Ingresaron en el centro el año pasado. Dada su situación, Luis no podía comunicarse correctamente. Mismo centro, pero separados ya que la situación clínica de Luis hace imposible que puedan coincidir en el mismo sector. Compartían centro, pero sus edificios estaban separados por un jardín interior.
A Luis se le rompía el corazón no ver a su hija. La psicóloga del centro entendió que la mejor "medicina" para él era buscar la forma de entablar contacto con ella.
Durante los 39 años de "Fani", el padre siempre ha vivido para su hija. Se ha volcado en ayudarla a convertirla en una persona independiente y autónoma, al máximo de sus posibilidades. Pero ahora, en este proceso de demencia, es él quien necesita de su hija. No estar con ella, no poder comunicarse, le estaba produciendo ansiedad.
La angustia de cada día
"Cuando los cuidadores llevaban a Fani a ver a su padre diariamente, el momento de la despedida era trágico. El padre se alteraba muchísimo. No entendía por qué se llevaban a su hija. Por mucho que los cuidadores y auxiliares intentaran explicarles que su hija iba a merendar o que iba a hacer actividades con sus compañeros, no había manera de que entendiera", cuentan desde el centro Casaverde Villa de Catal, en Alicante.
Vanesa López Manchón es la psicóloga. Sabía que si encontraba una forma de conectarles, la calidad de vida de ambos iba a mejorar. "Cuando llegaron aquí, dada la situación de Luis, no era posible que se encontraran padre e hija en el mismo sector. Por suerte, Casaverde dispone de una zona para personas con discapacidad, lo que ha permitido que padre e hija se puedan ver cuando lo necesiten". Pero estas despedidas traumáticas cada día exigían una solución.
Fani, el corazón de su padre
"Me di cuenta que Luis conservaba la capacidad para leer. Se me ocurrió que había que poner una nota que pudiera leer todos los días para que él entendiera que su hija estaba cerca. Le escribí la nota, y pensé que entre tantas ventanas había que poner un distintivo para que supiera dónde estaba su hija" - cuenta Vanesa.
Y buscaron esa forma de identificar la ventana al otro lado del patio: "Como Fani es el corazón de su padre, pensamos que un corazón podía ser un buen distintivo. Así, cuando se levantaba por las mañanas él entendía que vivían en un mismo edificio y que sólo tenía que asomarse a la ventana para verla".
Así que pintaron el corazón rojo en la ventana de Estefanía. A Luis le pusieron un mensaje en la pared y otro más que decía que si quería ver a su hija, se lo dijera a un auxiliar del centro, que se comunicaría con los cuidadores de Fani para que se asomara a la ventana de la habitación.
Más pasos
Poco a poco, como vimos que funcionaba. El padre comprendió que ella iba con sus compañeros, o incluso la veía jugando en el jardín. "La cara de felicidad de Luis era un poema" - dice Vanesa con una sonrisa de satisfacción. "Fue maravilloso porque puede verla cuando quiere y la necesita".
"Fue tan beneficioso, que supuso pasos en positivo. De ahí que el centro fuera avanzando y comenzaran a llamar a Luis para hacer actividades, incluso de ocio, y contaron con él para que pudiera estar con su hija. Luis está feliz. A partir de ahí se ha creado un proceso beneficioso para ambos porque hacen salidas, excursiones. Cada vez que se ven se sienten muy felices porque se ayudan uno al otro" - relata la psicóloga.
Éxito en redes sociales
El Centro Casaverde ha contado esta historia en redes sociales, porque cree que "estas historias con corazón son tan bonitas que la gente tiene que saber lo que pasa en estos centros".
Las respuestas lo dicen todos. Están emocionando a los usuarios, tanto que se está virilizando entre el enorme orgullo de los cuidadores. En estos centros se promueve la humanización en los cuidados y la continuidad del proyecto de vida en el ámbito de la diversidad funcional.