Jesús no deja ninguna duda. El que se salva no es el que se limita a ser miembro de una comunidad religiosa, sino el que procura vivir el Evangelio y estar con Jesús.
Alguien le preguntó a Jesús: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” En la época de Jesús, existía la creencia de que la salvación era sólo para el Pueblo Elegido. Por eso, alguien que escuchaba las enseñanzas de Jesús hizo esta pregunta.
Jesús dice: "Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios". No sólo las personas del pueblo elegido, sino todos, independientemente de su origen o lugar de residencia, están llamados a la salvación.
La puerta abierta es un símbolo de la salvación disponible para todos.
"Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta"
La palabra griega agoniso utilizada en el texto original, significa literalmente luchar, esforzarse, competir, desear conseguir algo. Nuestro empeño debe ser pleno, máximo. Como los atletas en una competición, debemos dar lo mejor de nosotros mismos para lograr la salvación.
La salvación es un don. Ninguno de nosotros se lo merece. Nos lo trae Jesús, pero espera nuestro compromiso, nuestro esfuerzo personal – agoniso. Esta lucha tiene un coste, pero merece la pena.
"Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal"
Se puede esforzar por Dios, por la verdad y la justicia, o, por el contrario, trabajar por el pecado y la injusticia. Estos últimos son lo que el texto original del Evangelio llama ergates adikias - obreros de la injusticia.
La señal de aceptar la salvación es hacer buenas obras, ser colaborador de la verdad, la bondad y la justicia.
Hoy
No todo está hecho para nosotros. Es engañoso y peligroso adoptar el camino en la fe de que no importa lo que haría, Jesús me ha salvado de todos modos, así que no tengo que esforzarme.
Dios quiere darme la salvación, pero también desea mi cooperación. San Agustín dijo: "Trabaja como si todo dependiera de ti, pero confía como si todo dependiera de Dios".