España, Alemania, Grecia, Suecia, Italia,… son quienes construyeron la Europa cristiana desde sus diferentes países de origen. La Iglesia elevó así a seis grandes santos al título de patronos de Europa: san Benito, proclamado patrón de Europa por Pablo VI en 1964, san Cirilo y san Metodio, proclamados copatronos en 1980 por Juan Pablo II. Finalmente, tres santas fueron proclamadas copatronas de Europa en 1999, nuevamente por Juan Pablo II: santa Brígida de Suecia, santa Catalina de Siena y santa Teresa-Benedicta de la Cruz (Édith Stein).
A través de su vida y sus virtudes, cada uno a su manera, dieron respuesta a los desafíos de la sociedad, la religión y la política de su tiempo.
Su santidad se expresó en circunstancias históricas a menudo marcadas por guerras fratricidas.
Fieles a la gran tradición de la Iglesia católica, los Papas Pablo VI y Juan Pablo II quisieron poner a Europa bajo la protección especial de estos grandes santos.
Si analizamos las opciones de estos dos Papas, en una Europa hoy plagada de divisiones cada vez más marcadas, solo podemos sorprendernos de la actualidad de su mensaje.
Su testimonio, basado en la verdad y el respeto por los seres humanos, sigue siendo tan inspirador como fructífero. Ellos pueden ayudarnos a alcanzar la paz.
Hay verdadera esperanza hoy, una que retoma el llamamiento que el papa Juan Pablo II lanzó en 1982 en Santiago de Compostela hace 40 años:
“Te envío, vieja Europa, este grito lleno de amor: encuéntrate, sé tú misma, descubre tus orígenes, revive tus raíces, revive esos valores auténticos que han hecho gloriosa tu historia y provechosa tu presencia en otros continentes”.