Los 204 hogares de personas mayores que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tienen en 19 países celebraron el pasado viernes 27 de enero el 150 aniversario de su congregación.
Y también, con mayor o menor cercanía, los familiares de los residentes, y en general las ciudades y pueblos que se benefician de estas residencias.
Muchos ven día a día, con una mezcla de perplejidad y escepticismo, cómo se atiende a los ancianos en ellas.
En las casas de esta congregación fundada el 27 de enero de 1873 en Barbastro (España), las personas que ya ven flaquear sus fuerzas encuentran hermanos, hermanas y madres que les respetan y les cuidan.
La profesionalidad de su gestión permite que en algunas convivan más de cien abuelos y abuelas.
En cada una, las monjas coordinan los servicios de decenas de trabajadores y voluntarios de distintas especialidades.
Preparando una feliz eternidad
Mientras muchos gobernantes y legisladores están ofreciendo la eutanasia a quienes se encuentran en la última fase de su vida, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados les proponen una preparación lo más feliz y confortable posible al encuentro eterno con Dios.
Y para ello, madrugan, sirven con todas sus fuerzas, trabajan dándolo todo, con la alegría de saber que lo hacen por los ancianos y sobre todo por su amado Jesús.
Lo explica a Aleteia una de las dos mil religiosas que actualmente tiene esta congregación, sor Justina Muñoz:
"Podemos encontrar a Jesús en un abrazo que te dan los ancianos cuando te ven, cuando te dicen: “madre, quédate un poquito conmigo”, cuando ves su fragilidad, cuando les hago felices con mis ocurrencias, cantando, riendo, bailando. Ver en sus rostros un poco de alegría es motivo para que dé cada día gracias a Jesús".
"Cuidar los cuerpos para salvar las almas"
Sor Justina vive en el Hogar de San José que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tienen en La Seu d’Urgell (España).
Nacida en una muy numerosa familia cristiana en República Dominicana, decidió irse con las Hermanitas cuando tenía solo 12 años de edad.
Desde entonces ha ido madurando su vocación de servicio a los ancianos, que hoy le permite llevar una vida plena:
"Cuando me levanto cada día a las 5:40 de la madrugada pienso que tengo que prepararme para la batalla de cada día con la oración, el canto de los salmos y sobre todo la misa.
Con la Comunión me alimento cada día para ofrecer a cada uno mi mejor servicio, mi alegría, mi amor, todo lo que soy.
Encontrar a Jesús en los ancianos es sencillo pero a la vez complicado: cuando haces algo, se nota el amor con que lo haces.
Y pienso que es para Jesús que tienen que estar bien arreglados. Todo lo que tengo que hacer tiene que estar lo mejor posible porque es para Jesús.
Por ejemplo cuando preparo el desayuno, les pongo la mermelada a los ancianos con una cara alegre.
Y ver su rostro sonreír cuando les haces algo para que estén mejor es para mí motivo de satisfacción".
Es la manera como se cumple hoy la misión de la congregación, que su primera superiora, santa Teresa de Jesús Jornet resumió en 7 palabras: "Cuidar los cuerpos para salvar las almas".