Es acertado decir que los momentos duros, especialmente las tragedias, sacan lo mejor y lo peor de cada ser humano. Tenemos grandezas y miserias. Así como hay quien aprovecha una calamidad para saquear o robar, hay quienes muestran el potencial misericordioso que las personas, a imagen y semejanza del Creador, podemos guardar dentro de nuestros corazones.
Y bien vale la pena contar lo que pasó en estos tiempos donde la crisis nos llena de desconfianza y los agobios de cada día nos precipitan a la desmoralización.
En Navidad, cuando hay que renovar nuestra seguridad en Dios, valorando su decisión de hacerse carne para habitar entre nosotros y echar a andar la maravillosa Historia de la Salvación, hay que referir estos pequeños relatos de salvación que salen de lo más noble del corazón humano.
Tragedia de Las Tejerías
Tiempo después de lo ocurrido en una zona cercana a Caracas (Venezuela) en octubre pasado, cuando las fuertes lluvias arrasaron con pueblos enteros dejando su saldo de muertos, desaparecidos y personas sin hogar, una historia ha emergido de esos pantanos para devolvernos la esperanza y la fe en la gente.
Ha quedado para la posteridad conocida como "la tragedia de Las Tejerías", en el estado Aragua, al centro de Venezuela.
Es lo peor que nos ha pasado desde que, en 1999, se produjo la catástrofe en el litoral central cuando un deslave (el deslave de Vargas) ocasionó destrozos y muerte como jamás lo habíamos visto en este país. Lo ocurrido en Las Tejerías hizo que la población reviviera aquellos angustiosos momentos y despertó el fantasma de la inmensa indefensión de nuestros pueblos y ciudades, de nuestras comunidades más desfavorecidas, ante las arremetidas climáticas.
Porque fue un hombre del pueblo -y no la intervención oficial- un ser sin otro recurso que su imaginación y su disposición a salvar vidas, el héroe improvisado de este episodio.
Ningún grupo rescatista, bien equipado y entrenado, lo habría hecho mejor. Logró salvar de las embravecidas corrientes de agua y fango a varias personas que, de no haber sido por su intervención, hoy no estarían para dar su testimonio.
"Héroe sin capa"
No era para menos, habrían muerto sin remedio, como sucedió a un grupo de ellas. Estructuras antiguas y sin mucho mantenimiento son absolutamente frágiles cuando el agua corre sin cauces. Allí, dentro de esa iglesia del pueblo, se encontraba una veintena de personas, entre ellas, niños.
El riesgo de ahogarse lo vio de inmediato un vecino de la comunidad que supo tomar decisiones inmediatas y acertadas. Lo han bautizado "héroe sin capa".
Según el testimonio de nuestro personaje, todos estaban dentro de la iglesia, orando y predicando en el momento en que fueron sorprendidos por la quebrada: 12 personas fueron arrastradas, la iglesia se cayó y no quedó nada.
La "milagrosa" mata de aguacate
Pocos se salvaron, pero lo lograron gracias a una mata de aguacate y a la guía de José Luis Quiñones, un hombre que tuvo que improvisar para salvar vidas.
Trepando a la mata y con la ayuda de su hermano, instruía con precisión a cada una de las personas sobre la manera cómo salir de allí sin caer a las turbulentas corrientes. José Luis, siempre asistido por su hermano Julio, coordinó con él para empezar a sacar a quienes pudieran, entre ellos a varios menores de edad. Las manos y fuertes brazos de los Quiñones eran el único instrumento para sostener, levantar y sacar del peligroso lugar a quienes conseguían aferrarse.
Sobrevivieron 7 de las 19 personas, gracias a la diligencia con que reaccionaron los hermanos. José Luis, un hombre humilde explica la situación en este video, donde aparece en camiseta, muy cansado y aún cubierto de barro, relatando la experiencia.
La recoge Radio Fe y Alegría que la divulgó hace unos días.
Estamos acostumbrados, en nuestra cultura occidental, a imaginar a los héroes con trajes luminosos y elegantes capas. En este caso, nos encontramos con un "salva-vidas" que se muestra sucio y andrajoso pero que hoy es el tipo más admirado de su comunidad.