Hace un año del regreso de los talibanes al poder. Entre sus primeros objetivos estaban las mujeres, especialmente las que luchaban por sus derechos y libertades.
Fátima tuvo que huir. Pudo hacerlo gracias a una red de voluntarias españolas que ya han acogido a más de 80 afganos. Helena, una de las voluntarias, nos cuenta cómo les ayudan.
Fátima trabajaba en Kabul en una organización dedicada a luchar por los derechos de las mujeres y los niños afganos. Hace un año, los talibanes llegaron al poder y de la noche a la mañana acabaron con los derechos que las mujeres habían logrado en las últimas décadas.
Los planes de Fátima cambiaron a la fuerza. Todo lo que había logrado con años de trabajo se vino abajo: "No podíamos andar por las calles, no podíamos trabajar, cerraron las escuelas que eran el único futuro para nosotras" – nos cuenta, con ayuda de un traductor.
Mujeres en el punto de mira
Su perfil era el más perseguido por los talibanes desde el minuto uno de su retorno al poder. Las mujeres en especial situación de riesgo eran juezas, fiscales, periodistas, toda aquella que trabajara por el derecho de las mujeres, o simplemente por estar en el mercado laboral. A
quellos talibanes que salieron de la cárcel con el ascenso al poder de los terroristas situaron como primer objetivo a todos aquellos que lucharon por las libertades.
A Fátima sólo le quedaba un camino, y nada fácil. Escapar del país, escapar del infierno. Consiguió un visado a Pakistán, y desde allí puso a rumbo a España, donde nos confiesa busca labrarse un nuevo futuro.
Pero no permanente. Entre lágrimas, reconoce que su sueño "es poder regresar algún día a su país". Allí le esperan amigas, familiares, otras mujeres "que permanecen escondidas".
La huida de Afganistán a España fue compleja. Lo primer era salir del país, algo que le tomó 80 días. Pudo llegar a España gracias a una voluntaria, Inma Orquí, de Afghan Women On The Run y a través de la ONG Un Gest de Calor. En España fue amadrinada gracias a una red de voluntarias. Como ella, otras 80 huidas.
Red de voluntarias
Una de esas voluntarias es Helena Ancos. Tiene amadrinada a una familia, padres, abuela, hija de 18 y niño de 9 años.
"Somos un grupo de mujeres voluntarias que cuando llegaron las familias a España decidimos que teníamos que dar un poco más de apoyo. Vimos que una buena forma era amadrinarlas. Hicimos una especie de reparto, por WhatsApp, en función de nuestra ubicación geográfica". Intentan ayudar a estas familias que parten desde cero en España.
"Son familias que llegaron en unas condiciones muy difíciles. Porque tanto a nivel psicológico como personal y sin recursos. Habían dejado absolutamente todo allí. Desde el primer momento encontraron en nosotros un pequeño apoyo psicológico y a alguien en quien confiar para este nuevo camino que empezaban en España" – cuenta Helena.
Empleo e integración
"Tenemos cabezas de familia con alta formación, ingenieros, abogados, dentistas… otros que quieren continuar los estudios aquí. Pero va a ser muy difícil encontrar un trabajo digno, no ya a uno de su cualificación profesional".
El trabajo es su principal petición. Saben que el proceso de integración pasar por un empleo. La integración real dura mucho, "y hace falta que la ciudadanía y las instituciones les apoyen".
El otro gran problema es el idioma. En realidad, según Helena, es la primera y gran barrera que se encuentran. Pero se suele superar con las ayudas de las ONGs.
"Pero luego viene lo más difícil: encontrar un piso, tener independencia económica y sobretodo encontrar un trabajo que les permita sacar adelante su familia".
Por eso, piden más implicación a las administraciones: "como madrinas vemos muchas lagunas que cubrir para los solicitantes de asilo y refugiados. Como el acceso a la universidad, las becas, las ayudas a la integración laboral, etc". Ellas, las voluntarias, ponen todo de su parte para ayudar.