Graciela Olivárez rompió muchos techos de cristal. En una América que luchaba por los derechos civiles y los movimientos feministas salían a las calles con agendas diversas, ella, una hispana con pocas oportunidades, demostró que la lucha por los ideales, por los sueños, por alcanzar la justicia y por defender tus propias creencias, era posible.
A pesar de ser mujer, y de origen hispano
Su carisma, su determinación, su fe, la convirtieron en todo un referente.
Graciela Gil Olivárez nació el 9 de mayo de 1928 en Sonora, un pequeño pueblo minero de Arizona. Su padre, Damian Gil Valero, era de origen español, mientras que su madre Eloisa Solís Valero, tenía raíces mexicana. Graciela vivió su infancia junto a sus cuatro hermanos, tres chicas y un chico.
En 1944 se trasladaba con su familia a Phoenix. Tuvo que dejar la escuela a los quince años para trabajar y ayudar a la economía familiar. Graciela consiguió un trabajo como secretaria en la radio local de habla hispana KIFN. La baja de uno de sus locutores le dio la oportunidad de convertirse en locutora.
Ella nunca se había puesto delante de un micrófono, pero pronto demostró tener un carisma único. Su programa en el que llegó incluso a ejercer de disc-jockey, se convirtió en todo un éxito entre los oyentes de habla hispana.
En poco tiempo había conseguido su propio programa, “Línea de acción” en el que se centró principalmente en debatir sobre problemas sociales que afectaban a la gente de su alrededor y a profundizar en la defensa de los derechos civiles.
Su reputación la llevó a incorporarse en la sede de Arizona de la Oficina de Oportunidades Económicas del gobierno federal. Aquella fue una etapa feliz para Graciela quien se casó y tuvo un hijo, Víctor. Sin embargo, su matrimonio duró poco y terminó divorciándose. Desde entonces, se volcaría de lleno en su carrera. Una carrera que había forjado gracias a su experiencia, pero en la que le faltaba algo importante, un título oficial.
Graciela no había podido terminar sus estudios secundarios por lo que llegar a la universidad era un sueño que creía inalcanzable. Hasta que se cruzó en su vida el padre Hesburgh, presidente de la Universidad Católica de Notre Dame. Sin dudarlo, le abrió las puertas de la Escuela de Derecho ofreciéndole una beca para poder estudiar.
En 1970, Graciela se convertía en la primera mujer de origen hispano que se graduaba en derecho en la universidad norteamericana de Notre Dame. Lo había conseguido a sus cuarenta y dos años después de mucho esfuerzo. En la actualidad, esta universidad católica, ofrece un premio que lleva su nombre.
Dos años después, asumía la dirección del Instituto de Investigación Social y Desarrollo de la Universidad de Nuevo México, además de encargarse de dar clases en la escuela de leyes. Poco tiempo después se convertía en una de los primeras mujeres en presidir la Fundación Educativa y de Defensa Legal Mexicano-Americana.
En aquellos años, Graciela se volcó de lleno en paliar el estado de pobreza en el que vivían muchas personas, labor que llegó incluso a las puertas de la Casa Blanca. En 1977, el entonces presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, se puso en contacto con ella para ofrecerle el cargo de directora de la Administración de Servicios Comunitarios.
Se convertía así en la mujer de origen hispano de más alto rango en la administración estadounidense. No era la primera vez que Graciela colaboraba con el gobierno de los Estados Unidos.
El mismo año que se graduó en Notre Dame, el presidente Richard Nixon la nombró vicepresidenta de la Comisión Presidencial sobre Población y el Futuro Estadounidense. Sin embargo, renunció a su cargo cuando un informe presentado por la Comisión se posicionó en favor del aborto. Católica y provida, Graciela Olivárez no quiso, en conciencia, apoyar dicha resolución.
Su postura contra el aborto la llevó a enfrentarse también con la Organización Nacional de Mujeres, (NOW, por sus siglas en inglés, National Organization for Woman). Graciela había participado en la fundación de la que fuera una de las organizaciones feministas más importantes de las últimas décadas del siglo XX, junto a su principal impulsora Betty Friedan.
Pero cuando un año después de su fundación, en 1967, la NOW incorporó a su agenda feminista el derecho al aborto, Graciela se desvinculó de la misma. Sus ideas eran claras: “La defensa de las mujeres de la legalización del aborto a escala nacional es tan contraria a la liberación de la mujer que va en contra de lo que algunas de nosotras estamos tratando de lograr a través del movimiento de mujeres, a saber, la igualdad entre hombres y mujeres… ¿Qué tipo de futuro podemos esperar si los hombres están moral o legalmente exentos de su responsabilidad de participar en la creación de la vida…?”
Para Graciela, decidir sobre el futuro de un bebé era una absoluta aberración: “Hablar del niño “deseado” y el “no deseado” huele demasiado a fanatismo y prejuicio.” La respuesta a la problemática de los embarazos no deseados, sobre todo entre las mujeres humildes, no debía ser, según Graciela, deshacerse del problema, sino ayudarlas a seguir adelante sin dejarlas en la estacada.
Creía que muchas de esas mujeres tomaban la dura decisión de abortar porque se sentían solas, sin apoyo de la sociedad: “El hecho es que en esta próspera nación nuestra, el ganado y los caballos preñados reciben mejor atención médica que las mujeres pobres embarazadas. Los pobres claman justicia y nosotros respondemos con el aborto legalizado.” Era una mala solución a la pobreza.
En 1980 fundó su propia empresa, la Olivarez Television Company, que se convirtió en la voz en español de la televisión en los Estados Unidos y durante años colaboró en la publicación católica New Catholic World, en la que defendió sin fisuras los derechos civiles de hombres y mujeres.
Graciela Olivárez fallecía en 1987. Como se afirma en la obra Notable Hispanic American Women: “Olivárez dejó un legado de esperanza a una generación de jóvenes hispanas que ahora son académicas, profesionales y políticas influyentes. Igual de importante, dejó una tremenda contribución de esfuerzo, ideas y optimismo a quienes continúan luchando contra la pobreza en los Estados Unidos.”