Mientras la familia salesiana argentina sigue de júbilo por la inminente canonización del beato Artémides Zatti, otra ejemplar vida laical inspirada en Don Bosco es propuesta como modelo de santidad en la Argentina. Se trata de Dante Di Stéfano (1951-1989), cooperador salesiano cuya causa de beatificación fue formalmente iniciada en la fase diocesana en su ciudad natal, Santa Fe.
“Es el ‘santo de vaqueros y zapatillas’, el de ‘la puerta de al lado’, un chico que nos dejó el mensaje de que la santidad sí se puede y que es para todos”, dijo a Radio María Argentina Pablo Toledo, quien fuera amigo de Di Stéfano, en referencia a exhortaciones de San Juan Pablo II y el Papa Francisco sobre la santidad en el mundo.
Su recuerdo y su legado
A lo largo de los casi 33 años de su deceso, el 31 de julio de 2022, el recuerdo de Dante permaneció fuerte, particularmente en torno a la parroquia santafecina de Don Bosco. Al punto que como relataba Toledo a esa radio, en una ocasión su esposa conversaba con una amiga que le contó que su nieta estaba haciendo un trabajo práctico en torno a la figura de Dante.
La esposa de Toledo le contó a la señora con naturalidad que el protagonista del reportaje de su nieta había estado en su casa, circunstancia que sorprendió a la abuela, e hizo caer en la cuenta al matrimonio de cómo había sobrevivido el legado de su joven amigo.
Dante Di Stéfano había nacido en 1951 con una enfermedad rara cuyo diagnóstico más certero fue el de degeneración espino hondo cerebelosa, un cuadro sin cura, solo cuidados paliativos. Supuso inicialmente una parálisis facial y problemas de visión, que se fueron acrecentando durante su vida.
Tras los estudios primarios y secundarios, ingresó a la Universidad, pero a los 22 años, ante el avance de la enfermad, quedó ciego. Trabajando como telefonista en un Hospital santafecino, luego de hacer un curso para ciegos, es abordado por una misión parroquial y es invitado a la parroquia. “Entra desmoralizado, destruido, con una crisis de fe tremenda”, recordaba Toledo a Radio María. En ese momento, conoció al padre José Di Bárbora, quien lo fue acompañando durante más de 10 años.
Una revolución
No sólo Dante se reencuentra con Dios, sino que pone en marcha una auténtica revolución juvenil en la parroquia. Conoce y crece con el Movimiento Laical Mariano, con el Movimiento de los Focolares, y el Movimiento Juvenil Salesiano, con el que se compromete al punto de hacer la promesa de cooperador salesiano.
Pese a lo avanzado de su enfermedad, puso en marcha un intenso apostolado con actividades que alcanzaban cientos de jóvenes por semana, recordaba Toledo, participa de programas de radio parroquiales, da charlas para matrimonios, organiza cantatas y distintas actividades. Entre ellas, los denominados ‘show cristocéntricos’, eventos culturales a los que los jóvenes tenían que concurrir sí o sí con algún joven que no haya tenido contacto con otras instancias de evangelización.
Dante llega a ser, recuerda su amigo, “consejero de todos, amigo de toda la comunidad”.
Con el deterioro de su físico, Dante padeció una serie de internaciones en distintos hospitales en los que llegó incluso a sufrir rechazo por su condición de incurable. Pero él con paz se acercaba y acercaba a otros a Dios; interiormente estaba en profunda comunión con Dios.
Abracemos a quien es la Vida
En una carta a un hermano benedictino escribía desde el hospital:
Quienes quieran saber más de Dante Di Stéfano pueden visitar las páginas en redes sociales que promueven su causa de beatificación