"Melchor, Gaspar y Baltasar", digo yo… y Artabán, responden una y otra vez mis hijas. Artabán es el protagonista de una leyenda entrañable: El cuarto Rey Mago.
Se perdió en el camino, un eclipse tapó la estrella. Buscó, buscó y buscó. Finalmente encontró al Resucitado en el más necesitado. Es una leyenda que encierra una bella enseñanza… ¡Artabán existe, sí!, pero no hay uno… hay muchos cuartos Reyes Magos.
Ha querido la Providencia que el primer viaje fuera de Italia de Benedicto XVI fuera a Colonia a visitar la tumba de los Reyes Magos y su último viaje, el eterno, el de su funeral, el del reposo de su cuerpo mortal en la víspera de la Epifanía del Señor, fiesta de los Reyes Magos. No existen las casualidades.
Cariño de Benedicto XVI por los Magos
El papa Benedicto XVI tuvo una especial predilección ante los Magos. En Colonia, en 2005 reservó hueco en su agenda para rezar ante la tumba de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Allí preguntaba en su discurso: "¿Por qué los Magos fueron a Belén desde países lejanos? La respuesta está en relación con el misterio de la "estrella" que vieron "salir" y que identificaron como la estrella del "Rey de los judíos", es decir, como la señal del nacimiento del Mesías (cf. Mt 2, 2)".
El papa Benedicto mostraba la importancia de este viaje, la llamada y la unión con la vocación universal:
"Los Magos partieron porque tenían un deseo grande que los indujo a dejarlo todo y a ponerse en camino. Era como si hubieran esperado siempre aquella estrella".
La vida de Benedicto XVI también fue esa. De pequeño vivió el infierno nazi y en medio del horror también vio la estrella: descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo. Se hizo seminarista y sacerdote junto a su hermano Georg.
En su vida, seguramente se haría muchas veces la pregunta que sugirió a los seminaristas en su visita a Colonia y que se hicieron los Magos: "Su corazón, henchido de asombro, le hace decir en la oración: Señor, ¿por qué precisamente a mí? Pero el amor no tiene un 'porqué', es un don gratuito al que se responde con la entrega de sí mismo".
Como teólogo buscó, buscó y buscó incansablemente la verdad, tomando como lema episcopal: "Colaborador de la verdad". Siempre siguiendo la estrella. Llegando a ser Pontífice, como él mismo dijo: "un trabajador sencillo y humilde en la viña del Señor".
El poder, el servicio, el regalo del cuarto Rey Mago
Llegaría entonces al poder del palacio, al Pontificado y lo ejerció teniendo en su mente el poder de los Magos, el del oro, el incienso y la mirra. No el poder terreno, no el poder que se podría esperar de quien está al mando, más bien de quien está al servicio. Siguió el camino de conversión de los Magos.
Él mismo explicó en Colonia lo que le sucedió a Sus Majestades: "Aprenden que su vida debe acomodarse a este modo divino de ejercer el poder, a este modo de ser de Dios mismo. Han de convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la misericordia. Ya no se preguntarán: ¿Para qué me sirve esto? Se preguntarán más bien: ¿Cómo puedo contribuir a que Dios esté presente en el mundo?".
Una pregunta que ahora puede leerse como leitmotiv de su vida. ¿Acaso no fue eso lo que hizo? Desde la Doctrina de la Fe, desde la Cátedra de San Pedro o desde el silencio y la oración del Monasterio Mater Ecclesiae, siempre pensando en su mejor contribución, buscando el mejor regalo.
Una página del Evangelio
La estrella guiaría el camino de Ratzinger y también quiso Benedicto XVI mostrársela al mundo, especialmente a los jóvenes, para que no perdieran su luz al caminar. Como un gran consejo que el abuelo ofrece a sus nietos.
Así lo pudimos sentir todos los presentes en la vigilia de la JMJ de Colonia, en la explanada de Marienfeld:
"Los Magos que vienen de Oriente son sólo los primeros de una larga lista de hombres y mujeres que en su vida han buscado constantemente con los ojos la estrella de Dios, que han buscado al Dios que está cerca de nosotros, seres humanos, y que nos indica el camino. Es la muchedumbre de los santos —conocidos o desconocidos— mediante los cuales el Señor nos ha abierto a lo largo de la historia el Evangelio, hojeando sus páginas; y lo está haciendo todavía. En sus vidas se revela la riqueza del Evangelio como en un gran libro ilustrado".
Bien podría incluirse a Benedicto XVI en la lista de estos hombres y mujeres. Por eso, me gustaría pensar en Benedicto XVI, como uno de tantos "cuartos Reyes Magos".