Quisieramos enfrentar las dificultades sin miedo. Olvidar rápido los desamores, las preocupaciones y los deseos insatisfechos. Dejar pasar de largo las ofensas recibidas. Descansar después de haberlo dado todo en la batalla. Seguir soñando aun cuando todo parezca imposible de alcanzar.
Desandar el camino andado cuando veamos que las flechas señalan otra dirección. Sostener el pulso al viento para no dejarnos llevar por la tormenta hacia el lugar al que no queremos llegar.
Vagabundear un rato, sin rumbo, sin tiempo, sin prisa, como si la vida no dependiera de nada de lo que estamos pensando en este momento, o haciendo.
Saborear un abrazo, paladear unas palabras bonitas dichas en un susurro. Esperar pacientemente cuando nada suceda. Sentir cada latido del alma, sin miedo, sin pausa. Escuchar, mirar, andar.
1Vivir el presente
Preguntarnos una vez más: ¿tiene sentido todo lo que estamos haciendo? ¿Es esta vida la que queremos vivir? ¿Son estos nuestros pasos o tendríamos que estar caminando por otros lugares?
La respuesta a la mayoría de las preguntas estan dentro de nuestro corazón. Aunque nos desparramemos por el mundo tratando de encontrar respuestas. El sentido de nuestros pasos, la luz que ilumine nuestras obras.
El abrazo que llene los vacíos que han dejado las pérdidas. El hoy que se hace presente en medio de tantos miedos y dudas. El tiempo que transcurre de forma inexorable. Los desafíos de este mundo en continuo cambio.
La pregunta última que se adueña de nuestra alma es el deseo más profundo de sabernos queridos, respetados, admirados. Y la soledad de todos ante el abismo de la muerte.
No podemos naufragar si nos aferramos con fuerza de la mano de Jesús. Si es Él quien sostiene nuestros pasos temerosos, llenos de dudas, vacilantes, no hay temor.
Aprender a entender el sentido de cada amanecer. No perder la esperanza ante la angustia de un futuro incierto y el miedo a perder todo lo que tenemos. O el miedo a sentir que el dolor no pasa, se queda.
2Tener el coraje para ser libres
Podemos volver a comenzar siempre de nuevo, eso alegra mi alma. Las palabras del peregrino ruso me impresionan:
A veces pienso que me he vuelto un poco extraño, no tengo preocupaciones, nada me causa pesar, nada de lo externo me atrae, me agrada estar solo y la única necesidad que tengo es la de orar continuamente. Cuando lo hago me lleno de gozo. ¡Sólo Dios sabe lo que está haciendo en mí!
Vivir sin preocupaciones, sin obsesiones, sin deseos insatisfechos. Estando vivo, siendo libre, amando. ¿Cómo se puede vivir esa libertad tan grande, tan sagrada? Leía el otro día:
"Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad y el secreto de la libertad, en el coraje".
Debemos tener coraje para ser libres. Libres de ataduras, de apegos, de miedos, de todo lo que no nos permita tener paz y alegría.
Nos hacemos esclavos cuando no perdonamos, cuando no aceptamos. Cuando nos negamos a vivir la vida que tenemos ante nuestros ojos.
Para ser nosotros mismos sin miedo al qué dirán, a lo que esperan todos. Libres de las habladurías y de los chismes. Libres de la opinión de los demás. Libres para hacer nuestro camino aunque duelan los pasos de cada día. Libres para no depender de lo que otros quieren. Libres para amar sin ser esclavos, para entregarnos sin crear dependencias, para decir lo que pensamos sin herir, sin hacer daño.
3Anclar el corazón al Cielo
Tener un corazón anclado en lo más alto del cielo, en lo más profundo del corazón de Dios. Podemos pedirle a Dios la gracia que libere todas nuestras cadenas. Y saltar por encima de nuestras angustias y temores.
Dios es más fuerte que todos los males de este mundo. Y su presencia llena todos los vacíos que sentimos dentro de nuestra alma.
No siempre podremos vencer en todas las batallas. Pero sí podremos enfrentar muchos desafíos si confíamos en el poder de Dios. No tanto en nuestro poder, sí en su misericordia infinita.
Abrazo la noche que cae sobre mi día. Y ya veo nacer un nuevo sol.