El síndrome del nido vacío golpea a muchas parejas cuando los hijos deciden hacer su vida ya aparte de la familia.
Aunque se supone que han considerado, desde que los hijos nacieron, que algún día volarían, no se prepararon para cuando esto comenzara a suceder. Y una vez, que realmente ellos se van, entonces surge el sentimiento de pérdida y se gesta el sufrimiento por su ausencia.
En muchas ocasiones, los padres se hicieron dependientes de sus hijos, vivieron en función de ellos. Era lo que daba sentido a sus vidas y al esfuerzo de todos los días. Lo hacían por ellos, claro que no todos, sólo los que han sido responsables.
En el corazón de una madre, los hijos son insustituibles. Aunque se vayan y estén bien, dejan un hueco que es muy difícil de llenar. Sólo en ocasiones los nietos vienen a revitalizar y a darle las alegrías que los hijos les dieron años atrás. Por ello ahora tienden a ser "nieto dependientes". Pero, al fin y al cabo, dan sentido a sus vidas en función de alguien más.
Hay parejas que extrañan mucho a sus hijos. Las casas tienen cuartos y camas vacías, se siente un aroma de soledad, se acabó la bulla y la grata compañía. La vida tiene ahora tintes de tristeza.
Mientras que los hijos se la pasan fenomenal, los padres se quedan sin el sabor grato de la vida cotidiana en torno al afecto y el cariño en familia.
De aquí la importancia, desde el inicio de la maternidad, de no descuidar tu persona y nunca dejarte de preocupar y atender la autonomía de tus hijos.
Es clave saber hacer muchas cosas junto a tu cónyuge, y saber incluir a tus amistades, hermanos y primos. Y así mantener vivo el afecto y el cariño, sin tenerte que distraer en tu trabajo u otras actividades, que sólo atenúan tu lamentable vacío.
Ser dependiente de los hijos o nietos te ata al sufrimiento especialmente cuando ellos no están o se han ido a vivir lejos. Por esta razón, lo más recomendable es que edifiques tu amor por la vida sin que todo el peso caiga en ellos. Así, estar contentos y plenos es con ellos, sin ellos y a pesar de ellos.
Prepárate, porque algún día tus hijos se irán. Y si ya se fueron, déjalos ir, porque nunca fueron tuyos.
El más grande tesoro
No hay duda de que los hijos son uno de los más grandes regalos que recibimos de la Divina Providencia. La mayoría de los padres, podemos reconocer que el día del nacimiento de nuestros hijos ha sido uno de los más felices. Y que todo el esfuerzo y empeño, entregados a su crecimiento y educación, ha valido mucho la pena.
Pero ahora que la vida de los adultos se ha prolongado muchos más años que antes, es indispensable que seamos capaces de planear nuestras vidas para cuando ellos se van y no sufrir los oscuros aromas del nido vacío, como hemos señalado.
Sobre todo hay que evitar los mensajes que muchas personas mayores les envían a sus hijos al manifestar que, así como yo te ayudé durante tu crecimiento, ahora te toca que me acompañes en mi vejez, hasta la muerte. Muchas veces no se expresa directamente, pero se tiene esa expectativa y, en consecuencia, cuando los hijos ni siquiera te visitan, acabas por vivir los últimos años de tu vida con la sensación de que han sido mal agradecidos, y que no fueron capaces de ayudarte y estar atentos contigo.
Planear qué vas a hacer cuando tus hijos se marchen
El tiempo vuela y, en un santiamén, los hijos deciden irse a la universidad o a otra ciudad y sin que te prepares, te vas a quedar sola, con la esperanza de que te vengan a visitar en vacaciones.
De aquí la importancia de ver un poco más allá, y así como se planea un fondo para el retiro y no tener que depender de nadie para cumplir con tus gastos, de igual manera, conviene tener un patrimonio emocional y familiar alternativo para que tengas muchas cosas que hacer y dedicarte a nuevos proyectos que te mantengan en un elevado estado de ánimo.
Cultivar a tus amistades o rescatar a tus amigos, de años atrás, es una buena manera de enriquecer tus relaciones afectivas.
Volver a estudiar, tomar cursos, aprender nuevos oficios o de plano dedicarte a un pequeño negocio pueden ser una buena opción. Las obras altruistas, siempre necesitan de dos manos extras y un gran corazón para que dones tu tiempo y hagas algo de provecho, en vez de estarte quejando porque te has quedado viviendo en la soledad.
Hay que aceptar que nuestros hijos nos dan una gran alegría cuando llegan, y si no te preparas, será un gran dolor cuando se van.
Estás aún a tiempo de prepararte.