La familia es la primera escuela. ¿Qué aporta la familia a una escuela que quiere educar y obtener lo mejor de cada estudiante? Muchos elementos. Mencionemos algunos: chicos y adolescentes disciplinados, atentos, dispuestos a aprender y capaces de ilusionarse con los distintos saberes, contenidos, aprendizajes. Suena a muy exigente, pero es parte de la clave del éxito escolar.
Se ha escrito e investigado mucho sobre cómo es la familia en el plano sociodemográfico y cultural, que da lugar a chicos y a adolescentes que prosperan en la escuela. Se insiste en que las familias pudientes, de estratos medio-altos de la sociedad, atienden a sus hijos en interacciones de calidad. Y muy a menudo se señala que también las familias con pocos recursos, pero muy cultas, alcanzan los mismos estándares. Y eso probablemente sucede porque, ambos tipos de familias, son cultas y aprecian lo bello, los libros, las conversaciones, las excursiones, la música, y lo quieren transmitir a sus hijos porque es ni más ni menos que el clima familiar.
Son familias estructuradas y estables que conversan y preguntan, en tutorías, por las actividades y aprendizajes que despliegan sus hijos en la escuela. Son padres que apoyan a los profesores y confían en el proyecto educativo de ese centro. En casa fomentan el estudio y la lectura. Son familias donde los padres han estudiado y cuando el nivel de los estudios es universitario, el salto de calidad se nota porque saben que la escuela es la antesala del acceso a la misma universidad. Pero también hay familias muy cultas sin título universitario. La familia actúa como una escuela informal proporcionando a sus hijos los rudimentos, las herramientas básicas que les van a facilitar moverse por la escuela provechosamente.
El manejo fluido de la lengua
Sin embargo, aunque hay más elementos, nos centraremos en uno que la investigación de los últimos años considera central: la lengua. El grado de calidad, sutilidad, complejidad y abundancia léxica de la lengua que los padres utilizan para dirigirse a sus hijos es casi determinante. Esta lengua es condición de posibilidad para que el salto a la escuela, donde domina un lenguaje culto, especializado, preciso, sea lo más fluido posible.
De lo contrario, cuando la lengua familiar es reducida, cuando los mensajes son poco precisos, cuando el grado de abstracción es muy bajo, etc., el salto a la escuela puede ser traumático y los chicos y adolescentes quizá no van a poder obtener todo el rendimiento a partir de lo que les propone la escuela sencillamente porque no lo entienden o porque su comprensión lectora es mínima.
Si la lengua familiar es pobre, o no se conversa en casa, los estudiantes carecen de vocabulario, desconocen según qué reglas gramaticales, no conjugan bien los tiempos verbales o ignoran las posibilidades de pensar a través de los subjuntivos planteando hipótesis o elaborando pensamientos abstractos.
Problemas que van de casa a la escuela
Si estos estudiantes de estratos sociales más bajos, o muy incultos, cuentan con una lengua deficitaria (entendiendo por lengua el sistema de signos orales o escritos que utilizamos para comunicarnos dentro de un grupo) irán siempre renqueando tras lo que se hace en la escuela y entonces el aprendizaje podría quedar mermado. Su comunicación no será suficientemente ágil y flexiva y puede que no se comuniquen bien o no se les llegue a entender bien oralmente y por escrito.
Consecuentemente la competencia lingüística para pensar es baja dado que no manejan todos los registros del lenguaje, entendido este como la capacidad de todos los seres humanos de comunicarnos mediante signos para expresar nuestros pensamientos. Finalmente, el habla es la manifestación oral de la lengua. Y quizá estos chicos y adolescentes hablan toscamente, ininteligiblemente, con dudas. O quizá no se lanzan a hablar conscientes de sus déficits en la escuela.
La brecha del lenguaje
En los Estados Unidos, en Gran Bretaña (y países anglófonos), vienen investigando desde hace años estos temas que inciden significativamente en parte del fracaso escolar y el abandono escolar de estos países. Y a este desequilibro del manejo de palabras entre las clases más ricas y cultas frente al déficit del uso de palabras por parte de las clases más sencillas y menos cultas lo denominan Word Gap (brecha de las palabras). Un déficit lingüístico que se inicia muy temprano y que puede dejar algunas señales limitantes en las funciones cerebrales.
La solución a esta brecha
La solución en los hogares más humildes social y culturalmente es intensificar las conversaciones, exponiendo a los hijos a las conversaciones de los padres o cuidadores, y también hablándoles a los ojos, escuchándoles y respondiéndoles por ejemplo en las comidas.
La intensa vida familiar incluye cantar canciones y facilitar juegos siempre que el juego suministre la inclusión de palabras nuevas que el niño incorpora. Y los acertijos y juegos lingüísticos funcionan bien cuando se va de viaje. A menudo estas prácticas para los hogares más limitados en su lengua se superan incentivando la escucha oral de cuentos, y por supuesto en la lectura de cuentos compartida (sentando a los más pequeños sobre las piernas) donde la letra impresa hace su aparición, y, por supuesto, en la promoción, en cuanto sea posible, de la lectura individual: primero en voz alta y luego en lectura en voz baja.
El uso de podcasts, audiolibros y la misma radio son buenos recursos tanto como ir al teatro, o a escuchar un cuenta-cuentos o yendo, cuando crecen, a la biblioteca a devolver y recoger libros. Y también es importante co-visionar la televisión de calidad explicando lo que allí sucede sin excederse en su uso.
Dar prioridad a la conversación en casa
Estas actividades que parecen tan sencillas son auténticamente vitales para el aprendizaje de la lengua más afinada. Y si a los hijos les gusta escribir e ilustrar cuentos en casa estamos en la línea más adecuada. Pero se debe continuar con los chicos y con los adolescentes, en quienes las posibilidades crecen exponencialmente si se han hecho bien los deberes y se ha construido una cultura familiar compartida.
¡Atención!: el competidor por excelencia en estas lides es el mundo digital (las pantallas omnipresentes). Se debe extraer de él lo mejor, limitarlo y evitar convertirlo en un recurso fácil. Este es el gran enemigo de la alfabetización familiar y en parte del futuro éxito escolar que es clave en el éxito a lo largo de la vida tanto laboral como social, cultural y familiar. Un solo libro: En defensa de la conversación de Sherry Turkle, profesora del MIT. La primera edición es de 2017 pero ya es un clásico.