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Un viaje al corazón del Opus Dei en México

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Jaime Septién - publicado el 15/11/22
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El prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz Braña, realizó un viaje pastoral a México para visitar a los fieles de la Prelatura, del 26 de octubre al 12 de noviembre. La visita tenía como objetivo principal acompañar y escuchar a sus hijos espirituales de México

Más que una agenda de temas, la visita consistió en recibir a numerosas personas que le contaron a monseñor Ocáriz sus experiencias recientes de la pandemia del COVID-19, su situaciones familiares y sus ilusiones humanas y apostólicas.

El padre Luis Fernando Valdez, miembro del Opus Dei y capellán de la Residencia Universitaria Panamericana en Ciudad de México, fue testigo en primera línea de esta visita y estas son las respuestas a la entrevista que le ha hecho Aleteia una vez que el Prelado ha dejado territorio mexicano.

¿Fue un viaje muy planeado?

Más que un viaje muy elaborado, se trató de una visita largamente esperada. Desde que fue nombrado Prelado en enero de 2017, don Fernando no había visitado México. Teníamos la ilusión de que viniera en junio de 2020, pues se cumplían 50 años de la visita de San Josemaría a la Virgen de Guadalupe, en 1970. Pero era uno de los momentos más álgidos de la pandemia y ese sueño se postergó.

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¿Cuáles fueron las líneas que marcó el Prelado en las reuniones con los fieles de la Obra?

En realidad, hubo sólo una vivencia de fondo, que es el sentido de familia del Opus Dei. Así como la Iglesia es la Familia de Dios, la Obra es también familia y el Prelado simboliza y encarna la paternidad que guía todo el sentido de familia y de fraternidad que se procura vivir en los centros y los apostolados del Opus Dei.

Don Fernando quiso tener la oportunidad de saludar a los fieles de la Obra y escuchar sus inquietudes e ilusiones, más que indicar unas líneas pastorales. Por eso, el viaje consistió esencialmente en que monseñor Ocáriz se reuniera con pequeños grupos de personas cada día desde que llegó a México.

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¿Fue para que el Prelado pudiera reunirse con tantos fieles, cooperadores y amigos del Opus Dei que se organizaron eventos masivos?

En realidad, el viaje consistió en visitar cuatro ciudades: Ciudad de México, Aguascalientes, Guadalajara y Monterrey, de modo que se facilitara más que pudieran acudir las personas que quisieran saludarlo, casi siempre en grupos pequeños. Aunque en esas ciudades hubo reuniones masivas de personas en centros de convenciones, este tipo de eventos fueron la excepción, porque el viaje estuvo marcado por reuniones poco numerosas del Prelado con familias, con grupos promotores de algunos apostolados, con profesores de la Universidad Panamericana, etcétera.

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¿Qué consideras que fue lo más importante de este viaje?

Para mí, lo más entrañable es que el Padre, como le llamamos los fieles de la Prelatura para subrayar este aspecto de familia, fue que muchos recibimos la invitación a compartir la mesa con él. Tres veces al día, el Padre departió con sus hijos espirituales y al calor de la buena conversación, le fuimos contando de nuestras vidas, nuestras preocupaciones o nuestros gustos. En mi caso, cuando comí con él –junto con los que vivimos en la misma casa de la Obra– le platiqué desde mi gusto por el fútbol americano, de mi labor pastoral, hasta un proyecto editorial en el que participo.

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Pero, ¿de qué temas les habló?

Fue muy notorio que el Prelado no traía una agenda predeterminada de temas o asuntos. Monseñor Ocáriz se limitaba a dar respuestas a las inquietudes que las personas le manifestaban. Sólo puedo hablar de las tres veces que pude estar con él y de lo que en esos momentos sentí que subrayó más.

Quizá el tema común de sus respuestas fue recordarnos que somos hijos de Dios, y que aprovechemos para ser otros Cristos en las circunstancias que nos tocaba vivir. En varios momentos nos invitó a que buscáramos pensar como Jesús, amar como Él ama y sentir como Él siente, basados en la lectura y meditación frecuente del Evangelio. Y, junto con este sentido de la filiación divina, en esos eventos en los que participé fue notorio cómo nos habló de vivir la caridad con los demás; una caridad manifestada en escuchar y tener un gran sentido de comprensión.

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¿Con qué te quedarías de este viaje?

Este viaje personalmente me hizo sentirme muy feliz con mi llamada al Opus Dei y valorar más la vida contemplativa a través de mi ministerio sacerdotal, y ayudar a los fieles laicos a ser constantes en su vida espiritual. Y el momento más hermoso que deseo conservar siempre en mi memoria y en mi corazón es la Misa que pudimos concelebrar con nuestro Prelado en la Basílica de Guadalupe, a la que acudieron muchos fieles de la Obra para acompañar al Padre. Junto con la impresionante cercanía de la imagen bendita de la Guadalupana, el rememorar que hace 52 años San Josemaría vino a rezar a nuestra Madre del Cielo, me hizo sentirme parte de esa historia.

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