Un reciente videoclip, narrado por el actor estadounidense Will Smith, menciona una rara coincidencia: la llegada al Estado mexicano de Michoacán de las mariposas monarca justamente el día que define el rostro de esa región del país: "el Día de Muertos".
Más aún, la flor por excelencia para colocar los "altares" en los que, popularmente, se recuerda al difunto más querido de la familia, tiene el color de las mariposas monarca: el cempasúchil.
Originaria de México (aunque ahora más de la mitad de la producción anual de la que se nutre México llega desde China), su nombre proviene del idioma náhuatl ‘Cempohualxochitl’, que significa: veinte flores o varias flores.
En esta tradición sincrética, que mezcla elementos del cristianismo que llegó a tierras michoacanas en el siglo XVI de la mano de Vasco de Quiroga y la cosmovisión de los pueblos originarios (tarascos, purépechas), es como una radiografía del mestizaje del México profundo.
Si en Michoacán –y por extensión en otras regiones de México—la flor de cempasúchil está vinculada con el sol, la mariposa monarca está ligada en el occidente mexicano con el retorno de las ánimas el Día de muertos.
La flor que guía el camino de regreso
Así las cosas, en una bella metáfora, es la flor de cempasúchil la que se coloca en los "altares" y en las tumbas de los familiares para guiar el camino de las ánimas y lleguen –como las mariposas monarcas—a su hogar.
Pero solo regresan por un día, precisamente el día en que, desde hace muchos años y sin saber los científicos exactamente por qué, llegan las mariposas de un largo viaje de entre 2,000 y 3,000 kilómetros.
Algunas –como dice el documento narrado por Will Smith—llegan de pueblitos perdidos en la estepa de Iowa; otras desde Canadá o desde estados del medio oeste de Estados Unidos.
Las mariposas llegan para cumplir su ciclo de reproducción en los bosques y la alta montaña de Michoacán, mientras que, en la tradición popular, los muertos llegan para gozar de nuevo de sus alimentos favoritos y estar con la familia en una noche que en poblados como Pátzcuaro y Janitzio se vuelve mágica.
Los "altares" y las tumbas, además de con la flor de cempasúchil, se llenan de la comida y de la bebida que agradaba a los difuntos, papel picado, veladoras y fotografías del familiar que ha de volver la noche del primero de noviembre (día de todos los santos y de los niños pequeños que han fallecido) y estar con ellos todo el 2 de noviembre.
Patrimonio de la Humanidad
La UNESCO declaró el Día de Muertos (2008) Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, "por su importancia y significado en tanto se trata de una expresión tradicional -contemporánea y viviente a un mismo tiempo--, integradora, representativa y comunitaria".
Según este organismo, "el encuentro anual entre los pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad. También contribuye a reforzar el estatuto cultural y social de las comunidades indígenas de México".