Santa Ester fue una mujer hebrea que se convirtió en reina y guió a su pueblo con gran sabiduría.
Ella era una valiente y bella joven huérfana a quien su primo Mardeoqueo adoptó como su hija. Él era un judío fiel a sus tradiciones que la ayudó en su misión.
Cuando Ester se casó con el rey Asuero, se convirtió en la reina de Persia. Y logró prevenir un genocidio contra su pueblo, al revertir una matanza originalmente dirigida contra los judíos.
La victoria sobre las injusticias de Aman, brazo derecho del Rey, la obtuvo gracias a la convocatoria de ayuno y oración que ella realizó con su pueblo.
Los judíos recuerdan todavía este acontecimiento -y a ella- en la fiesta de Purim (fiesta de las Suertes).
Y los cristianos la ven como una mujer que intercede por su pueblo como más tarde lo fue la Virgen María.
La historia de esta sabia mujer aparece en el Libro de Ester de la Biblia. En él aparece esta bella oración que la reina rezó en un momento difícil y hoy cualquiera puede rezar:
Oración
"Mi Señor y Dios nuestro, tú eres único.
Ven en mi socorro, que estoy sola y no tengo socorro sino en ti, y mi vida está en peligro.
Yo oí desde mi infancia, en mi tribu paterna,
que tú, Señor, elegiste a Israel de entre todos los pueblos,
y a nuestros padres de entre todos sus mayores
para ser herencia tuya para siempre cumpliendo en su favor cuanto dijiste.Ahora hemos pecado en tu presencia y nos has entregado a nuestros enemigos
porque hemos honrado a sus dioses. ¡Justo eres, Señor!
Mas no se han contentado con nuestra amarga esclavitud,
sino que han puesto sus manos en las manos de sus ídolos
para borrar el decreto de tu boca y destruir tu heredad;
para cerrar las bocas que te alaban y apagar la gloria de tu Casa y de tu altar;
para abrir las bocas de las gentes en alabanza de sus dioses
y admirar eternamente a un rey de carne.No entregues, Señor, tu cetro a los que son nada;
que no se regocijen por nuestra caída,
mas vuelve en contra de ellos sus deseos,
y el primero que se alzó contra nosotros has que sirva de escarmiento.Acuérdate, Señor, y date a conocer en el día de nuestra aflicción;
y dame a mí valor, rey de los dioses y señor de toda autoridad.
Pon en mis labios palabras armoniosas cuando esté en presencia del león;
vuelve el odio de su corazón contra el que nos combate para ruina suya
y de los que piensan como él.Líbranos con tus manos y acude en mi socorro,
que estoy sola, y a nadie tengo, sino a ti, Señor.
Tú que conoces todas las cosas,
sabes que odio la gloria de los malos,
que aborrezco el lecho incircunciso y el de todo extranjero.Tú sabes bien la necesidad en que me hallo,
que me asquean los emblemas de grandeza que ciñen mi frente los días de gala
como asquea el paño menstrual, y que no me los pongo en días de retiro.
Que tu sierva no ha comido a la mesa de Amán,
que no he tenido a honra los regios festines, ni bebido el vino de las libaciones.
Que no tuvo tu sierva instante de alegría, desde su encumbramiento hasta el día de hoy,
sino sólo en ti, Señor y Dios de Abraham.Oh Dios, que dominas a todos, oye el clamor de los desesperados,
líbranos del poder de los malvados y líbrame a mí de mi temor".