La madrugada de este miércoles 15 de febrero se transformó en sinónimo de luto en Panamá. Un vehículo con 66 personas a bordo -entre ellas migrantes de diversos países como Brasil, Chile, Ecuador y Venezuela- se desplomó por un barranco en la provincia de Chiriquí.
Como resultado, al menos 39 personas perdieron la vida y más de 30 resultaron heridos en ese accidente de tránsito vinculado a una ruta procedente de Darién, sitio que se ha hecho famoso por la peligrosa selva que se ha convertido en pasaje de miles de migrantes en los últimos años con el objetivo de llegar a sitio como Estados Unidos.
La subdirectora de Migración de Panamá, María Isabel Saravia, hizo referencia a la situación –mientras las investigaciones aún continuaban e indicaban de manera preliminar que el bus quedó sin control de parte del conductor tras chocar con un minubús- y entre otras cosas afirmó que había familias completas con niños en el autobús accidentado, tal cual reproducen medios como BBC Mundo.
De manera inmediata, también se señaló, varios heridos fueron trasladados en ambulancias a un hospital local.
La oración de la Iglesia de Panamá
El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal Panameña (CEP) emitió un mensaje este 15 de febrero en el que lamenta el accidente de tránsito donde perdieron la vida más de 30 migrantes y otros tantos resultaron heridos.
«Los obispos panameños elevamos una plegaria al Señor por estos hermanos nuestros fallecidos mientras transitaban en este istmo panameño, como paso en su camino para buscar una mejor calidad de vida; y oramos por la pronta recuperación de quienes se encuentran hospitalizados», expresaron los obispos.
«Solicitamos a las comunidades cercanas a solidarizarse en este momento de dolor con nuestros hermanos y hermanas migrantes, cuya situación se agrava aún más», agregaron.
El fin de muchos sueños
«Se ha convertido en una ruta más que peligrosa, una vía mortal que parece no detener a los miles de migrantes en su mayoría venezolanos que han decidido recorrer sus caminos buscando nuevas oportunidades para una mejor vida».
Así se expresaba en octubre de 2022 la Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas (Clamor). Lo hacía ante el inicio de una campaña que buscaba persuadir a los migrantes que huían de sus países de no pasar por esa «ruta mortal», tal cual recordaba Jaime Septién en un artículo publicado en Aleteia.
Es que esa región que comprende parte de Panamá y el norte de Chocó en Colombia, también conocida como Tapón de Darién (con vastos caminos caracterizados por pantanos, ríos, fieras salvajes, además de criminales vinculados al tráfico de personas, se ha transformado en un verdadero «exterminador» de los sueños de un futuro mejor con muchas personas que han perdido la vida en el trayecto.
«Desde la #RedCLAMOR nos hacemos cercanos y reconocemos los sueños y anhelos que están en los corazones de cada uno de los hombres y mujeres que en la mayoría de los casos toman esta decisión por sus hijos e hijas», indicaba en aquel entonces Clamor en referencia al camino hacia Estados Unidos o México.
El llamado de aquel entonces sigue muy vigente. Y aquello de no dejar abandonadas a estas personas que buscan un futuro mejor, con episodios trágicos como el ocurrido recientemente en Panamá, se hace más que necesario.