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Hazte estas preguntas para enfocar bien el curso

¿Estoy contento con los resultados y metas que alcancé el año anterior? y otras cuestiones que te ayudarán a enfocar

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 05/09/22
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Una sencilla guía para afrontar los desafíos de los próximos meses y una interesante reflexión del padre Carlos Padilla

Un nuevo año se abre ante mis ojos. Una oportunidad para crecer, para madurar, para mejorar.

El otro día fueron bendecidas las mochilas de muchos niños que empezaban sus clases. Niños pequeños con mochilas casi más grandes que ellos.

Niños emocionados al ver su mochila junto al altar y felices de llevársela a casa y luego a la escuela. Felices de comenzar un nuevo año, nuevos desafíos, nuevos retos.

No tenían miedo en sus ojos. No había angustia ni tristeza. Estaban inquietos pensando en lo que les venía por delante.

Había ilusión al tomar en sus manos su mochila nueva o la antigua de otros años. Felices de reencontrarse con sus amigos. Felices de abrazar un tiempo diferente.

¿Y yo ante lo nuevo?

En ocasiones no me siento como esos niños ante los nuevos retos. Siento el miedo, el agobio, la tristeza.

No voy feliz a buscar mi mochila para asumir los nuevos desafíos. Tendría que hacerlo. Dios me invita a ponerme en camino con ojos nuevos, como un niño.

Quiere que no dude, que no me tiemble el pulso. Quiere que asuma los riesgos sin pestañear, que me pregunte al comenzar este nuevo año: ¿Qué quieres de mí, Señor? ¿Qué retos tienes para este nuevo año?

Es la pregunta que resuena en mi alma. ¿Qué tengo que hacer para ser feliz, para ser más pleno, para hacer felices a los demás? ¿Qué cosas nuevas puedo emprender, novedosas, llenas de vida?

Decía Albert Einstein: "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo". Miro hacia delante lleno de optimismo.

¿Qué cambiar este curso?

Me pongo ante Dios para saber qué resultados quiero obtener cuando llegue junio. No es tan sencillo.

Cambiar nunca es fácil. Tiendo a hacer lo que sé hacer, lo que se me da bien, lo que se adapta mejor a mi forma de ser, a mis hábitos, a mis capacidades.

Dios da talentos a cada uno según sus capacidades. Yo tengo los míos, ya los conozco. Hay cosas que ya he aprendido con el tiempo y en momentos de duda saco del cajón donde guardo todo lo que sé hacer, mi sabiduría.

¿Estoy contento con los resultados y metas que alcancé el año anterior? ¿Qué desafíos nuevos se abren ante mis ojos?

A veces las cosas no resultan como yo esperaba. Invierto tiempo, esfuerzo, ganas y no consigo lo que quería. En esos momentos se llena el alma de frustración.

Podría hacerlo mejor aún. Podría llegar al cielo, a las estrellas. Conseguir mejores resultados en mi trabajo.

Y podría conseguir que mis relaciones familiares crecieran, fueran más hondas, más verdaderas.

Se trata de crecer

Podría hacer que mi vida tuviera nuevos sueños e ilusiones. ¿Con qué cosas sueño? ¿Qué despierta en mi corazón la alegría?

Los sueños son importantes al empezar el nuevo año. Sueño con una vida llena de momentos apasionantes. Quiero vivir cada momento como si fuera único.

Soñar exige tener un alma flexible. Si me vuelvo rígido no avanzo nada, no me dejo moldear por Dios.

Y si me pongo duro no me dejo hacer como el barro en las manos del artesano, no dejo que me ayuden a crecer las circunstancias de la vida.

Si me aferro a mi forma de hacer las cosas y no estoy dispuesto a cambiarlas no voy a evolucionar. Y la vida consiste en crecer.

No soy igual al que era hace años, ni siquiera hace un año. Tengo en el corazón el deseo de no conformarme con lo vivido hasta ahora. No basta lo que ya he conseguido, puedo luchar más, dar más. Leía el otro día:

En camino para mejorar

No sé lo suficiente. Lo que digo no convence a todo el mundo, ni siquiera a mí. Puedo mejorar mucho.

Lo que hago se puede hacer mejor. Tengo capacidades escondidas que no he desarrollado.

Corro el peligro de acomodarme y no querer esforzarme en hacer cosas nuevas. Me he quedado en esa zona de confort de la que tanto me hablan.

Puedo permanecer ahí quieto, inmóvil, muerto, cansado, agobiado. O puedo pensar que no, que hay nuevos alicientes, nuevas motivaciones, nuevos retos que mueven mi corazón inquieto. La insatisfacción me pone en camino:

Tiempo para proyectar

No estoy cansado al comenzar el nuevo año. Simplemente un poco aturdido ante tantos desafíos que veo ante mis ojos.

Puedo quedarme quieto sin cambiar, o puedo darlo todo para ser mejor persona, para cambiar el entorno en el que vivo, para mejorar en todas las áreas de mi vida.

Pienso en el área en la que mido cómo estoy conmigo mismo, mis retos personales, me conozco más.

Pienso en mi relación con Dios, ¿estoy creciendo? ¿Qué cosas me ayudan a mejorar mi relación con Dios, con María? ¿Cómo puedo mejorar mi vida de oración?

Pienso en el mundo de los vínculos. ¿Cómo se encuentran mis vínculos familiares y de amistad? ¿Cómo puedo crecer en ellos? ¿Qué relaciones tengo abandonadas?

Me fijo en el mundo del trabajo. ¿En qué puedo crecer en el campo laboral?

En todos los aspectos de mi vida se presentan desafíos. Casi necesitaría parar motores, dejarme un tiempo para meditar, para soñar, para pensar y proyectar.

Dejar a un lado los miedos y darle el sí a las circunstancias que rodean mi vida en este nuevo año.

No me asusto, no me relajo, se lo entrego todo a Dios y confío en que la alianza con María es una realidad que me permite crecer.

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