"Sabes que la tarea del Cónclave era dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo…". El 13 de marzo de 2013, el nuevo Papa acababa de aparecer en el balcón de la fachada de la basílica de San Pedro con estas palabras.
çSu nombre es Jorge Mario Bergoglio, es argentino, y su sencillez conmueve de inmediato a los cientos de miles de personas reunidas en este día lluvioso, que será recordado como el de la elección del Papa 266.
Desde la retirada de Benedicto XVI en la noche del 28 de febrero, el puesto está vacante y la Iglesia católica espera un nuevo sucesor de Pedro. Los apartamentos papales están sellados. Los 115 cardenales electores acudieron en masa de todo el mundo, se reunieron en congregaciones y entraron solemnemente en cónclave el 12 de marzo.
Durante varias semanas, unos 6.000 periodistas de 76 países y 26 idiomas que han venido a invertir la Ciudad Eterna para cubrir el evento, han estado especulando, elaborando su lista de "papabili" - ignorando este rasgo de sabiduría atestiguada a lo largo de los siglos. : "quien entra como Papa en un cónclave emerge como cardenal".
Este miércoles, segundo día del cónclave, nada se filtra desde la Casa Santa Marta y la Capilla Sixtina donde los prelados deben votar para llegar a un consenso sobre un candidato.
Pasa la mañana. A las 11:39 horas, bajo la mirada de muchos romeros y curiosos, sale una nueva humareda negra: sin Papa.
Según el vaticanista Gerard O'Connell, quien publicó un informe minucioso de la elección, este humo negro ilustró los resultados de la segunda y tercera ronda de votación. Por la tarde, informa el periodista, los prelados se reúnen nuevamente para una 4ª votación. Luego un 5º que debe ser declarado desierto, por error de voto. En la sexta votación se elige a Bergoglio, con 85 votos.
Afuera, todo esto permanece desconocido. Las horas pasan; cae en una noche fría y húmeda. Una gaviota acapara los titulares, posada largo rato sobre la chimenea de la Capilla Sixtina donde todas las miradas están clavadas. ¿Una señal del Espíritu Santo? ¿Se irá volando a tiempo de no ser empañado por el humo?, algunos se preocupan. El pájaro llena el tiempo, mientras la multitud se espesa. Aquí y allá, los fieles se convencen: es para esta noche. Algunos han estado gateando desde la mañana, apoyados en las barreras.
19:06 La multitud contiene la respiración, se concentra, se da cuenta, se mueve… ¡el humo es blanco! La noticia, aclamada por una furiosa ovación, provoca la interrupción de innumerables programas de televisión para seguir en directo la aparición del nuevo sucesor de Peter. Habemus papam… de boca en boca, eco a eco, la noticia se difunde y la ciudad se precipita al pie de la basílica, concentrándose en via della Conciliazione, llenando las arterias adyacentes.
Pero la identidad del nuevo Papa sigue siendo desconocida. Mientras tanto, en las ondas y en la plaza, comentamos, esperamos, rezamos. Bajo las cámaras en bucle, jóvenes del Centro San Lorenzo, situado a tiro de piedra, despliegan una gran pancarta en primera fila.
Esperamos. Solo 66 minutos después, el protodiácono, el cardenal Jean-Louis Tauran, apareció a las 8:12 p. m. Su voz resuena, trémula de emoción, en los altavoces, enunciando la famosa fórmula latina:
"Annuntio vobis gaudium magnum, habemus papam
Eminentissium ac reverendissima Dominum, Dominum Goergium Marium Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio, qui sibi nomen imposuit Franciscum"
¿Cómo? ¿Bergoglio? Han circulado otros nombres, como Ouellet u O'Malley, Sherer o Turkson. Pero Bergoglio, ¿quién es él? Circulan algunas palabras. América Latina. Argentina. Jesuita. No importa, para ver las caras felices, la multitud ya lo ha adoptado. Su rostro aparecerá a las 20:22 horas, frente a 250.000 personas y cámaras de todo el planeta.
Francisco está flanqueado no sólo por el decano del Colegio cardenalicio y maestro de ceremonias pontificias, como es costumbre, sino también por su amigo el cardenal Hummes y el vicario de la diócesis de Roma, el cardenal Vallini. Vestido con una sencilla sotana blanca sin la tradicional muceta, su estilo contrasta con el de sus antecesores.
Con la gente, la simpatía es inmediata. Sonriente, el hombre de blanco invita a la Iglesia de Roma a emprender "un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros".
"Oremos siempre por nosotros mismos: los unos por los otros. Oremos por el mundo entero para que haya una gran hermandad", desea el argentino de 76 años. Y gobernará haciendo un gesto inesperado: antes de dar su bendición, se inclina, implorando "un favor". "Les pido que oren al Señor para que me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su obispo". Tocados, golpeados, los fieles meditan. Durante unos quince segundos, un profundo silencio invade esta velada histórica.
"Buenas noches y buen descanso", concluye el pontífice después de haber bendecido a Roma y al mundo. Tras el aplauso final, todos se van a sus casas, mientras se enciende una luz en el Vaticano. El asiento de Pedro ya está ocupado.