Pocas veces se ve a la Iglesia católica de América Latina sentada en una mesa de diálogo nacional para desactivar conflictos de carácter económico o político. La última mediación de que se tiene noticia fue en Nicaragua. Y la respuesta del régimen sandinista en su contra sigue siendo despiadada.
No obstante, en Panamá ha sido el poder ejecutivo el que pidió que la Iglesia católica que gestione un diálogo nacional para atenuar y, de ser posible, desaparecer los escenarios de violencia que se están produciendo en el país con motivo de la escalada de los precios propuesta por el Gobierno como medida para contener la inflación.
El proceso de mediación se está llevando a cabo, no obstante algunos sectores productivos hayan acusado a la Iglesia panameña de haber excluido a importantes colectivos del país. En opinión de los obispos mediadores, esto no ha sido así y la Mesa Única ha funcionado, bajando los niveles de tensión en todo el territorio.
Desde principios del mes de julio, primero los maestros; después estudiantes, indígenas y sectores productivos se fueron a huelga por el aumento de precios en artículos de primera necesidad, alimentos y medicinas,;así como de la electricidad y, sobre todo, el combustible.
Se trata de las protestas masivas más grandes de Panamá en los últimos 30 años, lideradas por sindicatos de diferentes sectores y grupos indígenas. Los cierres y bloqueos de carreteras han afectado ya a productores agrícolas y comerciantes; mientras los alimentos y la gasolina escasean en algunas zonas del país.
Aclarar y seguir adelante
La labor mediadora y facilitadora de la Iglesia católica de Panamá comenzó apenas el 15 de julio, luego de que intensas protestas se dieron en diferentes partes del país. Se cerraron carreteras como la carretera Panamericana, principal troncal con Costa Rica y con el resto de países de Centroamérica.
El equipo de facilitadores de la Iglesia católica es del más alto nivel, ya que está compuesto por el cardenal José Luis Lacunza, obispo de David; José Domingo Ulloa Mendieta, arzobispo de Panamá; Rafael Aldivieso Miranda, presidente de la Conferencia Episcopal Panameña y obispo de Chitré; y Edgardo Cedeño, obispo de Penonomé.
Los obispos y el cardenal Lacunza han estado en contacto –de forma individual—con aquellos grupos que se han identificado, desde el poder ejecutivo como interlocutores necesarios para avanzar en el diálogo y en la concertación para apaciguar al país. De hecho, la Iglesia aceptó ser mediadora bajo el siguiente esquema:
Desarrollo de la Mesa Única del Diálogo Nacional
Las conversaciones iniciaron el martes 19 de julio en la provincia de Coclé como sede neutral. En la reunión preparatoria estuvieron presentes las alianzas y grupos que ya eran interlocutores del Ejecutivo: la Alianza Pueblo Unido por la Vida; la Alianza Nacional del Pueblo Organizado (ANADEPO); los dirigentes de los grupos de la Comarca Ngnöbe-Buglé; y las comunidades campesinas del Oriente Chiricano.
El 21 de julio, la Mesa empezó su primera fase, "aceptada por las alianzas y el Ejecutivo; con el propósito principal de crear un clima propicio de sosiego que facilite un diálogo social más profundo y ampliado; con la participación de todos los actores que tienen incidencia en Panamá, en una segunda fase".
Desde el mensaje de apertura, dirigido a la Empresa Privada, Comerciantes, Productores y Diversos Actores de la Sociedad, la Iglesia panameña recalcó que no ha excluido ni excluirá a ningún sector ni a ninguna persona de la Mesa Única de Diálogo Nacional si puede aportar para lograr la pacificación del país y llegar a un compromiso de desarrollo con justicia.
La Iglesia católica de Panamá ya había manifestado su preocupación por la situación social que se venía gestando a principios de julio; y para ser congruente con su papel estabilizador, respondió al llamamiento realizado por el Ejecutivo "a actuar como puente para encontrar una solución – inclusiva y participativa – a la situación que vive el país".
En otras palabras: ha aceptado ser mediador "en la construcción de los consensos necesarios para la convivencia pacífica". La pregunta es si la dejarán cumplir su misión o las ideologías y los grupos de poder acabarán por desbordar el estado de cosas que se vive en el país centroamericano, durante muchos años símbolo de prosperidad en la región.