Necesito pocas cosas y las pocas que necesito, las necesito poco. Así solía decir San Francisco de Asís. Una visión que se ha convertido en la base de un estilo de vida austero. Es dar testimonio de que Dios nos proporciona sólo aquello que verdaderamente es indispensable para vivir. No necesitamos más realmente, tal y como el Señor le da a las aves lo que necesitan para vivir.
Es muy común querer lo que se nos antoja y no parar hasta cumplir nuestros sueños e ilusiones. Sin embargo, lo que verdaderamente importa es quedarnos con sólo lo que nos hace crecer y ser más felices. Y eso, muchas veces ni nosotros mismos lo sabemos.
Hay una gran diferencia entre necesitar y querer. Lo necesario es algo indispensable, para satisfacer exactamente una necesidad como lo son el hambre, la sed, la protección y el cuidado de la salud. Aunque muchas veces no lo queramos, la amarga medicina es lo que nos cura, porque eso es lo que necesitamos. Te la tienes que tomar, a pesar de su desagradable sabor. Es lo que necesitas.
Así, en la vida, muchos necesitamos tener ciertas experiencia amargas complejas, difíciles y hasta dramáticas. Pero son obstáculos que tenemos que superar y así aprender muchas lecciones que nos hacen falta para ser mejores personas.
Es decir, que no hay que quejarnos ni reclamar que nos sucedan ciertas cosas desagradables, porque en realidad, nos han de pasar para aprender y crecer.
Cuando entendemos que la vida misma es muy sabia, entonces somos más sensibles para detectar sus mensajes y hacerles caso a tiempo.
Las cosas que nos toca aprender, nos van sucediendo para que aprendamos a tiempo de ellas. Es el caso de las enfermedades, los accidentes, las quiebras financieras o hasta tener un hijo con una enfermedad especial. Y, por qué no, también las experiencias afortunadas y muy positivas, que también nos enseñan muchas cosas para saberlas sobrellevar, sin petulancia o engreimiento.
¿Qué me toca aprender ahora?
Así que, cuando te suceda algo inusual, mejor pregúntate: '¿Qué me toca aprender ahora?' Y así, en vez de reaccionar negativamente y con actitudes fatalistas, llenas de ira y tristeza, mejor aprende rápido de ellas.
Porque de no ser así, se va a repetir, una y otra vez, hasta que tomes consciencia y dejes de reprobar.
La meta es lograr crecer y ser más feliz sacando buenas notas de las lecciones que la vida nos va poniendo. Por eso hay que reconocer la enorme sabiduría que hay en recibir bien lo que necesitas, en vez de lo que quieres.
Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes
Por ello resulta muy clara la idea franciscana de necesitar poco, y de ese poco aún necesitar menos y no depender de ello. Porque hemos de confiar plenamente en que Dios nos da exactamente lo que necesitamos para amar. Y en consecuencia, ser felices por lo que somos y hacemos, en vez de por lo que tenemos.
Así que hay muchos más beneficios en la vida, al buscar poner nuestras vidas en Sus manos y no necesitando nada más que sólo a Él, que es quien nos proporciona únicamente lo que necesitamos para ser mejores personas.
Hoy bien sabemos que la más grande plaga que nos azota es la depresión, junto a la terrible esclavitud de las adicciones. Nos amarran a muchas inútiles dependencias que nos arrebatan la libertad y nos obligan a que vivamos necesitando de ellas. Ejercer la libertad es dejar de estar atrapado en ellas y sólo vivir con lo indispensable.
Si aprendemos a viajar ligeros, con una maleta pequeña, además de cómoda en los traslados y económica en los vuelos, nos daríamos cuenta, en realidad, de lo poco que necesitamos y lo mucho que nos inventamos que creemos ocupar, dado el creciente consumismo que nos ha conducido a tener muchas más cosas de las que efectivamente requerimos.
En nuestros hogares, acabamos acumulando tantas cosas que a la larga sólo estorban. Roperos de prendas que ya no usamos y zapatos que no tiramos.
Ocupamos muchos espacios con cosas que ya no nos sirven y que conservamos por una incapacidad de deshacernos de ellas. Así, en la vida, hemos de hacer limpieza y dejar atrás todo aquello que no nos es indispensable para tener una elevada calidad de vida.
A tirar todo lo que nos impide ser felices, a realizar una depuración e higiene de ideas y emociones negativas, que nos estorban para vivir mejor.
Una vida sencilla y austera, como lo propone San Francisco, nos facilita el vivir con mayor paz y tranquilidad, aceptando que, al estar en manos de Dios, Él nos va a proporcionar exactamente lo justo que requerimos para conquistar la santidad.
Como muy atinadamente nos proponía también San Agustín, para ser felices, sólo lo necesitamos a Él.