“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis”.
Mateo 7, 7
¿El mes? Era julio. Aquel fue un año providencial, emocionante, en el que publicaba mis primeros escritos y se me abrían las puertas en algunos diarios.
Empezaba a escribir con la certeza que podía transmitir emociones, ideas, palabras para cambiar el mundo.
Había un tema ambiental que me interesaba. Pasé una semana investigando, capturando datos y escribiendo un artículo fascinante que se publicaría en uno de los diarios más leídos de mi país. Me esmeré en darle forma y mucho contenido.
Era el mejor artículo que jamás había escrito y me sentía seguro de ello. Estaba muy satisfecho con el trabajo. Iba a estremecer almas y conciencias.
No me preguntes por qué, quise probar con un lector antes de enviarlo a la redacción y se lo llevé a un sacerdote amigo, el buen Padre Ángel.
Una sabia opinión
Él tenía una cualidad que yo admiraba: con amabilidad te decía siempre la verdad, lo que necesitabas oír para mejorar tu vida, no lo que esperabas escuchar, con elogios y halagos.
Yo esperaba impaciente el resultado, de pie, frente a él. Después de leerlo completo, me lo devolvió. Su rostro sereno apenas cambió.
—¿Y bien? —le pregunté impaciente.
—Está bien.
—¿Solo eso? ¿Bien?
—No dices nada nuevo, nada que no sepamos ya.
Me miró fijo y añadió:
—Claudio, para leer malas noticias, busco un diario. Supongo que es allí donde quieres publicarlo. ¿No te has percatado de que faltan buenas noticias? Se necesitan artículos positivos, optimistas, que inspiren a las personas y las ayuden a ver las grandes posibilidades que tenemos en este mundo. Si me pides mi apreciación, te recomendaría que elimines todo lo negativo, que no edifica, que puedes leer en cualquier diario y te dediques a escribir cosas positivas que tanta falta hacen.
Regresé a mi casa cabizbajo, reflexionando. Recordé los consejos de Don Bosco. Recomendaba que al escribir un libro, contaras muchas historias edificantes que la personas recordaran, en lugar de tantas palabras vacías que nadie recuerda.
El acompañamiento, un tesoro
Tomé la determinación de cambiar el rumbo de mi escritura, contando historias, relatos y eliminando los comentarios negativos. Eso fue hace 15 años.
Me di cuenta de la sabiduría que adquieren los sacerdotes con los años y todo el bien que hacen mediante el acompañamiento espiritual. Tengo cientos de historias sobre cómo el consejo de un sacerdote me ayudó a salir adelante.
Recuerdo también aquel buen sacerdote que siempre me aconsejaba: “Haz el bien todo el tiempo, a todo el que puedas, que de ti se diga: Pasó por el mundo haciendo el bien”.
Experiencia compartida
Siempre he valorado la dirección espiritual de un sacerdote. Los años y la experiencia de vida les han mostrado los mejores caminos para transitar hacia la santidad.
Por eso cuando algún lector de mis libros o de estos escritos que publico en Aleteia me escribe para contarme sus dificultades y pedirme un consejo suelo decirle:
Decía san Josemaría Escrivá:
Biblia: Grandes consejos
Otro gran camino para obtener sabios y buenos consejos se encuentra siempre a tu disposición en la lectura meditada de las Sagradas Escrituras. Lee la Biblia.
Grandes consejos vas a aprovechar. Tanto es así que a Jesús, Isaías lo nombraba: “Consejero Admirable”. Lo encuentras en Isaías 9:
Me interesa muchísimo que los católicos empecemos a leer la Biblia, reflexionemos en la Palabra de Dios, descubramos sus más de 3.500 promesas y aprovechemos la enorme cantidad de consejos que allí están disponibles.
Los hay para las diferentes situaciones de la vida, el buen uso del dinero y los bienes materiales, el amor, la familia, la santidad, cómo ser felices, la mejor forma de orar, la confianza, el valor de la limosna... cómo perder nuestros miedos.
Pero esto será tema para varios artículos más.
¡Ánimo! ¡La vida es maravillosa! ¡Dios te bendiga!