La noche huele a misterio, es el momento en que la claridad deja paso a la fantasía. Y precisamente por eso la noche puede ser habitada por monstruos, sobre todo cuando se convierte en la noche de la razón (cf. F. Nietzsche).
La noche nos recuerda nuestros miedos, cuando no podemos esperar a que vuelva la luz. Y muchas veces, en las noches de insomnio, los pensamientos nos habitan y los recuerdos se agolpan.
La noche es también la noche estrellada de Van Gogh (1889): cuando la miramos nos sorprenden los colores y la nostalgia, pero no vemos las rejas del manicomio a través de las cuales el artista observaba ese paisaje mientras lo estaba pintando: Incluso en la noche más oscura podemos ver la estrella de la mañana: solo ve más allá de la reja de nuestro presente, como él mismo escribió a su hermano.
La historia, por desgracia, sigue atravesando la noche. Tal como ocurre con las horas del día, parece que la vida no puede evitar volver a la oscuridad, más o menos larga, que viene después del anochecer. Y quizás aún ahora tengamos la sensación de que estamos atravesando una noche que parece cada vez más oscura.
La espera
La noche es la del pueblo de Israel en espera de la liberación, como nos recuerda el Libro de la Sabiduría (Sab 18,6-9), pero la Biblia también conoce la noche del Cantar de los Cantares, aquella noche en la que los místicos han vislumbrado la búsqueda dramática del alma por su Esposo.
En la Sagrada Escritura la noche es sobre todo aquella en la que estamos llamados a velar, es la noche del centinela que debe custodiar la ciudad o, es la noche en la que estamos llamados esperar al maestro que vuelve (Lc 12, 32-48).
Una noche que revela
Hoy estamos quizás en la noche porque no podemos entender hacia dónde vamos. Es de noche porque ya no nos reconocemos, ya no nos vemos la cara, y en la oscuridad cada silueta se convierte en un peligro del que defenderse. La noche es a menudo la hora de la desesperación, aquella en la que un muerto está despierto, aquella en la que el mal que se nos ha hecho vuelve a la mente.
Pero precisamente por eso es en la noche que comprendemos de qué lado está nuestro corazón. Sí, porque justo cuando es de noche nos damos cuenta si aún tenemos esperanza, si hemos creído en la promesa que nos ha sido entregada. Cuando es de noche nos damos cuenta si realmente creemos que hay un tesoro que guardar.
¿Cómo estamos viviendo esta noche que hoy atraviesa la humanidad?
Servir como siempre
Estamos llamados a velar y a estar preparados. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de continuar realizando esa tarea que se nos ha encomendado. Se trata de mantener las lámparas encendidas, para que no caigamos en el error de temer el rostro del otro que se esconde en la oscuridad.
Se trata de mantener las caderas ceñidas, listas para servir, para no caer en el desánimo y la pereza. Se trata de ocuparse, pero no de cosas extraordinarias, en la noche solo se puede intentar seguir sirviendo como siempre se ha hecho. En la noche no se pueden tomar nuevos caminos, sería demasiado complicado identificarlos. Es necesario permanecer vigilantes en el lugar de uno.
El maestro volverá porque lo prometió. Por eso en la noche nos damos cuenta de cuánto confiamos en esa promesa, cuánto creemos verdaderamente en ella.
Noche de la responsabilidad
En la noche, el Señor nos pide que cuidemos lo que nos ha dado; pero hay una diferencia entre el que simplemente ha recibido algo y el que tiene la responsabilidad de administrar.
Quien administra tiene una responsabilidad que no atañe sólo a su propia vida, sino también a la de los demás: somos siempre administradores de los bienes que no son nuestros y con los que estamos llamados a alimentar la vida de los que pasan hambre. El administrador fiel sabe reconocer el hambre y los tiempos del otro.
Hoy también vivimos la noche de la responsabilidad, donde muchas veces quienes se encuentran en roles de poder los ejercen pensando en sus propios intereses, abusando y mandando, sobre todo poniéndose en el lugar de Dios y decidiendo sobre la vida de los demás.
Pero seguimos creyendo que el maestro pronto regresará.