El siglo XIX vivió uno de los momentos clave para las mujeres en prácticamente todo el planeta. Fue el siglo de reivindicaciones sociales y políticas, fue el momento en el que culminaron los debates planteados desde mucho tiempo atrás.
Fueron muchas las mujeres que alzaron la voz en distintos países, aportando, todas y cada una de ellas, su personal granito de arena. Concepción Gimeno de Flaquer defendió la igualdad entre hombres y mujeres desde una visión católica; defendiendo que el cristianismo debía formar parte de la agenda feminista.
María de la Concepción Gimeno de Flaquer nació el 11 de diciembre de 1850 en Alcañiz, Teruel, en el seno de una familia acomodada que le ofreció un hogar feliz y unas oportunidades excepcionales para las jóvenes de su tiempo.
Joven periodista
Concepción pudo formarse en Zaragoza y fue en su época de estudiante cuando inició la que sería una extensa y prolija carrera periodística. Su primer artículo, publicado en El Trovador del Ebro, ya indicaba cuál sería el camino que tomaría: «A los impugnadores del bello sexo». En este su primer texto, se presentaba tímida, pero con las ideas claras:
Años después, en 1870, se trasladó a Madrid donde continuó ejerciendo como periodista. Sus escritos, seguirían indagando en la situación de la mujer y reclamando igualdad. Unas reivindicaciones que desarrolló y compartió en las tertulias literarias en las que fue recibida con agrado por la alta sociedad madrileña.
Concepción Gimeno conoció en aquellos años a mujeres destacadas del mundo de la cultura como Ángela Grassi, Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán.
Defensora de la mujer
En 1873 dio un paso más en su carrera y pasó de ser periodista a directora de su propia revista, La Ilustración de la Mujer. Durante años, vivió centrada en sus artículos y en preparar sus primeros ensayos feministas como La mujer española: Estudios acerca de su educación y sus facultades intelectuales.
Cuando tenía veintinueve años se casó con Francisco de Paula Flaquer, director de publicaciones como La Aurora y el Álbum Ibero-americano. Ambos formarían una sólida pareja no solo a nivel personal, también a nivel profesional.
En el verano de 1883 los Flaquer atravesaron el océano y se instalaron en México donde continuaron con su labor periodística fundando El álbum de la mujer: Ilustración Hispano-americana. Como en Madrid, Concepción formó a su alrededor una amplia red ilustrada participando en los salones de mujeres intelectuales con las que compartió sus anhelos feministas.
España y América Latina
Desde México, emprendió un intenso viaje por distintos países americanos. Venezuela, Guatemala, El Salvador, Cuba, Argentina; sus palabras, su voz, se escucharon con interés y admiración en distintos foros intelectuales en los que continuó enarbolando la bandera de la igualdad entre hombres y mujeres. Discursos emotivos, sinceros, que insistían en la necesidad de instruir a las mujeres, en desterrar de una vez esa imagen de "sexo débil" y dar a todas ellas las herramientas necesarias para ser personas íntegras y capaces de valerse por sí mismas.
En 1890, regresaron a España donde Concepción Gimeno de Flaquer continuó con sus escritos y sus conferencias; en las que, inspirada por todo lo aprendido de las sociedades que la habían acogido al otro lado del Atlántico, ensalzó su riqueza y valía. Una de las más importantes fue la disertación histórica titulada Civilización de los antiguos pueblos mexicanos que leyó en el Ateneo de Madrid.
Evangelio de la mujer
Como hiciera en América, Concepción emprendió en Europa un intenso viaje que la llevó a Italia, Francia o Alemania, donde fue recibida con gran respeto por los círculos intelectuales y feministas del momento.
Concepción Gimeno realizó una extensa labor literaria, entre artículos, conferencias, novelas y ensayos. En todos sus escritos defendió sus ideales sin tapujos.
Uno de estos textos, El evangelio de la mujer, escrito en 1900, resume a la perfección el modelo de sociedad que soñaba para las mujeres y los hombres. La obra empezaba con un mensaje de esperanza:
Jesús y la mujer
Siguiendo la estela de otras grandes feministas, en su obra mostró el ejemplo de destacadas mujeres del pasado para demostrar que el "sexo débil" era una invención masculina.
Concepción Gimeno defendió sin tapujos en El evangelio de la mujer, la importancia del cristianismo en el camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres:
Concepción Gimeno afirmaba rotundamente que Jesucristo fue precursor del feminismo.
En el invierno de 1911, regresaban a América, recalando en Argentina donde continuó realizando conferencias, escribiendo y participando en la vida intelectual. Una labor que recibió importantes reconocimientos como la medalla de oro de la Asociación del Consejo Nacional de Mujeres en Buenos Aires por su labor en defensa del feminismo.
Concepción Gimeno continuó viajando por Chile, Paraguay, Uruguay, expandiendo sus ideas, sin descanso, con gran entusiasmo, hasta que falleció en Argentina, el 11 de abril de 1919.