—¡Este es el tercer novio que termina con nuestra relación! La verdad no sé qué estoy haciendo mal— se expresaba en consulta dolida y preocupada, una joven en edad casadera.
—¿Recuerdas algo que te hubieran dicho, a propósito…? — pregunté con mucho interés.
—¡Vaya! Pues, que soy muy posesiva, que soy muy orgullosa, que es difícil conocerme, que soy insegura, en fin... todo un catálogo de descalificaciones, cuando solo intento ser interesante y atractiva. Y la verdad no lo logro. y se viene abajo mi autoestima —agregó con cierta depresión.
—Bien, el tema entonces, es como llevar una buena relación consigo misma, y con los demás, sin pretender ganar la aceptación ajena, a costa de su autoestima.
—Pues tal parece que lo he estado haciendo al revés— volvió a intervenir desanimada.
—Se trata de que se desenvuelva en sus relaciones sin afectaciones por las que se sobrevalore o minusvalore, para esconder su inseguridad.
—¿Insegura yo?
—Conocí a alguien en cuyo trabajo era necesario tratar con muchas personas, y sufría porque se sonrojaba mucho y fácilmente, hasta que decidió no tomárselo en serio, y empezó a hacer bromas sobre esta característica suya, diciendo que era de las que no necesitaban maquillarse para ciertas ocasiones.
Para luchar contra sus sentimientos de inseguridades, aplico a sí misma un pensamiento que dice:
"Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo, y sabiduría para conocer la diferencia."
Y comenzó a sentirse más segura, poniendo en juego la humildad.
Entonces no solo se propuso aceptar su timidez, sino además ser veraz en todo lo que se relacionara con esta característica suya, como: sostener con honestidad sus criterios, reconocer cuando no conocía un tema, admitir la carencia de una habilidad... entre otras.
Aprender a valorarse
Entonces, lo del sonrojo poco a poco desapareció, pues en vez de obsesionarse por superar su natural timidez, lo que hizo fue aprender a valorarse y aceptarse, tal cual era; con capacidades, limitaciones, defectos y virtudes.
—Y. ¿cómo llamaría usted a esa actitud?
—Una humilde autoestima.
—Entiendo lo de la autoestima, pero de la humilde autoestima es la primera noticia que tengo.
—Consiste en aceptar la verdad de nosotros mismos, para no valorarnos ni por encima ni por debajo de lo que realmente somos, eso evita complejos e inseguridades, pues la persona aprende a descansar en sí misma.
—Comprendo, y en la tarea de superar mi inseguridad... ¿cómo encaja la humilde autoestima en el encuentro con el amor?
—Pasa que la humilde autoestima permite a la persona ser transparente, y como solo se ama lo que verdaderamente se conoce, ese conocimiento atrae la voluntad del amor.
Para eso es la buena amistad y el noviazgo.
Se ama entonces una persona concreta, al margen de sus atributos físico o psicológicos, de su inteligencia o voluntad, e incluso de sus defectos y limitaciones, pues la persona es más que todo ello.
—Me ha quedado claro... por mi inseguridad, he querido fabricarme una personalidad atractiva a costa de mi verdadero ser, forzando las relaciones.
—Así es, y, en este aspecto, puedes superarte, con la actitud de ya no buscar el amor, sino más bien dejar que el amor te encuentre.
Mi consultante asintió sonriente y convencida.
La humilde autoestima, no implica la perdida de la personalidad, sino el encuentro con el verdadero yo, para entregarlo a un tú, por amor, que es lo que verdaderamente nos hace ser felices.
Por Orfa Astorga de Lira
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