El amor de Dios por nosotros es tan grande que Dios se convierte en camarero del hombre. El Evangelio de hoy habla de ello. Muchos ejemplos de la vida real también lo atestiguan.
La túnica puesta
«Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá.»
La túnica puesta es un símbolo de la disposición a salir de casa y viajar. El hombre lleva consigo lo más preciado. Las lámparas encendidas subrayan aún más la disposición a salir, incluso de noche. Significan la vigilancia con una antorcha encendida en la mano, y no se juega con el fuego.
Dios quiere servir
Jesús subraya que son felices los que están preparados para su venida cuando él viene y llama. Felices porque se encontrarán con Dios, con Jesús. Es más, el propio Dios-Jesucristo les servirá, ya que anunció que «se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá». En muchas culturas, incluso en el entorno de la actual Tierra Santa, la tarea del anfitrión es cuidar y servir a los invitados. El anfitrión no sólo comparte sus bienes con el invitado, sino que se convierte en un camarero para él.
¿Cómo te invita Jesús a una cena festiva? Esto está bellamente expresado en el cuadro "La luz del mundo" de William Holman Hunt, que se encuentra en Oxford. En este cuadro se ve a Jesús llamando a una puerta de noche.
Esta puerta, sin embargo, no tiene picaporte exterior, sólo el interior. Depende de cada uno de nosotros abrir la puerta a Jesús. Si lo abrimos, ocurrirá lo que está escrito bajo la imagen, que es una cita del Libro del Apocalipsis: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y abre la puerta, vendré a él, cenaré con él y él conmigo".
¿Aceptas la invitación?
Jesús llama a la puerta de cada uno de nosotros. Nos invita a la misa y a un momento de adoración, a estar con él, a velar. Incluso por un momento.
Su amor nos rodea en nuestra vida diaria. Cuando nuestro corazón está en alerta, sabemos cómo percibirlo. Pero recordemos que el picaporte está en nuestro lado de la puerta. Depende de nosotros responder a la invitación de Jesús.