"Todos juntos, digamos '¡No a la corrupción!'". Fue en un francés vacilante que el Papa pidió a la multitud de jóvenes que se comprometieran públicamente contra este flagelo que asola a la RDC, uno de los países más corruptos del mundo según a un ranking de la ONG anticorrupción Transparencia Internacional.
En una atmósfera ya sobrealimentada, un estadio entero de repente se derrumbó. “¡Corrupción de Tobayi! “, lanzaron primero los miles de congoleños, antes de cantar cánticos contra la corrupción, alentados por el Papa. "Kanyaka erli kaka", que significa "La corrupción continúa", cantaban en lingala o incluso "Biso ba jeune, posa na insala te" - "Nosotros, los jóvenes, estamos desempleados". "Me gusta esta canción, eres valiente", comentó entonces el pontífice, elevando un escalón más el nivel sonoro en el rugiente estadio.
Tratando de retomar el hilo de su discurso, el Papa finalmente tuvo que detenerse y dejar que la multitud ardiera en llamas nuevamente.
En las gradas del estadio, consignas advirtieron directamente al presidente de la República, Félix Tshisekedi. "Estimado presidente, debe tener cuidado", se pudo escuchar en particular, según un miembro del personal de Vatican News.
Sintiendo que la situación se le escapaba y entendiendo claramente que la multitud estaba criticando a los líderes políticos, el Papa de 86 años finalmente hizo una señal a los organizadores para que detuvieran el fervor proveniente de las gradas. Así fue como un orador llamó a la multitud a la calma.
La improbable secuencia de unos 5 minutos tuvo lugar en un estadio donde estaba presente el primer ministro del país, Jean-Michel Sama Lukonde.
"¡Qué bueno que el Papa venga a hablar con nosotros, pero sobre todo que lo escuchen las élites!", confiaba unos minutos antes Brenda, una joven de 27 años, exasperada por la incapacidad de los sucesivos gobiernos para ofrecer un futuro a los jóvenes.
Para ella y sus amigos que acudieron al estadio de los Mártires, el Papa Francisco es como el "portavoz de la causa de los jóvenes en la RDC". "Él puede hacerlo porque nadie lo lastimará… Si nos manifestamos, la policía lanzará gases lacrimógenos… No quiero arriesgar mi vida", admitió.
En este país donde dos tercios de la población tiene menos de 24 años, algunos ya no dudan "en pensar en el exilio, como Louisine, de 30 años, madre de dos hijos y marido desempleado. "Es difícil alimentarnos, alimentar a nuestros hijos… ¿Cómo podemos vislumbrar nuestro futuro en un país que nos rechaza?"