Es un exceso poético que expresa el deseo de los amantes. Los poetas son dados a esas exageraciones que, sin embargo, permiten ver con claridad lo real.
Con un nombre tan apto para la poesía como el de Amado Nervo (Tepic, México, 1870-Montevideo, Uruguay, 1919) aborda este autor la cuestión de un modo tan original que podríamos decir que invierte los términos.
Se trata de El donador de almas (1899) publicada por entregas en el suplemento humorístico de El Mundo y más adelante como novela corta. Se trata de un cuento, «la forma literaria del porvenir», de capítulos breves, de humor sobrio e inteligente, que permiten una lectura ágil y agradable.
La historia se abre con el sereno reflexionar del doctor Rafael Antiga, un hombre sabio, un científico, un filósofo y, por entrar en lo que deja plasmado en su diario, un hombre solitario con una vida confortable que anhela lo que todos: sentirse querido. Lo expresa así:
«Tengo […] una ausencia total de afectos ¡Mi reino por un afecto!
Sé mucho menos que Newton supo. Sé sobre todo que no soy feliz.
¿Qué deseo, pues, hoy?
Deseo tener un afecto diverso del de mi gato. Un alma que me quiera, con la cual pueda dividir la enorme pesadumbre de mi Yo inquieto… Un alma… ¡“Mi reino” por un alma!».
Rafael tiene un amigo verdadero, con una amistad que se remonta a los años del colegio, cuando descubrieron que ambos eran «cerebros destorrentados», el uno encontró el camino del saber mientras que Andrés Esteves «tiene aptitudes de hierofante, se torna a las veces sacerdotal» y es una eminencia mundial con su poesía.
Andrés llega en el momento preciso en que el buen doctor anhela afectos. Y viene a hacerle donación de un alma. Es normal mostrar perplejidad ante semejante regalo. Dejamos al lector que descubra por sí mismo cómo es posible esto, pero esta es la conversación entre los dos amigos:
«-Pero, ¿hablas en serio, Andrés?
Hablo en serio, Rafael
Mírame bien.
(Pausa durante la cual ambos “se miraron bien”)».
Andrés hace entrega, pues, de un alma a su amigo. Ese alma tiene un cuerpo pero el regalo afecta sólo al alma. El alma se llama Ada y pertenece a un cuerpo femenino al que tiene que volver periódicamente ya que es función del espíritu animar o vivificar el cuerpo.
Imagine el lector las perplejidades y posibilidades jocosas y metafísicas que proporciona el argumento. El alma está al servicio de Andrés y le proporciona enorme fama pero no era eso lo que el doctor quería. Él quería afecto, quería un alma pero para ser querido. Ada es “posesión” suya, le obedece, le está sometida, pero no puede amarlo: «Las odaliscas del sultán no aman al sultán… Una mujer no ama sino en tanto que es dueña de sí misma, que puede “no amar”, o entregarse. Su propia donación es un testimonio de su voluntad, influida si se quiere por una atracción poderosa, pero capaz, cuando menos en el orden de las teorías lógicas, de resistirla».
«No hay hombre que no se familiarice con el prodigio, lo mismo Moisés que un sacristán de pueblo» y eso vale tanto para Rafael cuanto para el lector. Un giro inesperado permite que Ada quede libre de su cuerpo y venga a instalarse en un hemisferio del cerebro de Rafael. Esta curiosa novedad es la inversión de que hablábamos al principio pues llegamos a un cuerpo con dos almas que se quieren, que viven su luna de miel, su idilio. Como todos los matrimonios cuando empiezan a ser dos en un solo cuerpo.
Descensus averno lleva por título el capítulo en el que narra el lento desgaste matrimonial, cuando el entusiasmo cede a la cotidianidad, cuando las dificultades se amontonan, y se acuerda Rafael de lo tranquilo que vivía él antes de que el amor entrara en su mundo y el alma de su amada se instalase en su cuerpo.
Estalla la guerra y se encuentra el camino hacia la “paz matrimonial” que se consigue «cuando ambas “potencias beligerantes” se fatigan de la tragedia y optan por la salvadora monotonía de una unión sin amor, pero también sin crisis». Ese camino, que no pocos han transitado, lleva pronto a la siguiente estación: el divorcio.
¿Cómo romper un matrimonio? Recuerde el lector que hablamos de dos que viven en un mismo cuerpo, el enfoque es jocoso pero no se excluyen otras lecturas, obviamente; incluso los niveles de lectura incrementan la jocosidad y la seriedad al mismo tiempo. Es difícil erradicar a quien es dueño de una parte vital (sea el cerebro sea el corazón) sin dañar el órgano en el que reside y, por tanto, sin herir al cuerpo en el que se vive.
El final del relato se aproxima y nuevos prodigios proporcionan originales giros a un relato siempre ameno y ocurrente.