"¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división" – es una de las frases más difíciles de entender del Evangelio. Se puede entender en el contexto en el que fue escrita.
La clave es la palabra "fuego"
He venido a **traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo**!
El fuego en la Sagrada Escritura es un símbolo de la presencia de Dios. Un ejemplo de ello es la revelación de Dios a Moisés en la zarza ardiente. El fuego es también un símbolo de purificación y juicio que revelará la verdad.
El Patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa subraya en su comentario a este Evangelio que Jesús vino a eliminar la distancia que separaba al hombre de su Creador.
Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!
El bautismo del que habla Jesús aquí es su pasión, muerte y resurrección. A través de este bautismo, como a través de una puerta, Jesús entra en la nueva vida en la eternidad como Dios y hombre.
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres.
La fidelidad supone ir contra corriente
Lo hermoso del Evangelio es que no endulza, sino que dice la verdad. Jesús anuncia que la fidelidad a los valores tiene un coste. Dice que si alguien quiere seguirlo y vivir el Evangelio, irá contra la corriente. A veces, incluso en la familia, los más cercanos se oponen a él porque quiere vivir verdaderamente el Evangelio. Jesús advierte a los cristianos que así como lo persiguieron a él, nos perseguirán a nosotros también. Lo más importante es no desanimarse y seguir a Jesús, porque éste es el camino que verdaderamente da la felicidad.
Hay un proverbio que sirve muy bien como comentario al Evangelio de hoy: “Sólo los peces muertos nadan con la corriente, los peces vivos nadan contra la corriente”.