En la ciudad de Buenos Aires se alza un hermoso templo dedicado a una mártir romana, Santa Felicitas Este mismo nombre es con el que fue bautizada la mujer que dio pie a la construcción del magnífico templo. Su historia es una historia triste y por desgracia nada excepcional. Porque la suya es una historia de feminicidio.
Felicitas Guerrero había nacido en Buenos Aires el 26 de febrero de 1846 en el seno de una rica familia porteña. Hermosa, inteligente, con un futuro prometedor, nada hacía sospechar que el destino de la dama terminara siendo tan dramático. Como era habitual en las familias de la alta sociedad decimonónicas, Felicitas tuvo que aceptar el casamiento impuesto por sus padres. El elegido, Martín de Álzaga, era un hombre mucho mayor que ella e inmensamente rico. Felicitas, que entonces tenía dieciocho años, aceptó la decisión paterna no sin mostrar su disconformidad.
La pareja se casó en 1864. Dos años después nacía su hijo Félix que fue para Felicitas una gran alegría. Alegría que se truncó tres años después cuando el pequeño falleció a causa de la fiebre amarilla que se extendió en aquellos años. En 1870, su marido también moría. Un día después daba a luz a un niño muerto.
A sus veinticuatro años, Felicitas Guerrero había sufrido demasiado
Intentó superar aquellas dolorosas pérdidas intentando integrarse de nuevo en la vida social de la ciudad y participando en los más espléndidos salones literarios del momento.
Tiempo después, Felicitas conoció a un joven llamado Samuel Sáenz Valiente que le devolvió la esperanza de vivir. Rica y viuda, podía elegir a su marido, por lo que no dudó en seguir a su corazón.
A finales de enero de 1872 reunió a sus familiares y amigos en la residencia de Barracas en la que vivía para anunciar su compromiso. Hasta allí se acercó también Enrique Ocampo, un hombre rico que llevaba tiempo amando a Felicitas en silencio. Enrique pidió hablar con ella.
Cuando estuvieron solos le exigió que anulara su compromiso y se casara con él, petición que ella rechazó sin dar explicaciones. Ante la negativa, enloqueció y le dijo que si no se casaba con él no se casaría con nadie. Sacó una pistola y le disparó mientras Felicitas intentaba huir.
Al día siguiente fallecía en el hospital, dejando a la sociedad bonaerense conmovida por el suceso.
Los restos de Felicitas Guerrero fueron enterrados en el cementerio de La Recoleta en Buenos Aires. Sus padres, devastados por los acontecimientos, decidieron invertir parte del dinero que habían heredado de su propia hija para erigir un templo en su memoria.
La Iglesia pasó a llamarse Santa Felicitas. En ella, además de imágenes religiosas, se incorporaron imponentes esculturas hechas con mármol de Carrara que representaban a Martín y a la propia Felicitas abrazando a su pequeño Félix. Los padres también tienen sus propios bustos cerca de la sacristía. En los jardines cercanos se puede contemplar una reproducción de la Gruta de Lourdes.
Muchas historias se han ido creando alrededor de este templo. Hay quien asegura que las campanas tañen misteriosamente mientras el fantasma de Felicitas deambula por su interior. Otras, cuentan que las jóvenes que se acercan a la reja de la iglesia recuperarán su amor perdido. Todas estas leyendas no pueden ocultar la memoria de una mujer que sufrió un terrible feminicidio; una dama que murió a causa de la violencia gratuita ejercida contra ella