¿Vale todo en una despedida de soltero? Hace doce años, cuando vivíamos en una céntrica plaza de la ciudad de Barcelona, nos pasó algo que me dio qué pensar y que me va a servir de ayuda para escribir este artículo.
Teníamos las ventanas del salón abiertas, porque hacía mucho calor, cuando de pronto se empezaron a escuchar unos tambores y gritos que venían de la calle. Mi marido y yo nos asomamos y vimos que se trataba de un grupo de chicos haciendo un poco de jaleo.
Pero lo peor de todo es que al cabo de un rato, los mismos chicos pasaron en coches y motos, haciendo el mismo ruido o más que antes, llevando tras de sí, en una de las motocicletas, a un chico totalmente desnudo con la cara tapada con una máscara. Logré entender lo que decían: “el novio, el novio, el novio es “cojonudo”. Como el novio no hay ninguno”, con doble sentido, claro está.
Me consuela pensar que esa máscara iba acorde con la vergüenza que estaba pasando, pero sobre todo para no ser reconocido. Aún así me pregunto: ¿Ese novio después fue capaz, al cabo de unas semanas, de desfilar ante sus invitados hacia el altar y aguardar a su futura esposa con una mirada limpia? ¿No hay una gran falta de coherencia?
¿Son todas las despedidas así? Está claro que no. Pero sí que es cierto que la mayoría de ellas deriva en temas frívolos, y si puede tener connotaciones sexuales, mejor: regalos horteras, juegos inmorales, alcohol sin medida y fiesta loca con show incluido para “aprovechar” las últimas semanas que quedan de libertad.
¿Siempre ha habido despedidas de soltero?
Sí. Las despedidas de soltero existen desde que hay solteros que se van a casar en el mundo.
En Mesopotamia, 3500-2100 a.C., se organizaban fiestas de doce días de duración, sólo para mujeres, en las que se adoraba a la diosa de la fertilidad.
En Esparta, siglo V a.C., este tipo de eventos eran exclusivos de los hombres. Se contrataba a una mujer para que sedujera al futuro marido y así comprobar la fidelidad de éste.
En la Antigua Roma, estas celebraciones eran exclusivas de la aristocracia y tenían lugar en el monte Aventino de la Ciudad Eterna, una de las siete colinas sobre las que se aposentó la ciudad.
Después de la Edad Media, en torno al siglo XV, se organizaban despedidas especialmente para las chicas y se regalaba a la futura novia algo de ajuar para su futuro hogar.
En la edad de oro estadounidense, por el año 1890, las despedidas de soltero consistían en una fiesta para la familia y amigas de la novia, al gusto de la chica.
En la revolución sexual de los años 60 se desvirtuó esta fiesta de su verdadero significado dejando entrar todo un elenco de strippers, shows y sexo desmedido.
Actualmente tanto hombres como mujeres organizan este adiós a la soltería, y en muchas ocasiones se opta por despedidas separadas para terminar el día conjuntamente.
Mi experiencia como asistente
En algunas de las despedidas a las que he sido invitada he sido testigo de que no todas las novias lo pasan bien, terminando muchas de ellas en un mar de lágrimas.
Es verdad que en situaciones así pueden florecer los nervios de los preparativos de la boda; pero el detonante suele ser que se ha hecho pasar un mal rato a la futura casada. No a todas les gusta la sobreexposición ante los demás o esa forma de hacer el ridículo, disfrazada de no se sabe qué.
¿No se trata de hacer feliz a la novia? Por tanto, antes de organizar la despedida hay que consultar a la anfitriona cómo desea pasar el día. Y por parte de la novia lo mejor es que comunique a su mejor amiga sus deseos o incluso a su futuro marido.
Otro tema son los “graciosillos” amigos del novio. Cuando se hace conjunta es un riesgo que suele haber. “Graciosillos” son esos, generalmente, hombres que se dedican a molestar reincidentemente a la novia con frases de mal gusto. Hay que saber comportarse y ser elegante, especialmente si notas que a la chica no le está haciendo gracia, sino más bien lo contrario.
Concluyendo, mejor comunica bien quién quieres que forme parte de tu despedida escogiendo a las personas adecuadas.
Reinventemos las despedidas
Para organizar una despedida no es necesario este derroche que se ve en las redes que me resulta bastante llamativo. Es cierto que son planes geniales pero, ¿de verdad hace falta adornar tanto la fiesta cuando lo único importante es celebrar el futuro matrimonio?
Por eso me gustaría hablaros de una despedida a la que no estuve invitada pero que pude ver en sus preparativos.
Para empezar, una de las invitadas ofreció la casa de veraneo de su abuela, pues tiene piscina, punto clave para una despedida en pleno mes de julio. Las amigas de la novia contrataron a una conocida profesora de zumba que les obsequió con una clase en traje de baño y en remojo.
Lo bonito fue que cada amiga aportó su savoir-faire en alguna materia: la cocinera se encargó de la comida, la organizadora de eventos de la puesta en escena, la fan de las manualidades de los premios, la que dibuja bien ilustró el rosco de Pasapalabra…
La comida fue muy agradable, sentadas en el suelo, charlando unas con otras, al aire libre. Le siguieron unos juegos como el famoso rosco de pasapalabra, un tabú y un test de “compatibilidad”. A la novia se la veía muy a gusto, con su gente. No hubo bromas de mal gusto ni monotema picante en las pruebas.
Imperó la delicadeza. No por el hecho de no ir a un show inmoral ya está todo permitido. Debe primar el buen gusto para regalar, la prudencia para que los contrayentes no hagan el ridículo, la elegancia del saber estar…
Por otro lado, los chicos tuvieron una mañana de karts y paintball seguido de una barbacoa en el campo. Por la noche hicieron una cena conjunta y salieron a bailar.
La despedida es la antesala de la boda
Celebrar una despedida de solteros poco cuidada y de mal gusto resulta un poco hipócrita, sobre todo si después de unas semanas va a tener lugar el sacramento del Matrimonio, que no deja de ser la celebración de un amor limpio entre un hombre y una mujer. Porque si no es limpio, lo mejor es no casarse. Jugar a la doble cara al primero que perjudica es al contrayente.
En cambio, los católicos para pasarlo bien no necesitamos recurrir a temas picantes ni perder un poco las formas fruto del alcohol. Caer en eso es estar muy aburrido. Esta actitud sólo es propia de alguien que está viciado.
Por tanto, que la despedida no sea una “despedida de lo bueno”; entendiendo como bueno seguir siendo coherente con un estilo de vida cristiano.