Los cambios a nivel mundial, que se han suscitado en todas las esferas de la vida humana en los últimos años, son tan profundos y rápidos que no solo cuesta seguirlos, también cuesta encontrarles un “hilo conductor”.
Y han llevado a plantear que nos encontramos ante un cambio de era, y no solo ante una era de cambios.
Una de las características de este cambio de era es lo que analistas internacionales y expertos en geopolítica llaman “globalismo”.
Esta ideología política pretende acabar con la figura del estado-nación, como tradicionalmente se ha entendido, para darle paso a un estado mundial.
Y esto con el apoyo financiero de grandes multinacionales, gobiernos, y claro está, los medios de comunicación más influyentes a nivel global.
La importancia de la identidad de los pueblos
El estado-nación, para entender mejor la idea, es aquel conformado por un pueblo que, con sus fronteras geográficas, vive tradiciones, valores y costumbres dando origen así a diferentes formas de gobiernos y culturas.
El “globalismo”, por el contrario, busca arrasar todas las identidades propias, las raíces y esencia del hombre.
De ahí que bajo su agenda se cobren los movimientos LGTBI. Busca arrasar con todo lo particular.
Y de allí los movimiento para acabar con la familia, la imposición de la educación a los hijos por parte de gobiernos totalmente adoctrinados y adoctrinadores.
De lo anterior, ya habrás podido inferir, amable lector, que esto implica una nueva concepción del hombre. Ya Benedicto XVI hablaba de una “transmutación antropológica”.
Una batalla espiritual
El campo de la fe no queda ajeno al movimiento globalista. Pues en lugar de conservar las tradiciones judeocristianas que han venido conformando las naciones, de manera especial las occidentales, lo que se busca es hacerlas desaparecer para dar lugar a otro tipo de religión mundial o global controlada por un gobierno único.
Vemos cómo los cristianos somos en la actualidad los más perseguidos a nivel mundial: 1 de cada 8 cristianos en el mundo sufre persecución por causa de su fe.
De acuerdo a la ONG “Puertas abiertas”, en promedio mensual 345 cristianos son asesinados por razones relacionadas con la fe, 105 iglesias y edificios cristianos son quemados o atacados, 219 cristianos son detenidos sin juicio, arrestados, sentenciados y encarcelados.
Esta destrucción a todo nivel -familiar, social, cultural- solo puede tener su origen en aquel que es “homicida desde el comienzo” ( Jn 8,44), es decir, el demonio.
Esta batalla del globalismo contra el estado-nación tiene un trasfondo espiritual y se dirige contra un plan establecido por el mismo Dios.
El principio espiritual de las naciones
El libro del Deuteronomio nos enseña que Dios mismo fijó los límites de sus pueblos, y esto lo hizo atendiendo al número de los ángeles (Dt. 32,18).
El profeta Daniel menciona a los ángeles que custodian a las naciones de Grecia y Persia (Dn. 10, 13-21).
De acuerdo a la tradición, a la nación de Israel le corresponde la protección de san Miguel Arcángel.
La anterior visión de lo que es un estado-nación, su origen en Dios mismo y la presencia de estos seres espirituales, permite afirmar que la nación está constituida por un principio espiritual. Es más que una suma de características comunes que se dan entre los pueblos.
El papa Benedicto XV escribe:
Ángeles protectores de las naciones
En Fátima, aparece el “Ángel de Portugal”, cuya fiesta litúrgica se celebra el 10 de junio. En Madrid (España), en la Iglesia de San José de Madrid, se venera el “Ángel de España”, y así en muchos otros países de Hispanoamérica: en Chile se encuentra en Valparaiso el Ángel de Chile, en la Catedral de Ciudad de México se encuentra el “Ángel de México”.
La misión de estos ángeles de las naciones se refiere sobre todo a la protección y asistencia temporal que brindan a los pueblos a ellos encomendados.
Estos espíritus puros defienden, protegen, mantienen aquellos valores, principios, tradiciones que constituyen a una nación.
Así mismo, dentro de las tareas que desempeñan estos ángeles, está la de llevar las naciones a Dios, que estas no se alejen de Él, y en lo que se refiere a las naciones paganas, ellos buscan conducirlas a Dios.
Como fundamento de esta enseñanza, Orígenes cita el pasaje en el que el ángel de Macedonia se aparece a san Pablo en sueños pidiendo su ayuda.
La nación entonces es objeto de una batalla espiritual entre los ángeles que las protegen y defienden, y los demonios que buscan apartar a las naciones del verdadero Dios.
Un frente de batalla entre ángeles y demonios
Así por ejemplo baste nombrar cómo países cristianos han sido declarados hoy día como territorios de misión.
El gran medio que tienen los demonios para alejar a las naciones del verdadero Dios es la idolatría.
Y en este sentido vemos cómo en naciones cristianas se están masificando cada vez más las prácticas de santería, brujería y todo tipo de culto a Satanás.
De allí que este cambio entre estado-nación y globalismo no es otro que un frente más de batalla entre los santos ángeles, de un lado, y los demonios, de otro.
Así que ante esta amenaza falsa de querer unir a todos, pero para esclavizar y destruir, donde solo quede uno, que es el tirano, la respuesta es la de volver a naciones unidas por el respeto y defensa y promoción de los valores espirituales, conducidas nuestras naciones por sus ángeles hacia Cristo el Señor de la Historia.