—Mis hijos adolescentes están muy resentidos conmigo, hasta siento que no me quieren —se expresaba en consulta un padre de familia, separado.
—¿Cuida la imagen de su madre en su relación con ellos? —le pregunté con tacto.
—No...la verdad, pues nuestra separación ha sido muy amarga.
—Lo cierto es que existe una forma de relación con los hijos de padres separados que no educa en el amor, pues lo que busca es una respuesta alienante, que termina siendo causa de resentimientos, sobre todo en la adolescencia, una edad en la que el hijo busca afirmar su identidad.
—¿Alienante? Creo no entender bien el término.
Manipular a los hijos
—Se refiere a una forma de violencia poco reconocida en la que incurren quienes coaccionan moral o psicológicamente a los hijos, para hacerlos pensar de cierta manera, sin tomar en cuenta su propio discernimiento, y, por lo tanto, su bien personal.
Es en sí una grave falta a la caridad, y a la justicia.
Puede tomar formas muy sutiles de victimización haciendo pasar al otro cónyuge como el responsable de lo sucedido, o en otros casos, actitudes abiertamente crueles como: la frase hiriente, la ironía burlona, el sarcasmo o los comentarios negativos sobre la conducta del hijo o el cónyuge ausente.
Actitudes que confunden a los hijos produciendo en ellos baja autoestima y, en ocasiones, haciéndoles tomar una postura a favor de uno u otro padre, con un severo daño afectivo y psicológico, que puede abarcar toda su vida.
—La verdad, tristemente he incurrido en esas conductas, y estoy muy arrepentido.
Cómo recuperar el amor de mis hijos
Siendo así, ¿cómo puedo recuperar la confianza y el amor de mis hijos cuando le he hecho ese daño?
—Lo puede lograr con paciencia, sembrando un amor personal para cosechar amor personal, solo que tendrá que aprenderlo.
—¿Aprender a sembrar un amor personal?
—Así es, no se trata de usar solo la cabeza, o solo la voluntad, sino además el corazón y toda la fuerza del alma. Para ello, es muy importante escucharlos, pues antes que el dar es el aceptar.
Puentes de amor
Al hacerlo muestre interés por lo que piensan, lo que sienten, las cosas que los afectan y lo que los motiva, metiéndose en su mundo, ello permitirá tender puentes de amor implicando lo sensible, lo psicológico y espiritual.
En lo sensible con el abrazo, el beso, el cariño en un trato natural y espontáneo, evitando las afectaciones, en un “qué bueno que existas”.
En lo psicológico muestre su lado humano, contándoles de su vida, de sus aciertos, errores, ilusiones, éxitos, fracasos y comparta sus emociones, dejando de ser como la luna, de la que siempre se ve una sola cara.
En lo espiritual haciéndoles ver que celebra su existencia, en una entrega, en la que no se reserva nada para sí.
—Y mi error al hablarles mal de su madre... ¿cómo lo remonto?
—Trate de rectificar en su conciencia, pues en la parte noble de su historia ella confió en usted y le entregó su vida, e igual, piense en los errores que usted mismo cometió y dispóngase a pedir perdón y perdonar, aun cuando no exista posibilidad de rehacer la relación.
Luego, con sus hijos, recuérdela en sus virtudes con toda sinceridad.
La conquista de la cumbre de su relación con ellos será cuando les pida perdón por su hogar deshecho, y ellos los escuchen desde el silencio de sus corazones, el cual deberá aceptar y respetar, quizá como una cruz con la que habrá de cargar toda su vida.
Mi consultante se retiró decidido a convertir en realidad una nueva esperanza de rectificar la relación con sus hijos.
Por Orfa Astorga de Lira
En Aleteia te orientamos gratuitamente, escríbenos a: consultorio@aleteia.org