Lo peor que me puede pasar en esta vida es vivir anclado en la pereza. Dejar de luchar, de confiar en que puede haber algo mejor.
Son esos momentos cuando ya no elijo las batallas que quiero pelear. Me conformo con la vida como es.
Cuando pienso que no hay nada que cambiar en mi interior, en los que me rodean, parece que todo está bien, lo suficientemente bien.
Cuando creo que me basta con ese pequeño bien que vivo cada día, con lo que he logrado, con lo que poseo.
Cuando los días pasan sin que intente ser mejor, sin esperar, sin luchar. Cuando los demás avanzan y yo sigo quieto en mi lugar sin hacer nada.
Desidia
Cuando nada parece motivarme y no logro salir de mi desidia. Cuando las cosas me dan igual.
Cuando no me tomo en serio nada de lo que hago. Cuando no pongo el corazón en las cosas que antes me motivaban, cuando era joven, cuando tenía sueños.
Cuando no me importa si voy o no voy, si hago o no hago, si digo o callo. Cuando ya no lloro ni río, se han secado mis lágrimas, se han apagado mis risas.
Cuando no me estremezco con cosas que antes me emocionaban hasta las lágrimas, cuando era más sensible y no había construido aún muros de protección en mi alma.
Cuando no entrego todo lo que tengo en el corazón, sino que me lo guardo por miedo a que me hieran de nuevo y me hagan daño.
Porque el amor es asimétrico, y si trato de que sea igual lo que doy a lo que recibo, acabaré dando menos, conformándome con un mínimo.
Y si pienso que no será nunca igual, intentaré superar en generosidad a quien me ama, en una competencia por llegar al cien por ciento.
Dolor callado
Cuando no te digo te quiero, lo callo, por sabido, y por sabido lo acabo olvidando.
Cuando no te grito "te odio" en mis enfados, ni en mis rabias. Y me guardo el rencor en rudos silencios que expresan un dolor callado, lleno de amargura.
Cuando callo indiferente ante las cosas que pasan y no me tomo la vida como algo importante, algo que se decide en las decisiones que tomo cada día.
Cuando no soy el que quiero ser, porque no me esfuerzo, no me lo tomo en serio, no lo pongo como una meta.
Cuando dejo que el tiempo pase conformándome con una vida mediocre, demasiado pobre, demasiado vacía.
Cuando no aspiro a las estrellas y siento que todo el cielo es oscuro y sin luz.
Punto de inflexión
En esos momentos creo que algo puede cambiar. Si me tomo más en serio mi vida. Si aprendo de los errores del pasado.
Lo que no haga ahora nunca se hará. La persona que no visite no me conocerá. Aquella a la que no responda, no sabrá de mí ni yo de ella.
Las montañas que no escale nunca me conocerán. Las palabras que no diga se quedarán sin voz.
Las canciones que no entone no rasgarán el silencio. Los pasos que no dé se quedarán olvidados.
El perdón que no entregue nadie lo recibirá. El abrazo que no dé se quedará perdido en el tiempo.
Las horas que no aproveche se perderán sin fruto. La semilla que no entierre se pudrirá fuera de la tierra y quedará infecunda. El amor que no dé se acabará muriendo.
Puedo cambiar las cosas
El tiempo urge, y los días me enseñan que algo puede cambiar. Si me lo propongo dejando a un lado mi tendencia a la procrastinación. Esa actitud mía demasiado conservadora.
Puedo innovar y ser creativo. Puedo acabar con mis egoísmos. Puedo crecer en mi capacidad de sacrificarme por ti.
Sí, puedo hacerlo, puedo renunciar por ti, para que seas feliz, para que disfrutes el momento, para que te sientas amado por mí. De mí depende, de nadie más.
Le puedo echar la culpa a las circunstancias o a las decisiones erradas que un día tomé. No importa.
Siempre puedo empezar a luchar de nuevo. Elegir las batallas. Decidir lo que puedo hacer, lo que puedo dar, lo que no me quiero guardar para que se acabe perdiendo.
Empezar a actuar
Hoy tomo propósitos y los escribo. Con realismo. Sabiendo que después de decidir hay que ejecutar.
De nada vale poner cosas bonitas en un papel. Hay que concretar los pasos que quiero dar.
¿En qué puedo mejorar? ¿Soy ya la mejor versión de mí mismo? ¿Puedo crecer en esas áreas de mi vida donde siento que estoy estancado?
Hoy me he decido a seguir de nuevo a Jesús. Sólo Él tiene palabras de vida eterna y colma mi corazón. Sólo Él sabe lo que mi alma necesita.
Lo sigo a Él con toda mi alma, sin miedo, sin reticencias, sin reservas. Se lo entrego todo para que haga mi vida de nuevo. Puede hacerla.
Detengo mis pasos y pienso. ¿Hacia dónde voy? Sigo las estrellas que brillan en el firmamento confirmando mi sí de hoy.