del país hay refugios para mujeres que salen huyendo del narcotráfico; Miss Sinaloa, Miss Nayarit o Miss no sé qué; jóvenes que se sintieron halagadas porque les dieron un reloj, o les dieron un auto, y las voltearon a ver los narcotraficantes y las eligieron.

Y después ya no pueden salir de eso, y si lo hacen, es huyendo. Además con ese dinero mal habido no se puede ser feliz.

Yo no tengo lujos, pero vivo en paz, vivo feliz. Aunque ya sé que la gente habla, y si estás en televisión dice: “Seguramente ella está ahí porque anda con tal persona”. Pero tú sonríes, y le das gracias a Dios porque sabes que tienes ese empleo porque hiciste un casting, porque hiciste tu prueba aun con miedo y temblando, y porque creíste en el talento y la capacidad que Dios te dio. Yo no tengo dinero, yo lo que tengo es fe.

Una mujer sabe cuándo atrae las miradas, ¿no es así, Elena? ¿Qué responsabilidad tiene la mujer ante Dios, al contribuir a que los hombres caigan en tentación, o en pecado por su forma de vestirse?

Qué triste que haya mujeres que no se den cuenta del poder que tienen. Yo sé lo poderosa que puedo ser. Si me pongo unos tacones, y unas pestañas, y un sostén que me levante más el busto, y una faja, y un peinado exuberante, y camino de tal forma, entonces “me produzco”, que es como lo llamamos en el mundo de la televisión. Nosotras nos podemos “producir”, y aun sin hacerlo somos poderosas. No nos hagamos tontas.

Por eso yo digo que la mujer es el arma secreta de Dios, y que todo lo debe hacer para bien, como María, llevando a los hombres hacia Dios.

Enganchar a un hombre sexualmente es lo más fácil, y muchas mujeres hacen esto por miedo de no tener dinero para pagar la renta del próximo mes. Y los hombres caen. Y yo a los hombres les digo: ¡Cuidado! Dios te manda la mujer idónea, la demonia te la escoges tu y tus bajos instintos, pero a la no idónea tú te la agarras por tus bajas pasiones; y no hay carga más pesada que una mujer liviana, así que ten cuidado cuando una mujer se te aparezca de la nada y quiera ir rápido; primero averigua qué tipo de mujer es.

La mujer sabe que puede atraer físicamente a hombres, y, dependiendo de cómo quieras usar esa atracción, puedes hacer que se enamoren de tu alma o bien que se enamoren de tu cuerpo. Yo, desde antes de mi conversión, prefería que los hombres me vieran con respeto que con morbo, por eso no quise desnudarme para la revista.

Hay compañeros que se exhiben en redes sociales, pero si lees los comentarios que les ponen nunca ves que les digan “Qué linda tu sonrisa” o “Me encanta la paz que transmites”; por el contrario, se refieren a sus atributos físicos con palabras vulgares. Entonces no se quejen las mujeres si las están viendo como carne, porque eso es lo que ellas están vendiendo.

Si una mujer se conoce a sí misma y sabe lo poderosa que es, si tiene enfrente a un hombre y le parece que es un pervertido, no hay que darle lo que está pidiendo, más bien hay que alejarse. O hay que enseñarlo a amar.

Jesús no tocaba a las mujeres, sino que les enamoraba el alma; ¡hacen falta hombres que aprendan a amar como Jesús amaba! Varón, si te gusta una mujer, si te encanta y hasta quisieras tocarla, espérate, y si de verdad la amas, usa tu boca pero no para mentir, para decirle falsedades o hacer que caiga, sino para enamorarla y decirle lo hermosa que es, lo maravillosa que es. Porque para que una mujer se enamore de un hombre, antes tiene que saberse valorada.

Mujeres, reconozcamos nuestras fortalezas pero también nuestras debilidades, porque somos humanas y podemos caer.

Abran su inteligencia y dense cuenta de que no viven en un mundo de santos sino en un mundo de pecadores, así que si son de las que dicen “yo me puedo vestir como quiera”, tengan en cuenta que cuando están en la esquina esperando el autobús, no está ahí san Agustín, san Francisco ni san Juan Pablo, sino que están hombres quizá perversos e imaginándose cosas que los pueden llevar a tocarlas. ¡Ciertamente no deberían hacerlo! ¡Por supuesto que no lo deben hacer! ¡Pero ustedes se están exponiendo! Así que cuídense, ámense, y guárdense para quien de verdad las ame.

¿Cuál es tu recomendación para las mujeres, tú que tienes una carrera en los medios? ¿Cómo se debería vestir una mujer de Dios?

Debemos resaltar nuestra belleza con la santidad, con la Gracia. Yo le diría a toda mujer que se acerque primero a conocer al verdadero Amor, al único que ha dado la vida por ti, al que de verdad te ama. Y habiendo conocido quién es, y cómo es al Amor, al descubrir y sentir que eres tan amada, ya no vas a necesitar estarte vendiendo, ni ponerte cierta ropa para que te admiren o se sorprendan con tu cuerpo. ¡Haz que vean que eres mucho más hermosa por dentro!

¿Quieres que se enamoren de tu corazón? ¿O quieres que se enamoren sólo de tu físico? O, peor aún, ¿quieres que se enamoren de tus pestañas postizas, de tu faja, de tus tacones y de tus prótesis? Piensa que todo eso se acaba, porque el cuerpo envejece.

Yo prefiero morir arrugadita como la Madre Teresa, sirviendo a Dios y a los que me ha dado, a mi familia. Busquemos la belleza de María, la belleza de la santidad, la belleza de tener al Amor habitando en ti.

Veo que te conmueve mucho la belleza de la santidad, pero de manera especial la de la Virgen María, ¿verdad?

Es que es un tema clave. Si una mujer verdaderamente ama a un hombre, entonces lo va a acercar a Dios.

A veces doy terapias privadas, y escucho a muchas mujeres ya casadas, queriendo arrastrar a sus esposos al psicólogo porque tienen problemas entre ellos. Nosotras somos más dóciles a buscar terapias de ayuda para salvar el matrimonio, y luego acudimos a Dios, asistiendo a retiros. Pero al hombre le cuesta más trabajo. Así que yo les recomiendo que dejen de tratar de arrastrar a sus maridos hacia estas formas de ayuda sin que primero cambien ellas mismas.

Lo que sí veo es lo siguiente: si la mujer no vive en la Gracia, si ambos no vivieron la castidad antes del matrimonio, va estar difícil que el esposo asista luego al psicólogo o al retiro, porque ya obtuvo lo que quería. La única solución, por tanto, es mantenerse siempre en Gracia, y acercar al hombre amado a Dios antes del matrimonio, ¡antes! ¡No te cases con un hombre que no ama a Dios más que a ti! Y si antes de casados te quiere tocar dile: “¡Atrás, que esto es tierra santa!”.

Y los padres deben cuidar a sus hijas e hijos, porque eso es lo que hace Dios, cuidarnos. Porque a veces parece que las mujeres valiéramos menos que un camello o una vaca.

Si ya se casaron y no hicieron las cosas bien, una o reconocen que se equivocaron y busquen asesoría de derecho Canónico y nulidad para nunca alejarse de su comunión con Dios o si realmente era verdadero amor y están firmes en la fe, si existe amor, claro que Jesús puede salvar su matrimonio. Pero sobre todo consideren a Santa María, la mujer más poderosa.

¿Qué mensaje final quisieras dar a las chicas?

Que soy católica pero no soy perfecta, como lo dije en Tik-Tok.

Estamos en camino, y no le tengamos miedo a la santidad porque todos estamos llamados a ser santos. Y el mejor crecimiento personal es la santidad. Todos queremos ser mejores, y ser mejor es ser santo.

Observen siempre a María como la mujer más santa, como la más poderosa, como la Madre de Jesús, pero también como a una judía, es decir, como a una mujer que realmente vivió aquí, que pisó Tierra Santa. Y también como a una mujer con la que te puedes identificar, porque una de sus mayores virtudes es haber sido valiente. A Ella no le faltó seguridad en sí misma cuando dijo: “Hágase en mí según tu palabra”. Así que tengamos valor, como Ella, para preguntarle a Dios qué quiere hacer con nosotras.

Cuando el Espíritu Santo encuentra --proporcionalmente hablando, así que no se me asusten-- un alma como la de María, Él se queda ahí para ayudarla a llevar almas de hombres y mujeres hacia Dios.

Así que, mujer, ¿amas a este hombre? Entonces acércalo a Dios. Hombre, ¿amas a esta mujer? Entonces haz las cosas como Dios manda.

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