Loreto también ha nacido con una importante misión. Loreto, al igual que todos nosotros en cada segundo de vida tiene la oportunidad de cumplir el destino para el que nació. Ha venido para trabajar con Dios y representarlo.
Esta niña ha llegado poniendo patas arriba todos los planes y protocolos humanos afirmando, con su presencia, la enorme gracia que esconde el diseño misterioso del Señor.
María e Israel eran ya padres de 4 niños cuando, en la semana 16 del quinto embarazo, les comunicaron que esperaban una niña con un gravísimo diagnóstico prenatal: holoprosencefalia. Las estadísticas médicas decían claramente que su hija no nacería o moriría poco después del parto.
A pesar de los miedos que humanamente aparecen ante una situación así, tuvieron muy claro desde el principio que la vida de Loreto era un don inmenso, un alma pensada y amada por el mismo Señor. Su vida dependía de ellos hasta cierto punto y después sólo cabía confiar en los planes de Dios.
Aunque parezca raro, los protagonistas de esta historia no son el dolor ni la mala suerte. El verdadero protagonista es el Señor y el inmenso abandono de este matrimonio a Sus planes. Un matrimonio que prometió delante de Dios compartir lo bueno y lo malo. Un matrimonio que, por encima de sus propios límites, está viviendo en mayúsculas y ensanchando la vida.
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Loreto, contra todo pronóstico, hoy tiene ya un mes de vida. Nació prematura, en la semana 30, y fue bautizada por su padre, Israel, en el momento del nacimiento. En su corta vida silenciosa es testimonio del valor de la existencia y de la potencia del amor.
Superó el nacimiento prematuro
Superó el nacimiento prematuro mucho mejor que otros bebés, removió corazones y, aunque el diagnóstico gravísimo sigue ahí, ella continúa su camino haciéndonos crecer y aumentando nuestra fe.
María e Israel, en su paternidad, están siguiendo a fondo el camino de su vocación. Ellos mismos afirman que no son perfectos pero que el Señor les está capacitando para las circunstancias de sus misteriosos planes.
Una lección de cómo encauzar miedo al sufrimiento
La opción más fácil hubiese sido apagar falsamente el dolor ante la enfermedad de Loreto, por miedo al sufrimiento propio y de su hija. Pero no: ellos a través de su paternidad son instrumento, son testimonio del don de la vida y de la dignidad humana.
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Viven diariamente confiando y afirmados en la esperanza de que la vida nunca es vana sino que esconde una gran misión. Ellos respiran en la experiencia de que al hombre que sufre, Dios no le da una razón que apague su dolor sino que le regala una compañía, Su compañía, que es lo que les sostiene. Y esa compañía les llega a través de rostros concretos, de una carne aquí en la tierra y de un montón de oraciones que les transmiten ese abrazo desde el cielo. Loreto, siempre será hija, hermana, nieta, sobrina, conocida… Pero sobre todo responde a un amor infinito de su Padre.
Y eso es el gran tesoro de Loreto y de cada uno de nosotros.